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El James Bond literario: de Ian Fleming a Kingsley Amis

El cine adaptó las novelas del autor británico y catapultó al agente secreto como un icono insuperable de la cultura popular

James Bond desaparece en Barcelona en la primera novela de la saga escrita por una mujer

El fallecido actor Sean Connery, en el papel de James Bond

El fallecido actor Sean Connery, en el papel de James Bond / ICULT SEAN CONNERY JAMES BOND

Quim Casas

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El cine ha multiplicado hasta el infinito el efecto literario de James Bond. Sean Connery o Daniel Craig han relegado a un papel algo más secundario al creador del personaje, Ian Fleming, no el mejor escritor del mundo, pero si alguien que supo crear un icono insuperable de la cultura popular

'James Bond contra Goldfinger', posiblemente la cima cinematográfica de la saga, cuenta con detalles muy originales, pero la mayoría ya estaban presentes en la novela de Fleming que le sirvió de base, 'Goldfinger', publicada en 1959. Los títulos de sus capítulos describen hoy, mejor que cualquier película, el espíritu del personaje: 'Reflexiones delante de un bourbon doble', 'La buena vida', 'De la copa a los labios'… Para que haya un héroe siempre tiene que haber un antagonista, nos enseñó la mitología griega, y si el héroe es tan rotundo como el agente 007 con licencia para matar, no hubo nadie como Auric Goldfinger, el hombre que bañaba en oro a sus víctimas, para hacerle frente.

'Goldfinger' fue la séptima novela de Fleming y la tercera película con Connery, rodada el año de la muerte del escritor. Los productores decidieron seguir el generoso ritmo de trabajo del autor, que publicó una novela cada año. No hubo tampoco un año sin película Bond. Fleming, nacido en el seno de una familia de banqueros, estudió en la prestigiosa escuela de Eton, donde también mandó en la ficción a James Bond, y después, tras un periodo en la escuela militar, en las universidades de Múnich y Ginebra.

Como John le Carré, que dio clases en Eton, Fleming tenía alma de espía, pero a diferencia del autor de 'El topo', que llegó a trabajar para el MI6, Fleming no fue aceptado en el Foreign Office británico. Mientras le Carre diseñó su prosa a partir del conocimiento de los entresijos del servicio secreto, Fleming tuvo que inventárselo casi todo. Cierto que pasó parte de la segunda guerra mundial trabajando en los servicios secretos navales, y que su superior sería el modelo en el que se basaría para crear a M, el jefe de Bond, pero su imaginación surgió sobre todo de los artículos periodísticos que escribió antes de debutar como novelista tardío en 1953, con ‘Casino Royale’.

A partir del filme ‘Goldeneye’ (1995) –nombre de la mansión que tenía el novelista en Jamaica–, ya se trató de argumentos originales escritos expresamente para los filmes. La saga literaria sería proseguida por Kingsley Amis –padre de Martin Amis– con el seudónimo de Robert Markham; Amis había escrito previamente un manual irónico para los agentes secretos. Sebastian Faulks ideó una especie de continuación de ‘El hombre de la pistola de oro’ con ‘La esencia del mal’ (2008). William Boyd continuaría con ‘Solo’ (2013), además de convertir a Fleming en personaje de su ficción ‘Las aventuras de un hombre cualquiera’ (2003). Anthony Horowitz sería el siguiente con ‘Trigger mortis’ (2016), experiencia que no le era desconocida pues ya había prolongado las aventuras de Sherlock Holmes en una novela de 2011.