Leyenda musical

Michel Polnareff, el regreso del genio pop que rompió tabúes

El cantante francés, cuyo primer éxito, ‘La poupée qui fait non’ (1966), fue un adelantado himno al consentimiento y a la liberación sexual femenina, realiza este verano una gira, la primera en siete años, que este lunes recaló en Carcasona, donde ofreció un emotivo y vibrante concierto arropado por una competente banda

Michel Polnareff, el regreso del genio pop que rompió tabúes

Michel Polnareff, el regreso del genio pop que rompió tabúes / J. B.

Jordi Bianciotto

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Entró en escena, se sentó al piano y se dispuso a cantar y aullar con sentimiento el estribillo doliente que en 1966 dio título a su primer álbum, ‘Love me, please love me’, desesperada canción de amor que fue compartida sílaba a sílaba por el público que este lunes llenaba el Théâtre Jean-Deschamps, semicírculo al aire libre enmarcado por las murallas de la Cité de Carcasona. Ya lo sabemos, en Francia cuidan de sus tesoros nacionales, y a Michel Polnareff hay que acudir obligatoriamente para constatar que los anales pop del país no se limitan al (gran) Serge Gainsbourg.

Polnareff, conocido como ‘l’almiral’ (almirante) no es artista de obra vasta (diez álbumes de estudio en cerca de seis décadas) y sus giras presentan largos vacíos, en parte por los desencuentros que vivió con su país: afincado en California en los 70, llegó a desaparecer de los escenarios franceses durante 34 años, hasta su apoteósico regreso en 2007 (ocho llenos consecutivos en el pabellón de Bércy; 600.000 asistentes en el Champ-de-Mars en los fastos del 14 de julio). Este ‘tour’, precedido por el álbum ‘Polnareff chante Polnareff’ (auto-versiones a voz y piano) es el primero que realiza en siete años y ofrece a sus paisanos el deleite de encontrarse con canciones incrustadas en la memoria colectiva. Piezas, algunas, que gozaron de popularidad al sur de los Pirineos, cuando la revista ‘Salut les copains’ era de lectura golosa entre los jóvenes más ‘à la page’.

Antes de mayo del 68

Ahí estuvo ‘La poupée qui fait non’, pegadiza tonada que Polnareff grabó en Londres con ‘session men’ como Jimmy Page y John Paul Jones, antes de que formaran Led Zeppelin, y que hoy se lee como temprano himno al consentimiento y contra la represión femenina y la cosificación: la “muñeca” dice “no, todo el tiempo”, y “nadie le ha enseñado / que podría decir que sí”. Versos que realzan el poder de decisión y que resonaron en Carcasona entre una audiencia volcada (y madura).

En esa línea contestataria tuvimos un tema que en su día sufrió el veto radiofónico, ‘L’amour avec toi’: “me importa un comino la sociedad / y su supuesta moralidad / Simplemente me encantaría hacer el amor contigo”, cantaba Polnareff dos años antes de mayo del 68, dando quizá la razón a Françoise Hardy cuando escribió (en sus memorias) que aquel episodio de protesta no transformó en realidad la sociedad francesa, sino que había sido posible porque esa sociedad ya se había empezado a transformar previamente.

Refinado pop orquestal

Sentado al piano con sus indispensables gafas de montura blanca, arropado por un grupo de cinco músicos y un sofisticado aparato luminotécnico, y luciendo todavía su voz distinguible a los 79, Polnareff revivió aquellas estrofas un día escandalosas y ejercitó su fondo de músico concienzudo y de bagaje clásico. Canciones refinadas como la existencialista ‘Sous quelle étoile suis-je né?’, ‘Le bal des Laze’ y ‘Qui a tué grand’maman’, con su coro celestial, que resultó ser la única incursión (lástima) en su álbum de culto ‘Polnareff’s’. Obra esta, de pop orquestal con vibrantes dinámicas y arreglos de mini-Moog y clavecín, que merece tanta atención como el muy reconocido internacionalmente, también de 1971, ‘Histoire de Melody Nelson’, de Gainsbourg (disco con el que compartió bajista, Herbie Flowers).

El clímax lo trajo ‘Lettre à France’, el melancólico fruto del autoexilio estadounidense, cuando dejó su país tras vivir un cúmulo de reveses: denuncias por atentar contra la moral, la traición (millonaria) de su mánager, el choque con Hacienda. Y de ahí, al lánguido fundido de ‘Goodbye Marylou’, una pieza que años atrás grabó Nick Cave en un disco de homenaje a cargo de la generación indie-rock, en uno de esos intentos (muchas veces fallidos) de explicar al mundo que la música de nuestro tiempo no es solo la que se conjuga en inglés.

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