La caja de resonancia

¿Cómo sabe un promotor si su concierto llenará o pinchará?

Pese a la sensación popular de que la industria juega siempre sobre seguro, y aunque ahora se afine más que antes, la posibilidad de pillarse los dedos sigue existiendo, como ilustran conciertos recientes cuyas cifras de asistencia han sido inferiores a las esperadas, de Malú a The Who, pasando por Primavera Sound Madrid.

El p�blico siguiendo uno de los conciertos en el escenario principal en el Azkena Rock Festival en VitoriaGasteiz.jpg

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Jordi Bianciotto

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Hoy hay maneras para tratar de calibrar el poder de convocatoria de un artista y es cierto que ya no suelen verse pinchazos tan estrepitosos como los de otros tiempos. El gran Bo Diddley, tocando ante apenas 500 fans en el Palau d’Esports (1984). Janet Jackson (1994) o Genesis (1998), con unos pocos millares acomodados en un extremo del Palau Sant Jordi, que se hizo también inmenso para aquel invento llamado Frock’n’roll, con Bono al frente (2001): cuando abrí el sobre con mi acreditación, me encontré dentro con seis invitaciones, seis, presagio de la catástrofe que se avecinaba.

Pero los errores de cálculo siguen produciéndose, y esta temporada hemos tenido algunos ejemplos. Malú, actuando ante medio aforo en el mismo Sant Jordi (cuando hace poco se anotaba ‘sold outs’ de dos en dos), el caso de una leyenda rock como The Who o el episodio de Primavera Sound Madrid: la Comunidad esperaba 85.000 asistentes diarios y la cifra se quedó en la mitad. Todo un Lluís Llach no logró llenar el local de Montjuïc en su primer concierto en 16 años (le faltó poco, pero la previsión contemplaba anotarse dos noches), y la Companyia Elèctrica Dharma tuvo que contentarse con poco más de media entrada para celebrar su 50º aniversario.

Las razones pueden ser muchas y habría que examinar caso a caso, lo cual siempre es cómodo a toro pasado. Y la gracia consiste en saber leer la jugada con anticipación, y por eso programar y elegir el escenario correcto es casi una forma de arte: 5.000 asistentes pueden constituir un gran éxito o una catástrofe. Ahí, el olfato sigue siendo crucial, pero hay más. “Ahora hay que estudiar a fondo el momento en que se encuentra el artista, ver sus números en las redes, rastrear su gira y la zona del concierto, la competencia, el momento…”, me cuenta Albert Mallol, más de tres décadas dirigiendo Porta Ferrada. “Y con todo, esto sigue sin ser una ciencia exacta”.

Y me acuerdo de Gay Mercader: “si no hubiese riesgo, todo el mundo sería promotor”, suele decirme el hombre que se arruinó cuatro veces. Sentencia que choca con esa idea flotante de que la industria es un agente infalible. No exactamente. Es más, un estadio casi lleno, al que le queden 5.000 entradas por vender y transmita una imagen de bonanza, puede representar un descalabro financiero, porque a ese nivel el umbral de la rentabilidad está muy arriba. Y por eso podríamos hacer una lista de cadáveres del ‘show business’, promotores que un día se arruinaron y que ya no se levantaron.

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