Festival Temporada Alta
De la delicadeza de Lorena Nogal a la lucha de Marina Otero
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'Love Me'
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Marta Cervera
Periodista
El fin de semana de programadores del Temporada Alta terminó domingo dejando sensaciones diversas. El último día, el domingo, incluyó entre otros dos espectáculos de danza contemporánea. Uno delicado y sugerente de Lorena Nogal, bailarina fundadora de La Veronal que adaptó su creación 'Habitació 444: Aquí' al Museu d'Art de Girona. El otro, 'Love Me', la última propuesta de la coreógrafa argentina Marina Otero, afincada en Madrid desde hace dos años donde había que leer demasiado.
Nogal, que el viernes bailó 'Firmamento' en el Teatre Municipal, sacó partido a la sala del trono del obispo y la entrada del Museu d'Art de Girona con esta propuesta interpretada por ella y sólidos bailarines de Hotel Col.lectiu Escènic: Robert Gómez, Anna Hierro, Èlia López y Álvaro Esteban. Juntos exploraron la cercanía con el público y la relación de poder entre hombre y mujer, algo que resonó en un espacio antiguo de paredes pétreas decorado con retablos de arte cristiano del siglo XV. La modernidad de su danza y la banda sonora creada por Manuel Rodríguez conectó pasado y presente. Imborrable el partido que sacaron del unos bastones que tanto podían limitar el movimiento de los hombres como impulsar la creatividad de las mujeres con una coreografía armónica con algo zen. Cálidos aplausos recibieron este 'site specific'.
Marina Otero, coreógrafa argentina afincada en Madrid, presentó 'Love Me' en la sala La Planeta. Está planteado como el reverso de 'Fuck Me', atrevida e irreverente creación con cinco bailarines que creó postrada en su cama tras una operación de espalda que triunfó la temporada pasada en el mismo festival donde este domingo no ha logrado el idéntico resultado.
Faltó danza
La performer defiende 'Love Me' sola y en silencio. Durante la mayor parte del espectáculo está sentada frente al público sin mirarlo ni hablar con él. Prefiere explicar la historia de su lucha y de sus desamores a través de frases cortas proyectadas en una pantalla. Resulta demasiado lento y pesado. Solo al final, tras anadonar el discurso autorreferencial, apartar la silla y poner a prueba su cuerpo en un baile improvisado con música pop argentina el espectáculo cambia. Y se vuelve más salvaje cuando se cubre la cara con una máscara de lucha libre mexicana. Ojalá la tercera parte de su trilogía 'Recordar para vivir' tenga más 'punch'.
Lo que sí triunfó fue la instalación de Cabosanroque 'Sous les violons, la plage'. La gente destrozó a pedradas los instrumentos de cuerda colgados en La Carbonera alterando con ello el sonido de ese cuarteto de Haydn que sonaba cuando se inauguró. Curiosa manera de transformar la música y canalizar la rabia.
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