A los 94 años

Muere Milan Kundera, la voz existencialista de los exiliados del poder soviético

Milan Kundera, masculino singular

Milan Kundera a su editora, Beatriz de Moura: "Pero de mi obra, ¿qué ha leído usted realmente?", por Juan Cruz

Milan Kundera

Milan Kundera / MIGUEL MEDINA

Elena Hevia

Elena Hevia

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En los años 80, ‘La insoportable levedad del ser’ se convirtió en un libro de cabecera para los buenos lectores. Era el libro que había que leer si querías estar en sintonía con tu tiempo. Era, para empezar, una novela que seguía las vidas de un puñado de personajes perdidos en el marasmo de una individualidad en crisis, insertos en una realidad política más amplia - comunismo de la era soviética- que no hacía más que añadir peso al asunto.¿Cómo pensar en tu libertad como individuo si estás constreñido por una dictadura castradora? 

Milan Kundera, que ha muerto este martes en París a los 94 años, según ha informado la televisión checa, era por entonces el autor encumbrado en los altares de la alta literatura que había optado por el camino del exilio de su Checoslovaquia natal en 1975, tras haber sido despedido de su puesto en la universidad, habiéndosele prohibido cualquier tipo de trabajo intelectual, mientras sus novelas eran retiradas de las escuelas.

Antes era medianamente conocido en los círculos literarios por una trilogía de novelas, ‘La broma’, ‘La vida está en otra parte’ (que obtuvo el Premio Medicis a la mejor novela extranjera) y ‘La despedida’ (Premio Mondello), que combinaban lo grotesco y lo humorístico con ráfagas dramáticas que no llegan a alcanzar la maestría de lo que llegaría más tarde. En ‘La broma’ se inspiro en su propia expulsión del partido comunista en 1950, y aunque la obra se publicó sin recortes, estuvo tiempo retenida por la censura.

La herida del exilio

Es a su llegada a París cuando cristaliza el Kundera más admirado y respetado y lo más sorprendente, un autor de ‘best-sellers’ -tómese esa palabra con pinzas- literarios en los que explora en profundidad su propia herida como exiliado, a través de la despersonalización, la crisis de identidad y el desajuste cultural en su nuevo destino que él mismo estaba experimentando. Son, además de 'La insoportable levedad del ser' (1984), 'El libro de la risa y el olvido' (1979) y 'La inmortalidad' (1988). Tres monumentos literarios que la crítica francesa primero y más tarde la internacional encumbraron inmediatamente, alabando no solo la profundidad de sus historias sino sobre todo la fluida fusión de ficción y pensamiento. Horrorizado por esa visibilidad ajena a sus intenciones llegó a decir entonces: “Estoy saturado de mí mismo”. Siempre fue un autor remiso a las entrevistas.

Más tarde, con su fama consolidada, Kundera abordó una tercera trilogía de novelas breves, casi liofilizadas y muy elegantes, 'La lentitud', 'La identidad' y 'La ignorancia', que escribió directamente en francés. De hecho, en 1981 había adquirido la nacionalidad francesa después de que el gobierno checo le desposeyera de la checa. Catorce años después de su última novela, un enorme lapso de tiempo sin publicar, vio la luz 'La fiesta de la insignificancia' (2014), que fue un acontecimiento cultural, cuando el autor tenía 85 años y donde volvió a recuperar su viejo sentido de lo grotesco.

Como profesor universitario, el autor fue también su mejor crítico, especialmente en 'El arte de la novela,' una colección de siete ensayos en los que explicaba su concepción de la vieja literatura centroeuropea, a través de autores como Hermann Broch, Musil o Gombrowicz, que fueron la piedra fundacional de su escritura. Naturalmente, el ensayo también fue una manera de pensarse a sí mismo en esa tradición, insertándose en ella.

Al igual que Broch, también convenía en que la novela psicológica -un término que muchos le adjudicaban- había llegado a su fin y que en los 80 había que seguir la senda de la novelas “polihistóricas”, las que reúnen “todas las ideas y todo el conocimiento para arrojar luz sobre la existencia”, como explicó en su canónica entrevista a ‘The Paris Review’. 

Sin Nobel

Nacido en Brno, Moravia, en 1929, ser hijo de un reputado musicólogo discípulo de Leos Janacek, gloria nacional checa, marcó su primera vocación por la música, que tiene un peso significativo en su producción literaria. Pese a que en la Universidad empezó estudiando literatura, acabó licenciándose en la Facultad de Cine de la Academia de Praga. Durante años fue docente de esta materia.

Aunque el Nobel se le resistió, era un candidato perfecto para ello y muchos hoy reprochan a la Academia que se haya ido a la tumba sin esa distinción. Una de las razones para ese ninguneo quizá se basa en las acusaciones de haber denunciado a un colega, cuando en los años 50 era todavía un ferviente estalinista. Kundera siempre negó que aquello hubiera sido así. No hubo Nobel pero fue, sin embargo, gran Premio de la Academia Francesa por su trayectoria, el Nacional de Literatura checa y el Franz Kafka, además del Premio Jerusalén, por su lucha a favor de la libertad.

Miembro del panteón de los grandes autores -hombres- europeos, santificado por su entrada en La Pléiade, a Kundera también se le ha reprochado si no una mirada misógina sí un punto de vista androcéntrico a la hora de valorar la gran literatura en sus ensayos literarios en los ignoró -signo de los tiempos- olímpicamente a las autoras, si se exceptúa -vaya, por donde- a la popular, pero inane desde el punto de vista literario, Agatha Christie.