Opinión | Política y moda

Patrycia Centeno

Patrycia Centeno

Experta en comunicación no verbal.

La Gran Renuncia: "No puedo más"

Antes las mujeres aguantaban la carga total y permanente del trabajo doméstico, un matrimonio tóxico, incluso soportaban malos tratos. Fue importante darnos cuenta que no teníamos que resistir hasta asfixiarnos.

La ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, este miércoles.

La ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, este miércoles. / ANDY BUCHANAN / AFP

La primera ministra escocesa ha sido la última pero en pocos meses diferentes líderes mujeres como Jacinda Ardern o Elsa Artadi han renunciado a sus puestos por "falta de energía".

Aunque su tan polémica ley trans y la imposibilidad de celebrar un nuevo referéndum de independencia han mermado considerablemente su popularidad, Nicola Sturgeon aseguró que la decisión venía de lejos y no era tanto política como personal.

Repaso las ruedas de prensa de Sturgeon, Ardern, Artadi o de Montse Venturós (ex alcaldesa de Berga) pero también pienso en la gimnasta Simone Beil o la tenista Naomi Osaka. "No puedo más", "no me quedan fuerzas", "lo he dado todo", "me he vaciado", confiesan. “¿Podría seguir un par de meses más? Sí, claro que sí. Pero sinceramente no podría seguir dándolo todo”, explicaba Sturgeon. No es una sensación ajena; seguramente la mayoría la haya experimentado en un momento u otro. A las mujeres se nos exige y nos autoexigimos más: no ofrecemos el 100%, forzamos la máquina hasta el 250% para que de una maldita vez se nos valore en un mundo creado por y para ellos.

No es nada fácil encajar ahí y seguir respirando. Debemos demostrar continuamente que podemos con todo y cargamos no sólo con nuestra reputación personal, también con la de todo un género.

Y obviamente, el sobreesfuerzo de heroínas al que aspiramos y nos someten (nos sometemos) es agotador y como mencionan todas ellas "pasa factura". Por ello, no es casual tampoco que todas estas líderes en su renuncia coincidan en recordar(se) "soy humana".

La Gran Renuncia (es decir, lo que socialmente se conoce como el goteo masivo de trabajadores estadounidenses que han dicho adiós a sus trabajos voluntariamente desde que se inició la recuperación postpandémica) ha sido mayoritariamente femenina porque el estrés durante el confinamiento ha sido más brutal para ellas en todos los sentidos y el cuerpo y la mente les ha obligado a parar y decir "hasta aquí: o esto cambia o me ahogo". Precisamente la gestión de la crisis de la covid-19 aparece también en el discurso de despedida de todas estas líderes políticas como el punto de inflexión.

Retirarse a tiempo

Está demostrado. En general, los hombres tienen más fuerza física pero las mujeres somos más resistentes (fuerza mental). Ejemplos públicos podría citar miles, pero prefiero que cada lector recurra a los domésticos e íntimos, los que más cerca tenga. En mi caso, mi madre, mi tía, infinidad de amigas y clientas me dan cada día buena cuenta de ello. Sin embargo, es lícito permitirse el no poder más. Es incluso saludable abandonar un cargo, empleo o situación sin temor a que socialmente la renuncia se interprete como un fracaso.

En el ámbito personal, hemos visto una clara evolución en las últimas décadas en este sentido y ahora empieza a suceder en el liderazgo.

Antes las mujeres aguantaban la carga total y permanente del trabajo doméstico, un matrimonio tóxico, incluso soportaban malos tratos. Fue importante darnos cuenta que no teníamos que resistir hasta asfixiarnos en el plano privado; y ahora es increíblemente liberador que mujeres con brillantez y éxito se permitan retirarse a tiempo... Porque aunque la resistencia pueda presentarse como una gran virtud, tensada al máximo y de manera continuada puede provocarnos un inmenso dolor y secuelas (emocionales y, por lo tanto, físicas) de por vida.

El liderazgo femenino, que además practican algunas mujeres, es complicado de implementar en un sistema todavía patriarcal que expulsa cualquier versión afable de habitar el poder. Y aunque sean referentes en el uso de la inteligencia emocional (como Jacinda Ardern con su "sean fuertes, sean amables"); sus equipos, sus entornos (y también las sociedades) deben aprender a protegerlas y cuidarlas mentalmente (procurar miradas serenas) para que la transición a otras estructuras de poder más sanas sea factible.

Podría parecer que este resistir hasta el límite sólo se encuentra en la élite política, empresarial o deportiva. Nada más lejos de la realidad, sólo que sus casos cuentan con mayor visibilidad mediática y, muy importante, ellas pueden permitirse el decir basta (tienen alternativas laborales, económicas, vitales...). "No puedo más” (no os puedo dar ya más), advierten. Nosotras tampoco.

Seguiremos.

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