Vida editorial postmortem

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Los recientes anuncios de la publicación de inéditos por parte de los herederos de García Márquez y Vázquez Montalbán alimenta un viejo debate

Combo de Montalbán, Gabriel García y Roberto Bolaño

Combo de Montalbán, Gabriel García y Roberto Bolaño / agencia

Elena Hevia

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El reciente anuncio, avanzado por este diario, por parte de los hijos de Gabriel García Márquez de que coincidiendo con el décimo aniversario del fallecimiento del Nobel, el año próximo se publicará finalmente la novela inacabada del autor ‘En agosto nos vemos’ vuelve a plantear la eterna duda de la legitimidad o no de dar a la luz obras que un escritor, en su momento, no consideró aptas para su publicación o, en su defecto, no dio instrucciones precisas para ello. El debate tiene una larga historia, una gran cantidad de derivadas e incluye tanto detractores como defensores de la edición póstuma. 

La regla general es que la aparición de un inédito es una buena noticia para editores y lectores, aunque los críticos puedan enarcar una ceja y plantear serias dudas sobre si el libro en cuestión puede añadir lustre a la gloria de un autor. Que no lo hizo estuvo muy claro en el caso de la exhumación en su día de los inéditos de Hemingway (‘Islas a la deriva’, El jardín del Edén o ‘Al romper el alba’), Cortázar (‘Divertimento’ y ‘El examen’) o Nabokov (‘El original de Laura’), este último apenas un mero esbozo desarrollado en más de un centenar de fichas. Sin embargo, lo mejor de la obra de Albert Camus no estaría completa sin ‘El primer hombre’, manuscrito y extraordinaria novela que Albert Camus llevaba consigo en el accidente de tráfico que le costó la vida, del que su hija Catherine decidió su aparición 35 años de su muerte.  

Entre la traición y la ingenuidad

¿Publicar o no hacerlo? Todo heredero, hijo, cónyuge, abogado, agente, amigo y/o albacea de un autor o autora famosa y difunta que ha dejado trabajos en el disco duro del ordenador o directamente en el cajón deberá enfrentarse a ese dilema sabiendo que la posteridad de una forma u otra siempre va a juzgar duramente a los que han tomado la decisión. Si la novela se publica, contraviniendo las reticencias, y en ocasiones la negativa expresa del escritor, es posible que sean tildados de traidores. Si no lo hacen quizá les acusen de remilgada estupidez.

Dictaminar un juicio no es sencillo porque visto el asunto en perspectiva, en ocasiones los primeros en equivocarse en la valoración de sus obras son los propios escritores. Ahí está los casos que sientan jurisprudencia tradicionalmente en el debate: Franz Kafka pidiéndole en vano a su amigo y albacea Max Brod que quemara ‘El castillo’, ‘El proceso’ o ‘América’, -además de sus diarios, sus cartas y sus dibujos- tras su muerte o la hermana de Emily Dickinson contraviniendo las instrucciones de la poeta respecto a la destrucción de sus documentos íntimos. Por suerte para los lectores del mañana, nosotros, los herederos hicieron entonces caso omiso.

Dar, o no, este escrito a las llamas

Así que el consejo para un escritor reconocido a quien no convenza lo que ha escrito y no desee darlo a conocer debería ser “destrúyelo tú mismo”. Es lo que hizo, dicen que en un rapto de locura mística, Nikolai Gogol, padre de la literatura rusa del XIX: echó a las llamas la segunda parte de ‘Las almas muertas’, una obra maestra absoluta. Eso es lo efectivo. Nabokov y el filósofo Michel Foucault dejaron explícitos deseos de no ser publicados póstumamente, pero eso no impidió que ‘Las confesiones de la carne’, del pensador francés apareciese en 2018, 30 años después de su muerte. 

Combo bueno

Franz Kafka, Harper Lee y Italo Calvino / Agencias

También es digno de mención el vidrioso caso de Harper Lee quien durante más de 50 años sostuvo que ‘Matar a un ruiseñor’ sería la única novela que publicaría y que tan solo ocho días antes de su muerte, nonagenaria, ciega y sorda, dictó, al parecer, un intempestivo testamento nombrando herederos a sus sobrinos y a su abogada, albacea testamentaria. Fue esta última quien descubrió el manuscrito supuestamente perdido de ‘Ven y pon un centinela’, y dos meses después de la muerte de Harper Lee anunció la futura aparición del libro. Anunciada como una secuela de su gran obra, la lectura desveló que era en realidad una versión anterior y bastante imperfecta de aquella.  

