Festival Temporada Alta

Angélica Liddell triunfa con 'Vudú' aliada con el diablo

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"Vudú", el nuevo espectáculo de Angélica Liddell

"Vudú", el nuevo espectáculo de Angélica Liddell / Luca del Pia

Marta Cervera

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Angélica Liddell conquistó al público del festival Temporada Alta en el estreno de 'Vudú (3318) Blixen'. Una ovación de siete minutos con el público en pie despidió a la polifacética artista de Figueres en el Teatre de Salt el sábado. Pese a las más de cinco horas de espectáculo nadie desertó. Liddell se alió al espíritu de la baronesa Karen Blixen, mujer aventurera y autora de éxito marcada por la sífilis que le contagió su licencioso marido. Blixen decía a menudo que dios la había abandonado y que tendría que pactar con el diablo. Eso mismo hizo Liddell.

La pasión, el amor, el horror, la violencia, el vudú, la religión, la decrepitud de la vejez, el absurdo de querer aparentar una juventud que nunca podrás volver a tener aparecieron en cinco actos muy diferentes donde Liddell, cual sacerdotisa, hipnotizaba a los espectadores desgarrándose en escena cual mujer 'despechá', herida y dolida. La artista se alió con el diablo para combatir un mundo perverso y sin compasión donde de nada sirve cantar 'Ne me quitte pas' a los amantes maltratador y donde lo único seguro es la muerte. Hacia ella se encaminó en un último acto memorable donde resonaron 101 cañonazos.

Liddell vomitó toda su bilis con rabia y gritos en una primera parte, recordando una retahila de muertes y asesinatos espeluznantes en un escenario vestido de azul cielo donde conjugaban belleza y horror. Su transgresora y satánica versión del 'Ave María' destacó en este primer acto donde disparaba palabras punzantes a un ritmo endemoniado. Lo coronó con un texto perruno surrealista y gore pasado de rosca que provocó la risa a unos y dejó helado a otros.

El segundo acto, de tono más pausado, se centró en el desamor, tema recurrente en sus espectáculos. Su desgarradora crónica de una relación insana y adictiva, el incomprensible deseo por alguien que te hace daño. Liddell se recreaba en su herida combinando su dolorosa confesión con el quejío flamenco de Manuel Agujetas y recitando, más que cantando, el himno de la Legión 'El novio de la muerte' para después realizar su primer acto de vudú. Para ello, cortó la coleta de una chica y la barba de otro de la cuarentena de figurantes necesarios en las dos funciones en Girona. Entre ellos, un niño de nueve años, un hombre ciego y una notaria. También un conejo muerto que despelleja en escena y gallinas a las que despluma además de dos papagayos vivos y un cuervo que sobrevuela el escenario en un sorprendente último acto donde asistimos al funeral de la artista.

Arroz y sacrificios

La parte más performativa ocupó el tercer acto dedicado a Blixen, también el más metafórico con escenas de vudú proyectadas y quilos de arroz esparcidos por Liddell que se desparramaban cuando acuchillaba con rabia los sacos que contenían el símbolo de esa fertilidad que Blixen y Liddell solo han conocido en el terreno literario. El cuarto, entre lo sagrado y lo divino, preparó para un final que mantuvo al público clavado ante un escenario fundido en negro mientras Liddell afrontaba la decrepitud y la muerte que nos esperan con un discurso despiadado y provocador antes de firmar sus últimas voluntades y dar paso a un adiós a la vida con un guiño a la esperanza.

"Me ha parecido maravilloso. Transmite cosas que la gente encuentra a faltar y con las que mucha gente se puede identificar. He visto gente llorar a mi lado. Es oscuro pero no desagradable. Hipnótico", declaraba al acabar una joven programadora lituana que quiere llevar el espectáculo a su país.