Libros

Rob Riemen, autor de 'El arte de ser humanos': “Este nacionalismo violento que vivimos puede acabar con todo”

El pensador holandés alerta sobre los peligros que acechan a la democracia, con la mentira como uno de los más visibles, en su nuevo libro, un alegato a favor del humanismo

Riemen, el día de la entrevista.

Riemen, el día de la entrevista. / José Luis Roca

Juan Cruz

Juan Cruz

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Es alto como un jugador de baloncesto y tiene la energía de un atleta que entrena para no dormirse. Se llama Rob Riemen, tiene 62 años y es un filósofo de la vida, de los hechos y de lo que nos aguarda si no estamos atentos para acabar con el violento nacionalismo que vuelve a azotar el mundo. Es fundador y presidente del Nexus Institute, que se dedica a “fomentar el debate filosófico y cultural y la reflexión intelectual” en el mundo.

Su materia para pensar es la filosofía del pasado, o la poesía que hemos heredado, pero la versión que obtiene de esos conocimientos y de esa pasión es rabiosamente contemporánea. Eso le lleva hoy a observar el creciente temporal nacionalista como uno de los peligros que ha de abordar la cultura para reconducir el mundo hacia zonas más en consonancia con la tradición democrática.

Sus preocupaciones sobre la progresiva destrucción del humanismo están en los cuatro estudios que constituyen un nuevo

libro

suyo, El arte de ser humanos, que acaba de publicar en Taurus, donde también salieron ya obras que explican parecidas luchas: Nobleza de espíritu, Una idea olvidada y Para combatir esta era. Ovidio es la primera referencia del libro, desde su exilio y su ostracismo; esa figura le sirve para analizar el origen y la pervivencia de las guerras y para alertar sobre los presentes peligros que incluyen la mentira como parte de la acción implacable de la manipulación a través de las redes sociales.

El suyo es un mensaje a favor de la inteligencia, y de hecho en su obra se dice que “todo libro es una especie de mensaje en una botella”. Por el camino halla referencias de antiguos pensadores, como Nietzche, cuyas enseñanzas viejas son ahora como esquemas para entender, y repudiar, el presente.

De esas luchas por ennoblecer la vida hablamos con él en un hotel de Madrid donde aparece como un deportista y se comporta como un poeta que ama la filosofía de los antiguos para entender la riña actual del mundo.

P. ¿Cómo ve este momento de la humanidad?

R. Estamos viendo el aumento de un nacionalismo muy violento que puede acabar con todo, destruirlo todo. Pero aun así tenemos la capacidad de crear una humanidad unida. Aunque, en primer lugar, necesitamos tener una clase política distinta. Porque esta clase política no es capaz de gestionar esta situación. Sólo cuando encontremos políticos que se enfrenten y puedan hacer política de verdad tendremos también una clase intelectual para que su trabajo dé frutos. Todos los intelectuales tenemos una gran responsabilidad para hacer valer el poder de las ideas, y ahora lo que se observa son académicos inútiles que se citan unos a otros y están convirtiendo en inútiles las universidades.

P. Los valores están ahí, usted los cita en sus libros, pero ni los políticos ni los intelectuales los hacen trascender…

R. En cuanto a la clase política, su valor es el poder y sólo están interesados en él, y también en el dinero y sus consecuencias. La única manera de salir de esta situación es compartir una reflexión sobre si queremos o no ser verdaderamente humanos; esa es la única forma de proteger nuestra civilización. Hay que combatir las mentiras que dominan en la política, donde es común culpar a otros de lo que no se ha podido hacer o no se hace. A lo largo de la historia se ha culpado a los judíos, a los musulmanes, incluso los mexicanos han sido cabezas de turco. Estamos en una época en que hay que resucitar el valor del pensamiento crítico que permite regresar a la decencia para aceptar la responsabilidad de mejorar la sociedad en la que vivimos.

P. ¿Cuáles son los peligros concretos?

R. Estamos dominados por el entretenimiento. No tengo nada contra las películas, por supuesto, disfruto del cine, pero en nuestro mundo occidental moderno el escapismo, la cultura de las drogas, el mundo del dinero han permitido que dejemos de lado el humanismo, la calidad del pensamiento para hacer mejor la vida. Y luego nos sorprende que vuelva el fascismo, la extrema derecha con su política llena de mentiras. Tratar de arreglar todo esto requiere cierto coraje y mucho trabajo por parte de todo el mundo. Por eso intento explicar que la democracia es el modelo que requiere que todo el mundo participe, que todo el mundo tenga responsabilidades, además de una mente crítica que advierta de los peligros que sufrimos. Si esta mente crítica no existe sólo te queda obedecer.

P. Usted se hace muchas preguntas en el libro, algunas de ellas nacidas de otras que se hicieron los filósofos de la antigüedad. ¿Cuáles son las preguntas que hoy se haría?

R. Hay algunas evidentes. ¿Quién soy? ¿Qué es lo que está pasando en mi vida? ¿Qué decisiones debo tomar?, pues todas las decisiones tienen consecuencias… Spinosa dice que al tiempo que dices sí estás diciendo no a muchas otras cosas, pues todo tiene consecuencias siempre. ¿Cómo acertar en las decisiones? Hace falta sabiduría para responder a todo, y es que el cultivo propio del ser humano es la búsqueda de la sabiduría. Esa búsqueda ha de basarse en la cultura. Ha de florecer en el alma humana y ahora está desapareciendo, de modo que la buscamos en Google. En cuanto a la educación… La que se imparte hoy cae en la tentación de explicar que todo va bien, que la vida es genial. Y lo cierto es que no hay que dar nada por sentado y desde la educación hay que luchar por la democracia.

El paradigma de la calidad se ha ido distorsionando y se ha sustituido por el de la cantidad. Por eso los economistas son los sumos sacerdotes que todo lo miden en función de la utilidad"

P. Dice usted también que el paradigma de la calidad se ha ido distorsionando…

R. Y se ha sustituido por el de la cantidad. Por eso los economistas son los sumos sacerdotes que todo lo miden en función de la utilidad. Y eso es mentira, la vida no tiene que ver con las cifras, sino con la calidad de lo que vivimos.

P. En un libro previo, Para combatir esta era, se refiere a los peligros que hemos heredado de los tiempos pasados. ¿Cómo combatir ahora los males del presente?

R. Ese ensayo era una reflexión para combatir, en efecto. Lo escribí en 2010, cuando era evidente el retorno del fascismo, y está basado en textos de Albert Camus y de Thomas Mann, cuando avisaron, tras la guerra mundial, de que la guerra no se había acabado… Ahora estamos en 2023, y mira las guerras que hay por el mundo, observa la lista de países en los que se producen reyertas. Y la democracia está bajo amenaza. Ocurre que hay fenómenos que propician este malestar, como el impacto de las redes sociales, los bulos, la ignorancia impuesta sobre lo que es la realidad… Para combatir todo eso hay que buscar una clase política distinta, porque esta es incapaz de gestionar esta situación. Tenemos que deshacernos de esa clase política cuanto antes mejor. Si hay unos políticos distintos es posible que surja una clase intelectual que prepare el terreno para un futuro mejor.