Seminci

Man Ray pone la imagen, Jim Jarmusch pone la música

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Jim Jarmusch en el Festival de Cannes, en 2019.

Jim Jarmusch en el Festival de Cannes, en 2019. / Ian Langsdon

Nando Salvà

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Freud sostenía que soñar con ardillas era una invitación a tomarse las cosas menos en serio, y a dedicar más tiempo a pasarlo bien. Para decir “ardilla” en inglés se usa la palabra ‘squirrel’, y no es casual que su pronunciación sea la misma que la de Sqürl, el nombre de la banda de post-rock que Jim Jarmusch compone junto a Carter Logan. “Cuando actuamos siempre perseguimos ese afán lúdico”, asegura el cineasta. "Man Ray dijo que ‘el arte más acertado implica humor’, y esa máxima guía todo lo que hacemos”.

Sin duda uno de los artistas más intrépidos del siglo XX, Man Ray -nacido Emmanuel Radnitzky, en Filadelfia, en 1890- desempeñó un papel esencial tanto en el Dadaísmo como en el Surrealismo. “Yo descubrí ambos movimientos cuando era adolescente, y me abrieron la mente por completo”, añade el director de ‘Extraños en el paraíso’ (1984) y ‘Flores rotas’ (2005. “Aquellos artistas rechazaban cualquier forma de jerarquía entre diferentes formas artísticas, por lo que daban tanta importancia a una historieta de cómic como a Balzac. Eso me aclaró mucho las cosas”.

Por supuesto, Man Ray es conocido principalmente por su obra fotográfica, pero hace ahora justo un siglo empezó a dirigir cortometrajes; cuatro de ellos se consideran piezas fundamentales del ‘Cinéma pur’ o Cine Puro, corriente cinematográfica de vanguardia surgida en París que rechazaba conceptos como los personajes y la historia: ‘El retorno a la razón’ (1923), ‘Emak-Bakia’ (1926), ‘La estrella de mar’ (1927) y ‘Los misterios del castillo de dados’ (1929).

Para conmemorar el aniversario, Sqürl han agrupado las copias recién restauradas de esas películas y les han incorporado una banda sonora creada para la ocasión, que combina inquietantes loops, sintetizadores analógicos, distorsiones de guitarra y percusiones rotundas con el fin de proporcionar un complemento sonoro a la particular retórica visual de su homenajeado; el resultado, titulado ‘Return to Reason’, se presenta estos días en la Semana de Cine de Valladolid (Seminci) tras celebrar su estreno mundial en el Festival de Cannes el pasado mes de mayo. “Nos inspiran la psicodelia, y el ‘trance’, entre otros estilos”, afirmaba Jarmusch entonces acerca del sonido de Sqürl. “Intentamos lograr lo que Man Ray hacía, que es explorar ese espacio desconocido entre la consciencia y la inconsciencia, o entre el mundo real y el onírico”.

La música ha sido un medio de expresión esencial para él desde principios de los 80, cuando formó parte de las bandas post-punk neoyorquinas Dark y Del-Byzanteens, y la música de Sqürl o de Bad Rabbit -así se llamaba antes el grupo- suena en sus cuatro películas más recientes, ‘Los límites del control’ (2009), ‘Solo los amantes sobreviven’ (2013), ‘Paterson’ (2016) y ‘Los muertos no mueren’ (2019); en ellas y en títulos previos de su filmografía, como ‘Dead Man’ (1996) y ‘Ghost Dog’ (1999), Jarmusch ha favorecido el minimalismo dramático, y preocupándose más por proponer experiencias atmosféricas que contar historias. “Pero aun así soy un director conservador, mi cine se basa en la narración. Man Ray, en cambio, usa la cámara y el montaje como si fueran juguetes, o armas con las que romper ideas preconcebidas”.

Aunque amaba la fotografía, Man Ray rechazaba la literalidad que capturar lo real le imponía; en el cine vio la posibilidad de combinar imágenes preexistentes de formas que le permitieran subvertir la realidad de forma poética. Empezó a interesarse por la imagen en movimiento gracias a Marcel Duchamp, a quien conoció en 1915 y con quien compartió varios experimentos cinematográficos fallidos, entre ellos uno en 3D.

La primera película que acabó dirigiendo, ‘El retorno a la razón’, se basa en la animación de imágenes fotográficas obtenidas sin cámara, exponiendo a la luz objetos colocados sobre el papel fotosensible; es una técnica tan antigua como la fotografía, pero Ray -gran vendedor de sí mismo- la rebautizó Rayografía y promocionó como invención propia. Estrenada tres años después, ‘Emak Bakia’ -en vasco, “déjame en paz”- reutiliza imágenes de aquella predecesora y las combina con escenas originales que proponen un conato de narración y en las que asoman ingredientes -onirismo, sentido del absurdo, carga psicológica- típicos del surrealismo.

‘La estrella de mar’ propone algo parecido a un triángulo amoroso entre un hombre, una mujer y el animal del título -manejado a modo de símbolo erótico- , e incluye varias escenas de desnudo convenientemente distorsionadas. Y ‘Los misterios del castillo de dados’ fue un encargo del Vicomte de Noailles, que pidió al artista un retrato fílmico de su mansión en el sur de Francia y, a cambio, le prometió dos cosas: que la película sería remunerada generosamente y que nunca vería la luz pública.

Se sabe que Man Ray solía tomar opio en casa del pintor André Masson junto a otras estrellas de la escena artística parisina de la época como André Breton, Ernest Hemingway y Gertrude Stein pero, que se sepa, no consumió drogas alucinógenas para crear sus películas; asimismo, ni Logan ni Jarmusch las han tomado para crear la banda sonora de ‘Return to Reason. “Las imágenes de Man Ray se bastan para alterar nuestra percepción”, afirma este último. “Y lo que hemos pretendido fundiéndoles nuestra música es amplificar su poder lisérgico, así que garantrizamos que el espectador tampoco necesita tomarse nada”.