ARTES ESCÉNICAS

Blanca Portillo estrena 'La madre de Frankenstein" en el TNC: "Almudena Grandes nos invita a mirar de frente el peligro de la ultraderecha"

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Pablo Derqui y Blanca Portillo, en un momento de 'La madre de Frankenstein'

Pablo Derqui y Blanca Portillo, en un momento de 'La madre de Frankenstein'

Elena Hevia

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“Ese tiempo hostil propicio al odio”. Así definió el poeta Ángel González la década de los 50, su generación. Y ahí situó la añorada Almudena Grandes el último de sus episodios de una guerra interminable, ‘La madre de Frankenstein’. Una novela convertida en montaje teatral que este jueves llega al TNC, después de haber llenado hasta la bandera el Centro Dramático Nacional en Madrid. El montaje dirigido por Carme Portaceli es la primera coproducción de ambas entidades y pretende inaugurar una nueva línea de colaboración entre ambas.

La obra, convertida en teatral por la colaboradora habitual de la directora, Anna Maria Ricart, cuenta con una estrella indiscutible, Blanca Portillo, que da vida a la  figura real de Aurora Rodríguez, la mujer que en los años de la II Repúblico acabó con la vida de su hija Hildegart, niña prodigio a la que había concebido para que fuera la criatura perfecta, la profeta de la revolución social feminista y a la que descerrajó cuatro tiros cuando esta quiso tomar su propio camino. Aurora , culta, independiente económicamente y alejada de la cultura católica, pero también una paranoica de manual, fue internada en el psiquiátrico femenino de Ciempozuelos, donde casi 20 años después la encuentra Almudena Grandes para armar una metáfora, la del manicomio castrador que encierra a la sociedad española y a la vez refleja la oscuridad y el silencio de los años 50 en los que la dictadura española, tras la derrota del eje, ha perdido el apoyo internacional y se encuentra más aislada que nunca. Es como dice Portillo “la década de la desesperanza cuando el mundo entero deja a Franco hacer lo que quiera”. Junto a la actriz se sitúa otro grande, Pablo Derqui en el papel de un joven psiquiatra que se ha formado en el extranjero y aporta la mirada distanciada y limpia para juzgar todo aquello que ve.

Fue la propia la escritora madrileña quien señaló a Portaceli que la novela idónea para ser llevada a las tablas era precisamente esta poco antes de su publicación a principios del 2020, cuando la sospecha de su pronto final, un año y medio más tarde, era impensable:  “Almudena, pese a la oscuridad de los tiempos que relata, siempre logró insuflar vida y humanidad a sus personajes y eso nos ha guiado”, dice la directora de escena

Tanto como Alfredo Sanzol, director del Centro Dramático Nacional, como Blanca Portillo han acentuado la necesidad de recordar el pasado en estos tiempos en los que la extrema derecha ha adquirido tanta visibilidad en las calles de Madrid. “Almudena –compara Portillo- siempre nos ha ayudado a hacer memoria. En un momento como este en el que tendemos a bajar la cabeza, ella nos invita a interpretarlo, nos invita a mirar de frente el peligro de la ultraderecha”.  

La actriz se ha enfrentado a un personaje que lleva dos mundos en su interior, el real y el imaginario, y ha querido interpretarlo en toda su humanidad. “Yo no sé cómo se interpreta a una paranoica, a una loca, pero sí sé hacerlo con una mujer de convicciones profundas, aunque estas estén equivocadas”. Meterse en la piel de Aurora Rodríguez, la madre parricida de la criatura, le ha hecho reflexionar sobre el cada vez más candente tema de la salud mental: “Esta obra pone ese tema sobre la mesa y su reflejo en nuestra salud pública. La obra nos está diciendo que hay muchos instrumentos a la hora de ejercer una violencia social o institucional  y que no debemos bajar la guardia”.