Gabo y Manolo

Parece claro que el único argumento que redime del ‘pecado’ de no respetar la voluntad del difunto es la excelencia literaria. En el caso de García Márquez, no hubo una negativa expresa posiblemente porque el autor, que no llegó a dar por terminada la novela aunque sí la llegó a corregir durante años sin resultados satisfactorios, se enfrentó en sus últimos años a un importante deterioro cognitivo. En el anuncio oficial, los hijos de García Márquez dicen que han leído con atención el inédito creado “contra viento y marea” -una forma elegante de aludir a la enfermedad de Gabo- y aseguran haber descubierto en ella “muchos y disfrutables méritos”. La opinión de Gonzalo y Rodrigo García Barcha está en contra del informe negativo que un lector de la Agencia Balcells hizo en su momento tras la muerte del autor, aunque lectores recientes de la novela han tachado aquella primera lectura de “miope”. 

Otro caso reciente en esa dirección es la aparición de un trabajo inédito de Manuel Vázquez Montalbán, una obra primeriza, de hecho, la primera novela del autor, de la que la familia, su viuda, Anna Sallés, y su hijo, Daniel Vázquez Sallés, desconocían la existencia. Como es sabido, el padre de Pepe Carvalho falleció repentinamente en Bangkok, de un infarto, a los 64 años, sin dejar disposiciones para su legado. “Para mí, la decisión de publicarla no es en absoluto un quebradero de cabeza sino una alegría inmensa –dice Vázquez Sallés-. La agente María Lynch y yo leímos la novela y coincidimos en su valor literario.Tengo muy claro que no voy a publicar nada que empañe la memoria de mi padre”. 

Dragones que guardan la cueva

El papel de fiero heredero, celoso guardián de los ‘royalties’ adoptando decisiones inflexibles no es un trabajo sencillo. Y la mayoría de las veces, tampoco reconocido por lectores y críticos. La palma se la llevan las viudas. A Chichita Calvino, esposa de Italo Calvino y responsable de los inéditos publicados tras la prematura muerte del autor a los 61 años los diarios italianos la llamaron “la viuda negra más temida de la literatura italiana del siglo XX”. Una etiqueta fácilmente trasladable a Argentina para la recientemente fallecida María Kodama, celoso dragón de la obra de Jorge Luis Borges o a España con Carolina López, viuda de Roberto Bolaño.

El del chileno es un caso paradigmático. Fallecido hace 50 años –este verano se cumplirán 20 de su marcha- en pleno pico de una fama global y meteórica, el autor dejó a sus fervorosos lectores con mucha hambre, algo que la viuda alimentó con diez inéditos –una cifra no muy alejada de los libros que publicó en vida-, de los cuales solo ‘2666’, ‘El gaucho insufrible’ y ‘La universidad desconocida’ llegaron a ser editados personalmente por el autor antes de su muerte. Tal es la magnitud del legado oculto del autor que el pasado 28 de abril, día en que el autor hubiera cumplido 70 años, los herederos brindaron en internet, una pequeña selección de fragmentos inéditos. 

Editar sin el autor presente entraña riesgos, lo que para Pilar Reyes, directora editorial de Penguin Random House, última responsable de los inéditos de Bolaño y García Márquez, la respuesta está en el rigor. Para ella, cualquier decisión editorial es una propuesta de lectura en la que se elige uno u otro formato, una imagen de cubierta o un texto de contra que establece una clave en la que el libro debe leerse. Algo que, asegura, en las obras póstumas se vuelve particularmente importante: “Creo que cada proyecto marca sus propios desafíos: algunos libros necesitan prólogos que los expliquen, otros notas al texto, otros simplemente una nota que dé cuenta del origen del manuscrito. El único mandato es que los textos estén implacablemente editados y que respeten el original. El editor propondrá esa clave de lectura a la que antes me refería y el lector juzgará en absoluta libertad el texto”. Estaremos a la espera.