La gran cita musical

El Sónar entra en otra dimensión con Eric Prydz

El dj sueco despliega su house progresivo a través de un 'show' tridimensional abrumador más propio del futuro y pone el broche de oro a un festival que siempre apunta al más allá y a lo desconocido.

El Sónar entra en otra dimensión con Eric Prydz

El Sónar entra en otra dimensión con Eric Prydz / Jordi Otix

Ignasi Fortuny

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El Sónar siempre celebra su fiesta, sea o no la del 30 aniversario como este año, en el más allá. El festival de músicas avanzadas congrega a criaturas hechizadas por el sonido, múltiples melodías electrónicas variopintas a las que siguen cada año centenares de miles de fieles que llenan el certamen. Pero aquí, en el Sónar, pasa a menudo que la imagen es tan importante y atractiva como las propias canciones, llegando a formar un conjunto hipnotizante.

En su noche de cierre, el festival ha contado con un espectáculo de brujería cargado de pócimas del futuro, aunque haya sucedido en el presente más radiante y ante las miles de personas que esta noche han cruzado a otra dimensión con los pies en el suelo de la Fira de Gran Via. El 'dj' sueco Eric Prydz ha presentado uno de los espectáculos más punteros a fecha de junio del 2023. Un futuro inimaginable que es real. 'Holo' (de holograma), algo así como aquello que prometían las gafas de realidad virtual, pero, importante, sin gafas de realidad virtual.

Una inmensa instalación de pantallas crean para mezclar con el house progresivo del sueco criaturas que sobresalen de ellas o un brazo robótico articulado que sostiene un móvil que interactúa con el público en el inicio del 'show' tridimensional. Y juegos de luces y láseres consiguen, por ejemplo, un efecto lluvia que acompaña una casi palpable tormenta eléctrica en el interior abarrotado de la Fira. Hologramas gigantes que se mueven y ejecutan los movimientos que dirige desde un altar en la penumbra Eric Prydz, autor de la legendaria 'Opus' y, ahora también, padre de la fiesta en la dimensión desconocida.

La tierra de todos

El Sónar se ha erigido sin duda en el espacio ideal para los espectáculos que quedan en tierra de nadie (o en tierra de todos), aquellos que se entojan como algo complicado de definir, al menos en pocas palabras. Está cómoda en el festival la dupla formada por el músico igualadino Carles Viarnès y la artista visual madrileña Alba G. Corral, pareja de sintonía exquisita en la que no se vislumbra brecha.

Presentaron en horario diurno el disco del pianista 'Hyper_O', impregnado de melodías gregorianas escupidas precisamente por un extraño instrumento llamado hiperórgano que Viarnès controla digitalmente, dejando al piano en una segunda línea, y que le permite hacer cosas que serían imposibles de la manera tradicional. Corral, a varios metros del pianista pero ni mucho menos a su aire, ajusta las imágenes que se proyectan en una gran pantalla que gobierna el escenario del auditorio. Un espectáculo que lo visual eleva a un seductor paraíso desconocido, como el mismo hiperórgano.

En terrenos poco ortodoxos también se mueven dos de los raperos de la escena española más interesantes que programaba en el festival. Predispuesto siempre ha explorar está el barcelonés Leïti Sène. Con una máscara blanca, sudoroso pero cómodo con un público que incluía su pareja, su bebé y su madre, hizo gala de su 'flow' extenso a través de buena parte de su álbum 'Apocalipsi'.

En un salto temporal breve, una hora después en el mismo escenario, Leïti irrumpía para cantar un tema en el concierto del segundo rapero trascendente de la tarde, aquel chaval que abrió camino con C. Tangana en el colectivo Agorazein, Sticky M. A., empeñado en abrir otra dimensión en el rap. Transitó por ella a lomos de algunas de sus mejores canciones de 'Corazón verde' y el genial '5ta Dimensión'. Un mundo verde al que, si fuera por él, no entraría mucha gente, poco amante de las multitudes excepto si es en un concierto.

A 2manydjs las masas le sientan de maravilla, brujos del desmadre final en el escenario mayúsculo de la parte diurna y al que anunciaron su llegada con 'Bizcochito', de Rosalía. Pero no solo lo irresistible triunfó, también la escena latina cabalgó con nombres como Nick León o Flaca, la dj argentina afincada en Donosti que ha hecho en el Sónar su último bolo en Barcelona pues ha dicho que lo deja, saturada de los ritmos del mundo de la música. Figura indispensable en hacer del club un espacio seguro para todos, mezcló himnos latinos actuales -sonó Bad Gyal, una de las reinas de la madrugada del cierre, para el delirió de un publico sediento de perreo- con otros como 'Hip's don't lie'. Porque, en efecto, las caderas no mentían. Tampoco en el Sónar de la otra y las mil dimensiones.

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