Crítica de concierto

Ferrández se corona con Shostakóvich en el Palau de la Música

El violonchelista madrileño ofreció una impactante versión del 'Primer concierto' del compositor ruso junto a la Sinfónica de Amberes dirigida por Elim Chan

Imagen del concierto del violonchelista madrileño Pablo Ferrández en el Palau de la Música

Imagen del concierto del violonchelista madrileño Pablo Ferrández en el Palau de la Música / A. Bofill

Pablo Meléndez-Haddad

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La temporada de Palau 100 volvió a contar con el violonchelista Pablo Ferrández tras su paso por el auditorio modernista en octubre junto a Anne-Sophie Mutter. Esta vez el aclamado intérprete español, que en junio regresará a este mismo escenario para actuar en la diada Pau Casals, interpretó el 'Concierto para violonchelo Nº. 1, en Mi bemol mayor, opus 107', de Shostakóvich, junto a la Sinfónica de Amberes-Flandes y bajo la dirección de su titular, Elim Chan.

La obra fue una de las joyas de un menú cien por cien ruso que también incluyó la obertura de la ópera ‘Ruslan y Ludmila’ de Glinka y una mezcla de dos de las tres ‘suites’ que Prokófiev realizara de su ballet ‘Romeo y Julieta, Op. 64’, programa que demostró la sintonía tanto de la orquesta como de la directora nacida en Hong Kong con este repertorio. Chan y su orquesta consiguieron un sonido suntuoso y brillante sobre todo en la primera parte, con los colores adecuados en la breve pieza de Glinka y con tensión teatral en la ‘suite’ de Prokófiev (presentada por la propia maestra como una de sus obras favoritas). Ya se sabe que no siempre funcionan en concierto las versiones de obras concebidas para el teatro, ya sea para danza u ópera, pero en el caso del ballet concebido en 1940 por Prokófiev para el Kírov, su música posee un embrujo embriagador que la hace ideal para ser ‘escuchada’.

La ‘suite’ obtuvo una lectura técnicamente muy conseguida, sino también sonó extrovertida y ambiciosa, generosa en decibelios y con los acentos rítmicos marcados. Hubo más de alguna entrada precipitada, detalle que en la primera parte no se apreció en absoluto, cuando la maestra ofrecería una lectura energética y muy bien ensamblada de la popular obertura operística de Glinka guiada con gesto claros y nada grandilocuentes ante 'tempi' casi arrebatados.

Seguidamente un Pablo Ferrández en estado de gracia maravilló por su dominio técnico y expresivo en el primero de los dos conciertos para chelo de Shostakóvich, una obra de dificultad extrema estrenada en 1959 por el legendario Mstislav Rostropovich. Ya desde el 'Allegretto' del comienzo el intérprete madrileño caminó mano a mano con el conjunto ofreciendo un fraseo incisivo y sensible, poderoso y matizado, en una entrega coronada por una 'Cadenza' puro virtuosismo y sutileza, de espléndida afinación. Maderas y metales (grande la solista de trompa) respondieron con pericia en un diálogo de gran transparencia en un todo que selló una ejecución para el recuerdo. El público que llenaba el Palau se emocionó con un sentido ‘Cant dels ocells’ regalado por Ferrández tras la merecida ovación que recibió.

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