Artista comprometido

David Bagué, maestro lutier: así se fragua el violín ‘prêt à porter’

El reconocido lutier barcelonés, el más internacional de la Península y proveedor de artistas como Leónidas Kavakos o Jordi Savall, ha puesto en marcha la idea alumbrada durante la pandemia (y, en parte, a causa de la pandemia) de hacer instrumentos económicamente accesibles destinados a talentos jóvenes. De esta forma, Bagué ha democratizado su arte a imagen y semejanza de lo que hizo el mundo de la alta costura en los años 50.

David Bagué

David Bagué / RICARD CUGAT

Mauricio Bernal

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Un nuevo violín sale de las manos de David Bagué, lo cual siempre es noticia. En su taller de Gràcia, bañado oblicuamente por la luz primaveral que rebota desde el jardín, el lutier más internacional de la Península da los últimos retoques al instrumento. El montaje, el barniz. El puente a la altura, la angulación justa. En general, el control de los detalles. Hasta la calle se escapa el olor del lugar, un aroma característico mezcla de madera y sustancias varias. Y de algo más: un intangible que tiene que ver con el tiempo, con las horas que ha pasado allí, trabajando; que tiene que ver con la acumulación. Hacia el final de la mañana mira el resultado, orgulloso. Un nuevo violín Bagué. O eso parece, a simple vista. En realidad es más que eso.

El ‘prêt à porter’ de la lutería contemporánea acaba de ver la luz en Barcelona, más concretamente en Gràcia, más concretamente en este espacio de talante dieciochesco de la calle de la Virtut. La misma operación que llevó a cabo el mundo de la alta costura en los años 50 en pos del ideal de democratización la está ejecutando uno de los lutieres más reconocidos de Europa: hacer de su arte un bien más accesible. Este violín que mira y sopesa antes de darlo por terminado forma parte de ese propósito. Los músicos jóvenes y en ciernes, principal objetivo del proyecto, han acogido la idea con beneplácito y los violines Bagué, acostumbrados a trasegar por los grandes escenarios, empiezan a verse en manos de los principiantes que se forman en los conservatorios de Europa. Una pequeña revolución en el mundo de la lutería.

David Bagué

David Bagué. / RICARD CUGAT

“El proyecto se llama Alta Cultura Social –dice Bagué, Creu de Sant Jordi 2003 en reconocimiento a su labor artística– y es la cristalización de la idea de que mi trabajo debe poder ofrecer a potenciales talentos del mundo de la música un instrumento de alta calidad para su desarrollo. Algo así como el ‘prêt à porter’ de la organología”. “Llevo toda mi vida construyendo instrumentos para grandes músicos, dedicado a este trabajo elitista que, queramos o no, es la construcción de violines -continúa-. Pero no olvido que soy hijo y nieto de trabajadores, gente de oficio, y que crecí en este barrio de artesanos, de gente que se ganaba la vida con las manos. Todo esto, al margen de los derroteros por los que me haya llevado mi arte, ha despertado una reflexión sobre la dimensión social de mi trabajo. Al final, mi sensibilidad social está más cerca de mi clase y no del mundo que he conocido gracias a mi oficio”. Bagué, un orgulloso personaje de otro tiempo, no ha escapado a una circunstancia muy del suyo: la reflexión pandémica, esa que ha hecho que muchos modifiquen ligera o radicalmente el rumbo.

Hacer económicamente accesibles unos instrumentos que viajan por el mundo a hombros de colosos como Leónidas Kavakos –por ejemplo– pasa por dos cuestiones básicas: por un lado, la madera empleada para su construcción. Por otro, los acabados. “Tengo unos materiales extraordinarios –dice Bagué–, maderas de 15, 20, 30, 50, 100, de más de 150 años. Este escalonado en la materia prima es el que me permite ofrecer instrumentos a la carta, por así decirlo. Por otro lado, la experiencia que tengo me da la posibilidad de hacer violines con unos acabados más ligeros. En términos históricos, son instrumentos parientes de los violines Testore, los que hacían Carlo Testore y familia, que trabajaban más para músicos que para aristócratas o casas reales, como sí podía ser el caso de Stradivarius o Guarneri”. En resumen, Bagué recoge una tradición, algo que ya se practicaba en la Italia del siglo XVIII, la actualiza y se inventa otra versión de sí mismo. “Me da una libertad de acción inopinada, pero no desconocida para mí mismo. Trabajando así tengo un radio de acción infinito. Estoy en otro momento de epifanía”.

¿Significa esto que un Bagué ‘prêt à porter’ es de menor calidad que el que tiene en sus manos alguien como Kavakos? “No”, dice tajante el lutier barcelonés. “Tengo que dar la alta calidad que he pretendido siempre. Yo no me escapo de mi sonido. En un caso como en otro, la materia es doblegada en aras de la creatividad y la acústica”. La experiencia ha devuelto al artista las sensaciones que le depararon sus primeros escarceos con la lutería, cuando era un niño que jugaba a construir instrumentos con botellas y palos de escoba, como había visto hacer en un programa de televisión. “Me da una fuerza y una soltura en mi trabajo que me convierten en un afortunado hombre de taller. Vuelvo a ser el niño que juega y se divierte”. De esta manera, sus violines habituales, que siguen ocupando la mayor parte de su tiempo, salen beneficiados. Por un lado y por el otro, a sus 60 años Bagué se ha asentado en un momento dulce de su arte.

Al final, no deja de ser una forma de mecenazgo. “Acercar los instrumentos de alta calidad a un público para el que de otra forma sería impensable disponer de ellos es muy gratificante”, dice el lutier. “La gente que ha podido ofrecer a sus hijos la posibilidad de estudiar en un conservatorio ha sido gente con una posición social y económica, digamos, más desahogada que la de otros”. Muy crítico con la falta de una ley de mecenazgo en España, Bagué espera que su proyecto inspire a otros por contagio. Y allí, en medio de su taller, rodeado de maderas y carcasas que algún día serán violines, en este enclave moldeado a su imagen y semejanza, Bagué lo resume todo con el siguiente comentario, el norte de su vida de artista: “En el arte y en la cultura siempre hay que arriesgar”.

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