Recital

Juan Diego Flórez y su fraseo señorial reconquistan el Palau

El tenor peruano se mostró en excelente forma en su regreso al auditorio modernista

Juan Diego Florez, en el Palau de la Música Catalana.

Juan Diego Florez, en el Palau de la Música Catalana. / Antoni Bofill

Pablo Meléndez-Haddad

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Son pocos los cantantes que, a pesar del paso del tiempo, consiguen mantener casi intactas sus capacidades vocales. Uno de ellos es el tenor peruano Juan Diego Flórez, uno de los favoritos del público desde hace casi tres décadas y que, desde entonces, continúa ofreciendo una prestación musical incomparable. La voz evoluciona, cambia, como también lo hace el cuerpo humano, pero gracias al trabajo y al cuidado de este intérprete excepcional su desempeño continúa impresionando, desbordante de talento.

Así lo demostró en su esperado regreso al Palau de la Música Catalana, escenario en el que actuó acompañado por un fiel y entregado Vincenzo Scalera, una leyenda del piano. El programa incluyó arias de salón y de ópera barroca en la primera parte, junto a canciones de su adorado Rossini, para más tarde adentrarse en el repertorio francés y verdiano que Flórez ha ido incorporando en la última década.

Con Gluck y un aria de ‘Paride ed Elena’ Flórez abrió la velada aplicando ya desde el comienzo la marca de la casa: fraseo elegante, seguridad técnica y facilidad en la zona aguda. Y si comenzó cuidando el 'fiato' para no cansarse, en nada se puso al día. Tras un par de ‘ariette’ de estudio llevadas a lo más alto gracias a su poderío, algo arriesgó en el capítulo dedicado a Gioachino Rossini, autor belcantista del que Flórez es un experto –por algo es el director artístico del Rossini Opera Festival de Pésaro (Italia)–, de quien se incluyeron dos piezas de su colección ‘Péchés de vieillesse’, “L’esule” y “La lontananza”, antes de otras dos arias, “Deh! tu m’assisti amore”, de ‘Il signor Bruschino’ y “La speranza più soave”, del imposible Idreno de ‘Semiramide’. Línea de canto perfecta, dosificación de medios, ornamentación impecable... Flórez brindó una clase magistral de ‘bel canto’ rossiniano cerrando con la primera ovación de noche.

Con Édouard Lalo y una escena de su ‘Le roi d’Ys’ comenzó una excelente segunda parte seguida de una impresionante versión de “Ah! Lève-toi, soleil”, de ‘Roméo et Juliette’ de Gounod, llevando al público al entusiasmo. La no menos expuesta “Ange si pur”, de ‘La favorite’ de Donizetti pareció esculpida en oro en la voz del cantante, antes de adentrarse en dos arias de Verdi que el cantante bordó, dándolo todo. Primero interpretó una escena de ‘Un ballo in maschera’ –en la que no se echó en falta más capacidad de proyección– y, más tarde, la popular “Quando le sere al placido” (con su 'cabaletta'), de ‘Luisa Miller’, llevándosela a su terreno.

Para el final dejó un solitario Puccini con el que, tras un solo de piano de Scalera, Flórez despidió la velada con “Torna ai felici dì”, de ‘Le villi’ provocando otra ovación antes de entrar en el siempre generoso capítulo de propinas llegando a ofrecer hasta cinco canciones, dos de ellas acompañándose de guitarra.