Crítica de 'Don Juan': el seductor frente al espejo

El director francés Serge Bozon, antes crítico de cine y también DJ musical en festivales y eventos cinematográficos, proporciona en ‘Don Juan’ una relectura de tintes posmodernos en torno al mito del clásico seductor surgido de las plumas de Tirso de Molina, José Zorrilla o Molière. La propuesta no es ni demasiado arriesgada ni convencional, pese a que en determinados momentos los personajes se ponen a cantar en el sentido clásico del género musical: es cantando cuando expresan mejor sus sentimientos. Pero más allá de estas fugas musicales, el relato se centra en el juego de espejos: Laurent es un actor de teatro, no especialmente seductor, pero si capaz de seducir a todas las mujeres que conoce, a quien su prometida, Julie, ha abandonado el mismo día de la boda. 

Laurent, obsesionado, ve en todas las mujeres el rostro de Julie. Está preparando un montaje de Don Juan en un teatro junto al mar y, debido a una serie de circunstancias, quien encarna a Elvira, la mujer del seductor, no es otra que Julie. Lo que ocurre en la representación teatral se traslada, con matices –y en estos reside el interés del filme– a la vida de los dos actores fuera del escenario, a su reencuentro y la segunda oportunidad de amarse que surge con él. Bozon parte de la mitología en torno al eterno seductor para ofrecer un retrato distinto y contemporáneo de la fragilidad de la seducción y del enamoramiento.