Estrenos de cine

Crítica de 'Mi crimen': elogio de la falsedad

'Mi crimen'

'Mi crimen'

Nando Salvà

Nando Salvà

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

De regreso a ese registro vodevilesco que en el pasado le proporcionó dos de sus mayores triunfos comerciales, ‘8 mujeres’ (2002) y ‘Potiche’ (2010), François Ozon usa una obra teatral de los años 30 como base de lo que aparenta ser una farsa contra el patriarcado y un canto a la sororidad. Su protagonista, eso sí, es una joven actriz que se acusa a sí misma del asesinato de un productor libidinoso con el fin de impulsar su carrera; la forma de empoderamiento y solidaridad femeninos que retrata, dicho de otro modo, son menos un gesto político que un instrumento de ascenso social y enriquecimiento personal.

Ozon trata de emparentar la película con las comedias de Sacha Guitry y Ernst Lubitsch a través de intercambios trepidantes de diálogos y dosis de ironía, y entretanto confunde velocidad con ritmo e histrionismo con ingenio. ‘Mi crimen’, asimismo, muestra más interés en alardear de su superficialidad y su artificialidad que en hacer verdadera sátira; en realidad, profesa el mismo cinismo hacia sus protagonistas femeninas que hacia los hombres inmorales, incompetentes y groseramente asustados del sexo opuesto que las rodean. Y esa equidistancia funciona a la vez como demostración involuntaria de ideología reaccionaria y como cínico argumento con el que convencernos de que todo -el sistema judicial y la prensa, el MeToo y el patriarcado, el teatro y las películas como esta- es esencialmente manipulación, falsedad y simulación.