Crítica de 'Misterio en Venecia': Poirot entre fantasmas

Cabe preguntarse cuántas adaptaciones más de los relatos de Agatha Christie hacen falta, pero en favor de esta hay que decir que al menos resulta algo más disfrutable que las dos películas con las que comparte saga, ‘Asesinato en el Orient Express’ (2017) y ‘Muerte en el Nilo’ (2022). Vagamente inspirada en la novela ‘Las manzanas’, se acerca más que ellas al territorio del ‘thriller’ y hasta adopta las maneras del cine de terror, a través de una peripecia argumental que contiene no solo asesinatos sino también posibles presencias paranormales, y durante la que el detective Hercules Poirot -Kenneth Branagh de nuevo a ambos lados de la cámara- se desvive por distinguir lo lógico de lo sobrenatural. Muchos de los personajes, además -entre ellos Poirot-, viven azotados por otro tipo de fantasmas.

Para subrayar esas amenazas, Branagh recurre a penumbras, siluetas misteriosas, ángulos de cámara agresivos, imágenes distorsionadas, ruidos estremecedores y otros trucos formales que intentan generarnos opresión y desorientación pero que a ratos -sumados a una narración por momentos confusa y apresurada- sirven sobre todo de distracción. Entretanto, y como ya ocurría en las dos películas previas, la sucesión de interrogatorios llega a resultar repetitiva, en parte porque las pistas que va dejando son lo suficientemente claras como para que la solución del misterio no sorprenda especialmente pese a las descabelladas explicaciones que se nos dan para justificarla.