Crítica de música
Un Sokolov soberbio reinventa a Purcell
El regreso al Palau de la Música del maestro ruso-español, con un programa insólito, congregó a un enjambre de seguidores
Pablo Meléndez-Haddad
Pablo MELÉNDEZ-HADDAD
Tras más de una docena de actuaciones regresó al curso del Palau de la Música Grigory Sokolov, una vez más con un programa innovador cuya primera parte estuvo dedicada por entero a la obra del inglés Henry Purcell. El divo ruso (ahora también español) del piano, después de visitar Oviedo, Bilbao, Madrid y Valencia, ha querido yuxtaponer en este programa las creaciones del célebre compositor barroco con dos joyas de Mozart, consiguiendo una velada equilibrada y diferente, eso sin contar la tercera parte del recital, las propinas, siempre generosas, regalando en esta ocasión seis obras más.
Una de las características de la trayectoria de Sokolov es la de proponer obras insólitas, tal y como ha hecho este miércoles, con nueve piezas de Purcell, entre ellas las 'Suites' 2, 4 y 7, para clavecín, a las que sumó una trascripción para piano de su 'Melodía para trompeta en Do mayor, Z. T. 678, The Cíbelle' (en forma de gavota), la 'Lilliburlero en Sol mayor, Z. 646' (una melodía irlandesa) o la 'Melodía escocesa en Sol mayor, Z. 655', entre otras, tras abrir el fuego con un delicioso 'Ground in gamut, en Sol mayor' para llegar al descanso con la 'Chacona en Sol menor, Z. T. 680'.
Personalidad romántica
El maestro supo llenar de personalidad romántica unas piezas que, al no estar en el instrumento original (de cuerda punzada) pierden fuerza tímbrica, pero él consiguió transformarlas llevándoselas a su imbatible terreno con fraseo esculpido al milímetro, una digitación delicadísima y, sobre todo, sensible y virtuosa, dando sentido a un reguero de notas cortas y a todo tipo de ornamento.
La innovación no sorprende viniendo de Sokolov, ya que más allá de dictar cátedra en clásicos del piano como Chopin, Beethoven, Schubert, Schumann o Brahms, también ha hecho suyas -creando público nuevo- piezas de música medieval, barroca o del siglo XX siempre con igual fortuna.
Tras la novedad, llegó Mozart y su 'Sonata para piano Nº 13, en Si bemol mayor, K. 333/315c' para acabar con el 'Adagio para piano en Si menor, Kv. 540'.
¿Cómo la complejidad puede parecer sencilla? Viendo y escuchando a este soberbio artista, que nuevamente demostró su infinita sapiencia, expresividad y técnica en el ámbito mozartiano, la respuesta se hizo evidente. El 'Andante cantabile' de la Sonata fue pura magia, sensación que siguió en un inmenso 'Adagio' cargado de sentimiento.
Propinas de Brahms, Chopin, Rajmáninov, Scriabin y Bach-Siloti coronaron un nuevo recital para la historia del Palau (y de su público).
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