Referente de la canción en euskera

Ruper Ordorika: "Nos creemos que lo sabemos todo, pero somos hijos de la colonia"

El cantautor de Oñate muestra este sábado en el Auditori Barradas, de L’Hospitalet, dentro de Barnasants, su sorprendente último disco, ‘Amour eta toujours’, donde hace suyas las sonoridades de la música cubana

El cantautor Ruper Ordorika

El cantautor Ruper Ordorika / JUAN MIGUEL MORALES

Jordi Bianciotto

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Cantar música con sonoridades cubanas en euskera: ¿una excéntrica ocurrencia? Ruper Ordorika se puso amorosamente a ello en su último disco, ‘Amour eta toujours’, y podemos verlo, acompañado de imágenes de la Habana vieja y del malecón, en el video de la canción ‘Santa Anara’, envuelto en los dulces timbres del tres cubano y de las percusiones antillanas. Todo un giro estilístico, o “un paréntesis”, en la trayectoria de un músico que se siente “anglófilo” e integrante de “la generación del rock”.

Quizá despistando un poco más, el disco mezcla el francés en el título, alusión a un poema de Joseba Sarrionandia que viene a ironizar con el significado profundo de vocablos tan transitados en el cancionero universal como “amor” y “siempre”. Ordorika asocia eso a “la gran verdad” que pueden atesorar los clichés poéticos. “Con la apariencia de canciones idiotas, hablan de muchas cosas. Eso se ve mucho en el repertorio tradicional y en el mismo son cubano”, reflexiona este trovador de Oñate (Guipúzcoa), alto referente de la canción en euskera con más de cuatro décadas de trayectoria.

De otro mundo

Sirviendo a esa idea, Ordorika se introduce en el imaginario cubano tirando de un hilo conectado con su propia memoria: su primer viaje a Cuba, hará unas tres décadas, integrando una caravana de creadores vascos (Hertzainak, Laboa, Atxaga, Arguiñano), y otros posteriores en los que llegó a confraternizar con músicos de la isla. Fue su antiguo mánager Matxitxa, establecido desde hace años en La Habana, quien le empujó a afrontar un proyecto que, artísticamente, deslizaba varios interrogantes. “Fui escribiendo unas canciones tratando de respetar la clave cubana y utilizando un fraseo que me hiciera sentir cómodo. Hubo un aprendizaje, porque yo vengo de otro mundo”.

El cancionero, que se habría grabado en La Habana si la pandemia no se hubiera cruzado en el camino, presenta “un cambio tímbrico muy grande” para Ordorika. Ahí ha filtrado su querencia, sobre todo, por “las formas más primitivas del son cubano”, dice, mencionando como referentes las lejanas grabaciones de la trovadora María Teresa Vera (1895-1965) y, más cerca en el tiempo, en los 90, las citas de Pablo Milanés con Compay Segundo y el guitarrista Octavio Sánchez, Cotán, poco antes de que estallara el fenómeno de ‘Buena Vista Social Club’.

El astro soviético

El material del álbum, en el que interviene el batería neoyorkino Kenny Wollesen (de imponente currículo: Tom Waits, John Zorn, Norah Jones), es propio, con la excepción de ese tema, ‘Vladimirrena’, del astro musical ruso, ya fallecido, Vladimir Visotsky. “Era una estrella en tiempos de la URSS y lo conocí en La Habana”, explica. Lo cual desliza un mensaje asociado a todo el disco. “Muchas veces nos creemos que lo sabemos todo, porque estamos en el Primer Mundo, pero somos hijos de la colonia y hay realidades paralelas de las que somos ignorantes”.

Barcelona forma parte de su circuito y su “territorio natural”, donde ha vivido noches significativas como la del Grec de 1996, en la plaza de Rei (donde contó con sus amigos Quimi Portet y Manolo García). Este sábado, en el Barradas (Barnasants), se mostrará en un inédito formato de sexteto. Y el mes que viene publicará un nuevo disco, un directo de sus recitales con Bernardo Atxaga, desafiando una vez más las adversas condiciones ambientales. "Cantar en euskera te saca de lo homologado, exige más al programador y te hace difícil moverte con garantías. Pero eso ya lo sabemos, que llevamos tiempo en esto".