Ópera

Fiesta en el Liceu: con Victoria en el recuerdo

Homenaje a la legendaria cantante barcelonesa Victoria de los Ángeles, en el Liceu

Homenaje a la legendaria cantante barcelonesa Victoria de los Ángeles, en el Liceu / EPC

Pablo Meléndez-Haddad

Pablo Meléndez-Haddad

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Una auténtica biografía musical. Eso es lo que preparó el Liceu de la mano de la Fundación Victoria de los Ángeles para rendir homenaje a la legendaria cantante barcelonesa en el año del centenario de su nacimiento. Aunque no se prodigó en el escenario liceísta tanto como hubiese sido lógico al tratarse del coliseo de su ciudad, Victoria de los Ángeles cantó en el Gran Teatre su primera ópera escenificada, ‘Le nozze di Figaro’, en 1945, y también varios de sus personajes emblemáticos como Mimì, Manon o Butterfly, desarrollando una carrera triunfal en otras latitudes, desde Nueva York a Buenos Aires, de Tokio a Bayreuth. Sus apariciones en Barcelona, tras una primera etapa muy activa y su posterior consagración, se fueron haciendo cada vez más esporádicas, hasta desaparecer de la programación en 1967. Fue un alemán que la adoraba, Albin Hänseroth, director artístico del coliseo entre 1990 y 1996, quien la recuperó con un recital para los liceístas en 1992, tras 25 años de ausencia.

Formada en el Conservatori del Liceu y ganadora del Concurso de Ginebra, su timbre luminoso, su respeto por la partitura y su capacidad técnica le abrieron camino tanto en teatros como en el estudio de grabación, convirtiéndose en una estrella global. Por eso este homenaje era obligado, optándose por un programa con grandes nombres de la lírica y que reprodujo su trayectoria con piezas emblemáticas de su repertorio y una propuesta escénica de Vincent Huguet que usó proyecciones, recursos escenográficos de la ópera en cartel en estos días y vestuario de conciertos y de escena de la cantante. Cada aria y ‘Lied’ incluidos en la velada tenían directa relación con la vida artística de esta intérprete excepcional, y así lo recogía el programa estructurado por temas como ‘El nacimiento de una voz’, ‘La consagración’, ‘Viaje a Bayreuth’, etc., y, a su vez, explicando la razón del porqué de cada pieza (‘El primer ‘Lied’ cantando en la Escola Milà i Fontanals’, por ejemplo), dando sentido cronológico y emocional a lo interpretado. Sobró, sin duda, la larguísima obertura de 'Lohengrin', en una versión nada memorable.

La velada arrancó con Schubert y su ‘An die Musik’ a cargo de Sarah Connolly y el piano de Julius Drake y con la última canción que Victoria de Los Ángeles cantó en el Liceu, ‘Ai, que linda moça’, de Cristóbal Halffter, interpretada por la mezzosoprano Helena Ressurreição y el guitarrista Bernardo Rambeaud. Ambas piezas daban cuenta de la eminente vocación por el género de la canción de la soprano, consagrándose en su época como una referencia en el repertorio alemán, francés, catalán y español, entre otros.

Este emotivo aperitivo sirvió de prólogo para un viaje sentimental que funcionó sobre todo gracias al talento de las artistas ya citadas y del de otras grandes de la música de hoy como Joyce DiDonato, Louise Alder, Maria Agresta, Sabina Puértolas (la única española invitada), Fatma Said, Juliana Grigoryan, Marina Viotti e Iréne Theorin, quienes estuvieron acompañadas, según fuera necesario, por el siempre excelente Julius Drake y la Simfònica liceísta dirigida por Lucas Macías Navarro. Del selecto plantel, más allá de la genialidad y del poderío interpretativo de DiDonato, Alder, Puértolas, Viotti o Connolly, es obligado mencionar la calidad de una voz extraordinaria, la de la soprano armenia Juliana Grigoryan, que se robó la película con las dos arias de Puccini y la 'Bachiana' de Villa-Lobos final, a la que se unió el resto de intérpretes en un emotivo fin de fiesta.

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