Gira triunfal
Manuel Carrasco, intenso, rumbero y con duende en el Palau Sant Jordi
Teenage Fanclub, un invencible sabor de hogar en Paral·lel 62
Estopa: “Pensábamos que haríamos un disco más y volveríamos a trabajar en el bar”
Jordi Bianciotto
Periodista
Un gran corazón atravesado por una flecha, dominando el escenario, y el divo cercano, Manuel Carrasco, presto a enredarnos con sus estrofas sobre las angustias y desgarros que nos depara la vida. Con este onubense, todo es así de intenso y peliculero. Rojo y negro, pasión y amagos de trascendencia envolviendo a una figura a la que hemos visto crecer (desde ‘OT’ 2002) y que ha acabado llevándose los grandes escenarios por delante, como el Sant Jordi, rendido este sábado a sus artes del sur.
Concierto con empaque de superproducción desde que apareció él en escena (con 21 minutos de retraso) lanzando una bengala, tal como haría Antonio Rebollo, para abordar el tema titular de su último álbum, ‘Corazón y flecha’. Llamaradas, pompa y circunstancia para acompañar sus sufridas cavilaciones. “Cuando el mundo se te clava / De diferentes maneras y te da la espalda / Unas veces te libera, otras te desangra”. Y palabras para Barcelona, su casa en otros tiempos. “Aquí me emborraché y aquí me partieron el corazón”.
Más presente que pasado
Aun con tanta carrera a sus espaldas, Carrasco no mira demasiado hacia atrás (tiró del ‘medley’ para agrupar viejos números), dando a entender que sus últimos discos son los que mejor hablan por él. El más reciente le permitió señorear combinando sin contradicciones el registro pop bailable, la balada afectada y el flamenqueo rumbero: de ‘Ayer noche’ a ‘Vamos a contar mentiras’. Piezas que tenían en común una implicación emocional que Carrasco presentó como rasgo innegociable, aun a costa de recalar en formas léxicas cargadas, como si se lo jugara todo en cada rima. La vida sería un lance agotador si toda ella fuera como una canción de Manuel Carrasco.
Pero ese vaciado anímico, y la estampa de tipo normal dotado de una voz hermosa, es lo que cautiva a su gente. Y ese duende que le asistió cuando se quedó solo y, guitarra en mano, se soltó cantando a Jarabe de Palo (‘Agua’), a Estopa (‘Tu calorro’) y a Peret (un popurri), camino, ya a toda banda, de temas deseados como ‘Eres’ y ‘Qué bonito es querer’. Sin dosificar energías, a toda mecha, trabajando para que tuviéramos “una resaca que dure cuatro días”, gritó Carrasco. No dudamos que así sería.
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