Entrevista

Elizabeth Duval: "Una buena parte de la izquierda está cómoda en la derrota"

La pensadora, próxima a Yolanda Díaz, publica 'Melancolía', un alegato a favor de recuperar la esperanza en las actuaciones en el espacio público

Duval

Duval / Manu Mitru

Elena Hevia

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Bien podría ser Elizabeth Duval, pensadora formada en la Sorbona, 'la' filósofa del siglo XXI. No solo porque nació en el 2000 -sí, tiene tan solo 22 años- sino porque es capaz de valerse de Spinoza como guía y a la vez aparecer como tertuliana en el ‘Al rojo vivo’ de Ferreras. Analista política con cinco libros en su haber, muy cercana a Yolanda Díaz, acaba de publicar el ensayo ‘Melancolía’ y ha sido partidaria de la reforma a la Ley Trans de Irene Montero. “Qué sectarismo que no admite la discrepancia. Los matices no son pecado. Y qué profundamente asqueroso el pensamiento según el cual, por ser yo trans, le debo algo (¿lealtad?) al Gobierno o un Ministerio”, tuiteó en su momento respondiendo a las demoledoras críticas de Podemos. 

Lleva un tatuaje en el brazo, es el arcano del tarot de la Luna. ¿Qué significado tiene?

Me lo hice hace tiempo, es una carta muy oscura.

¿Ese dibujo está en sintonía con la ‘Melancolía’ de su libro?

Hay que pasar por las tinieblas para luego irradiar luz. A menudo me preguntan si soy melancólica y contesto que no, pero que sí fui adolescente. Me dice Spotify que escucho mucha música triste, pero en líneas generales soy una persona bastante feliz.

Aclaremos que la melancolía de su libro tiene un carácter más político y que nada tiene que ver con las depresiones individuales.

Ni con buscar tu persona-vitamina (Ríe).

Sostiene que la izquierda se ha quedado anclada en un negativismo paralizante.

No voy a dar nombres pero recuerdo muy bien oír como dos políticos de izquierdas en la intimidad se lamentaban de que allí donde se presentaban era imposible ganar y que aun así participaban. A mí esa postura me parece cínica. Ese sentimiento, casi una atmósfera, es hoy compartido por buena parte de la izquierda. El gran problema es cuando afecta a sus dirigentes.

Parece que una parte de la izquierda está cómoda en la derrota. Pienso en el primer Podemos cuando discutía con Izquierda Unida por su una vocación minoritaria.

Ha calado hondo aquello de que “Parece más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”.

Esa frase de Fredric Jameson no está completa y suele citarse mal. Después se pone más optimista y habla de poner en marcha el motor de la historia. Por algún motivo la izquierda ha decidido quedarse con la primera parte, quizá porque nos quitaba un poquito de responsabiliad. Ya no teníamos que inventar el futuro o idear una estrategia. Parece que una buena parte de la izquierda está cómoda en la derrota. Pienso en el primer Podemos cuando discutía con Izquierda Unida por su una vocación minoritaria.

La escritora Elizabeth Duval, en la sede de Planeta.

La escritora Elizabeth Duval, en la sede de Planeta. / Manu MItru

¿La nostalgia del pasado no suele ser una cosa conservadora?

Lo es. Ahí están los ejemplos de Mayo del 68 y del 15-M, la izquierda ha hecho el duelo de estos movimientos que se han anhelado y perseguido quizá en un momento clave generacional. Lo vivieron tan intensamente que luego han sido incapaces de no quedarse atrapados en el tiempo. Lo que era en su momento una mirada hacia el futuro ha acabado siendo una mirada hacia el pasado porque lo más importante es decir: “yo estuve ahí”. Así en lugar de pensar en las cosas que podrían ser, nos quedamos con lo que no llegó a ser. Eso es puro conservadurismo vital. Tus ideales pueden seguir siendo los más transformadores pero su práctica es el inmovilismo porque está fijado en el pasado.

Lo cierto es que hemos visto caer tantas utopías que a veces parece comprensible dejarse llevar por la melancolía.

No me gusta ese conceto, utopía. Hay una famosa frase que dice que las utopías sirven para hacernos caminar pero no sé si estoy de acuerdo con ello. No nos deberían mover las utopías sino metas más concretas, necesidades y no ideales utópicos.

La pobreza o la desigualdad no deben corregirse buscando la utopía, deben corregirse sencillamente porque son injustas

¿Necesidades de qué tipo?

El tema de la pobreza o la desigualdad, por ejemplo. No creo que haya que corregirlas porque nos hemos construido una imagen utópica en la que las clases sociales no existen. Hay que corregirlas sencillamente porque son injustas. Cuanto mayor es la distancia entre la realidad y el deseo tanto mayor será el duelo posterior. Hay que aprender de eso.

Para paliar ese aspecto cenizo reivindica la felicidad, algo que no tiene buena prensa.

Porque la vemos como una meta, una imposición, una patraña.

Los estadounidenses, además, la integraron en la Declaracion de Independencia.  

Sí, la búsqueda de la felicidad como un derecho básico, pero también como una meta. Lo que yo reivindico es justamente lo contrario, no me interesa tanto el modelo aspiracional como las condiciones de partida en las que vivimos y que impiden que la gente sea feliz. Fijarnos, por ejemplo, en  las condiciones que dan lugar a una distribución desigual de la riqueza.

¿El dinero da la felicidad?

El dinero está altamente relacionado con la felicidad hasta un cierto punto. Según las ciencias sociales existe una curva en la que la felicidad se incrementa más o menos hasta los 3.000 euros al mes y ahí deja de crecer. Si no tienes cubiertas tus necesidades básicas, si no tienes tiempo, si no puedes desarrollarte, si arrastras deudas, si vives explotado es muy difícil que seas feliz.

Igual que hay melancólicos del 15-M ya hay melancólicos de Podemos. Se han creado muchas rencillas y relatos de traiciones por el camino.

¿Sumar es la respuesta a esa melancolía?

Es posible. Igual que hay melancólicos del 15-M ya hay melancólicos de Podemos, un estancamiento en el 'aquello que pudo ser y no fue'. Se han creado muchas rencillas y relatos de traiciones por el camino. Eso impide cualquier elaboración de futuro.

Usted misma no se ha librado de las acusaciones de traidora.

Yo eclosioné hace poco más de dos años y aunque creo que Pablo Iglesias me respeta intelectualmente, las críticas que me ha dirigido como colaboradora “cloaquera” de Ferreras tienen más que ver con el hecho de que estamos en periodo electoral y que se me identifique como alguien próximo a Yolanda Díaz.

¿Qué espera de Sumar?

Es complicado. No todo depende de su propio buen hacer. Hay otras variables. En el 2015 había una idea que me parece muy seductora: no querer ser, como en el caso de Izquierda Unida, la muleta del PSOE. Entonces las encuestas apuntaron hacia el 'sorpasso' y por primera vez se creó la ambición real de llegar al poder. Sumar tiene que creerse como espacio de cambio que no sea subalterno. A mí no me interesa una izquierda que no ambicione gobernar. 

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