Cine

El año de Sofia Coppola, la 'nepo baby' que dio voz a las mujeres y se adelantó a la autoficción

El próximo estreno de 'Priscilla', el 20 aniversario de 'Lost in Translation' y la publicación de un libro que repasa su carrera hacen de 2023 una fecha importante para la directora

La cineasta Sofia Coppola en el Festival de Cannes en 2017.

La cineasta Sofia Coppola en el Festival de Cannes en 2017. / Julien Warnand / EFE

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Sofia Coppola presentó en septiembre en el festival de Venecia 'Priscilla', su nuevo largometraje, inspirado en la vida de Priscilla Presley. Se estrenará en Estados Unidos el 3 de noviembre y aquí, a principios de enero. La llegada de su octava película coincide con el 20 aniversario de uno de sus filmes más importantes, 'Lost in Translation' (2003), por el que consiguió su primer y único Oscar (en la categoría de guion).

En el rodaje de 'Los in translation', hace 20 años.

En el rodaje de 'Los in translation', hace 20 años. / EPC

Este mismo año, la editorial con base en Londres MACK ha publicado el libro de 'Sofia Coppola Archive', un lujoso volumen de casi 500 páginas que repasa su trayectoria a partir de material personal de la autora: fotografías, collages, guiones comentados, bocetos, influencias… Y la cadena de ropa japonesa UNIQLO lanzó en marzo una colección de camisetas inspiradas en sus películas para celebrar los 25 años del inicio de su carrera (con el corto 'Lick the Star', de 1998). 

Este también ha sido el año que la cineasta ha encontrado en Instagram (@sofiacoppola) una manera de compartir su trabajo y las cosas que le gustan. Puede parecer anecdótico, y tal vez lo sea, pero no deja de ser curioso que abriera el año pasado un perfil en una red social cuya vertiente más artística y amable parece inventada por ella. No es difícil imaginar los perfiles de Instagram de las hermanas Lisbon de 'Las vírgenes suicidas' o de la princesa de Austria en 'María Antonieta' (2006). Si hay una directora que haya brillado, que esté brillando, con especial fuerza este año es Sofia Coppola.

Sofia Coppola junto a sus padres tras recoger el Oscar al Mejor Guión por 'Lost in Translation', en 2004.

Sofia Coppola junto a sus padres tras recoger el Oscar al Mejor Guión por 'Lost in Translation', en 2004. / Reuters

Aunque son dos cineastas muy distintos, con la directora de 'Las vírgenes suicidas' (1999) sucede algo parecido a lo que pasa con Wes Anderson. A día de hoy no hay que convencer a nadie de que son dos cineastas importantes, esenciales para entender el cine de las últimas décadas y muy influyentes. Pero ambos generan por igual pasión y rechazo. No es un rechazo hostil, y cada uno tiene sus razones para conectar o no con un cineasta. Pero en ambos casos, los argumentos en contra de sus películas suelen tener que ver con el esteticismo de los universos que proponen.

Desde su primera película, 'Las vírgenes suicidas', Sofia Coppola ha confiado en una belleza sin dobleces para contar sus historias, por duras que sean, ha definido un estilo sofisticado y esteta que en algunas ocasiones acaricia orgullosamente lo publicitario. Recordemos que también ha dirigido spots para firmas como Dior, Calvin Klein, Marni o Marc Jacobs cuyos universos y estéticas no están muy lejos de los que propone en sus películas.

Es totalmente comprensible que no todo el mundo esté dispuesto a tolerar ese esteticismo sin pudor, esa celebración de la belleza. Aún menos en un presente tan gris. Tampoco que muchas de sus películas sucedan en un mundo de ricos (aunque también haya sido muy crítica con ellos: 'The Bling Ring', por ejemplo). Pero hacerlo –y disfrutarlo– supone entrar en el universo de una cineasta que se adelantó veinticinco años a muchos de los temas y preocupaciones que determinan el cine del presente, sobre todo (aunque no exclusivamente) dirigido por mujeres. Con la dificultad de hacerse un hueco siendo una mujer ('Las vírgenes suicidas' es de 1999, si hoy no hay paridad, en ese momento era una utopía) y, encima, 'nepo baby': por muchas facilidades que te ofrezca el linaje, hay que ser muy atrevida para ser hija de Francis Ford Coppola y dedicarte al cine.

Francis Ford Coppola, Eleanor Coppola, Sofia Coppola y Roman Coppola, en 2003.

Francis Ford Coppola, Eleanor Coppola, Sofia Coppola y Roman Coppola, en 2003. / Reuters

Es muy difícil sintetizar los hallazgos de una filmografía que se extiende varias décadas. Esto es sólo un intento. Coppola nunca ha dudado de la necesidad, de la obligación, de crear personajes femeninos (de las adolescentes de 'Las vírgenes suicidas' a la treintañera de 'On the Rock's). Ni de que había que contarlos bien, cuidarlos y exponer sus complejidades y lo que los hacía felices e infelices a nivel íntimo y estructural.

La icónica 'Maria Antonieta' de 2006.

La icónica 'Maria Antonieta' de 2006. / EPC

No es ninguna tontería debutar con 'Las vírgenes suicidas', la adaptación de la novela de Jeffrey Eugenides, una película que habla al mismo tiempo, con suma lucidez, del deseo y la sexualidad femeninos (temas que las cineastas del presente están devolviendo a la pantalla) y de un entorno represivo que los castiga y castra. Los efectos de esa represión son una constante en su obra, donde explotan de maneras distintas y a menudo están planteados a través de la idea del encierro: 'Las vírgenes suicidas', 'La seducción' o 'María Antonieta'. En esta última, además, sentó precedente en una manera muy concreta e imitada de releer la historia: romper con las visiones idealizadas de personajes femeninos históricos.

En 'Las vírgenes suicidas' adaptó una novela de Jeffrey Eugenides.

En 'Las vírgenes suicidas' adaptó una novela de Jeffrey Eugenides. / EPC

Sofia Coppola también tiene algo de pionera de la autoficción, terreno que hay quien observa con condescendencia pero ha sido clave los últimos años tanto en lo cinematográfico como en lo literario. La cineasta nunca ha dicho que sus películas sean autobiográficas, pero no hay que atar demasiados cabos para ver a Coppola en las protagonistas de 'Lost in Translation', 'On the Rocks' o 'Somewhere'.

Bill Murray y Scarlett Johansson en 'Lost in translation'.

Bill Murray y Scarlett Johansson en 'Lost in translation'. / EPC

En esta última, una de sus mejores películas, habló de los problemas de comunicación entre una niña de 11 años (Elle Fanning) y su padre (Stephen Dorf), un actor de Hollywood en crisis. Volvía a crear un personaje femenino para el recuerdo, a explorar las ideas de su filmografía (incluso la del encierro, esta vez en el mítico hotel Chateau Marmot) y abría la puerta, hace ya trece años, a otro tema del presente: los nuevos modelos de paternidad. La superficie del cine de Sofia Coppola es satinada, pero en él hay pasos de giganta que han abierto muchas puertas. 

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