UN POTENTE CIRCUITO

El 'otro' Benidorm Fest: tributos, neones y dinero en el 'La, La, Land' español

La ciudad alicantina es una cuna de artistas que buscan, en sus icónicos clubes y hoteles, una nueva oportunidad | Hay quienes les ridiculizan por basar su carrera en versiones de otros, pero ellos son auténticos supervivientes: "Quiero morir aquí"

Benidorm es un oasis: el paraíso de los que abandonan su hogar en busca de una última oportunidad.

Benidorm es un oasis: el paraíso de los que abandonan su hogar en busca de una última oportunidad. / EPE

Pedro del Corral

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Una luz de neón roja ilumina a Alejandro Stabile. Es intensa, pero le da ese puntito canalla que merece su actuación. A él le va el rock, por lo que la actitud es clave. La canción está a punto de explotar, así que tiene que ir posicionándose: mientras mueve los dedos ágilmente, se coloca el pelo sacudiendo la cabeza. Sólo falta un compás para que el público entre en efervescencia. De repente, mira al frente como quien busca una señal de complicidad. Tiene 59 años y la mayor parte de ellos los ha pasado encima del escenario, pero eso no quiere decir que ya no le imponga.

“Soy músico desde que tengo uso de razón. Grabé dos discos en Argentina. Y, aunque me flipaban los directos, lo tuve que dejar. Me quemé en los 90”, dice. La única forma de reavivar su viejo sueño era encontrar un lugar donde el arte fuera el único protagonista. Sin intereses ni ansias. Parecía una utopía, hasta que descubrió Benidorm. Para muchos, 'la ciudad de las estrellas': “Aquí hay un circuito muy potente, con decenas de conciertos cada día que se extienden desde las dos de la tarde hasta las cuatro de la madrugada”. El suyo está a punto de terminar, tan sólo falta ese impulso final. Un grito le pone en aviso. Y ahí está ella. Esa persona que, casi sin saberlo, le inyecta la energía necesaria para reventar el Heartbreak Rock Bar.

Gracias a la banda tributo The Jack, Alejandro Stabile llegó a tener hasta 15 fechas por semana.

Gracias a la banda tributo The Jack, Alejandro Stabile llegó a tener hasta 15 fechas por semana. / EPE

Es hora de recoger. Pero rápido. En un par de horas, tiene otro bolo. “Dejé mi país porque quería empezar una nueva etapa. En 2008, me vine para acá por culpa de un amigo. Sabía que triunfaban los grupos que hacían versiones, así que me puse manos a la obra y creé un tributo a AC/DC: The Jack. Cuando lo presentamos, la calle se colapsó. De hecho, tuvo que venir la policía para reorganizar el tráfico. Ese 'petardazo' hizo que tuviéramos hasta 15 fechas por semana”, recuerda el bajista, que hoy ostenta una ajustada agenda de jueves a domingo.

Lejos de estancarse en este proyecto, ha ido poniendo en marcha otros tantos que le han abierto las puertas de distintos bares y hoteles. Si bien su repertorio está compuesto principalmente por 'covers', de vez en cuando introduce algún tema propio que le devuelve la ilusión de antaño: “Cuesta entrar en la dinámica. Y, una vez dentro, tienes que currar para mantenerte. Sin embargo, la manera en la que se vive la música aquí no la he visto en ningún otro destino”. Benidorm es un oasis. El paraíso de los que abandonan su hogar en busca de una última oportunidad. Hay quien les ha recriminado vivir una mentira. Incluso, copiar a otros. Y, de algún modo, tienen razón: no resultan originales, pero al menos son auténticos. Han sabido hacer de su arte una verdad absoluta.

En Benidorm, no existe un rincón donde el sonido de las guitarras no llegue. Siempre está ahí. Al acecho. Es algo así como una estrella polar que no brilla, pero dirige. Aquí es especialmente hipnótica, cautivadora, brava… A veces, agobia más que reconforta. Y, pese a ello, casi nadie podría respirar alejado de ella. Sus vibraciones y sus asaltos han alumbrado una costa con luz propia. El jazz, el soul, el pop o el techno que sale de sus garitos reta cada día a las mastodónticas construcciones que configuran el paseo marítimo. Un colorido corredor donde cualquiera es bienvenido.

“Hay alemanes, italianos, franceses, rumanos, holandeses… Con una representación importante de españoles. El público es variopinto, aunque con un eje común: les encanta la música en directo. Además, la edad se ha diversificado: ya no sólo hay abuelos, ahora es posible ver gente de 20 para arriba”, sostiene Marco May. Es uno de los nombres más demandados de la noche local. Tiene tres shows diarios, que en temporada alta superan los seis. Jamás se imaginó algo parecido cuando, en su México natal, daba clases de solfeo y técnica vocal a niños: “Me enamoré de una chica española. Y, tras la muerte de mi madre, ella me animó a probar suerte. Vendimos todo y nos trasladamos”.

Marco May es uno de los nombres más demandados de la noche local: tiene tres 'shows' diarios.

Marco May es uno de los nombres más demandados de la noche local: tiene tres 'shows' diarios.

Nada más aterrizar, le contrataron en una casa de cambio de moneda. Eso le permitió ahorrar algo para arrancar. Al poco tiempo, ya estaba sobre las tablas del Hotel California. “Benidorm me lo ha dado todo”, subraya. A sus 43 años, no sólo se ha hecho un nombre a golpe de versiones. Gracias al enorme éxito recabado, ha podido montar su propia banda: Bow ya ha editados dos elepés que, entre otras alegrías, les ha llevado de gira por Finlandia. “Hay compañeros que han entrado en musicales y han participado en programas de televisión. Qué orgullo que Benidorm sea cuna de artistas. Eso sí, el nivel es muy alto... Y, como tal, hay que ganarse el respeto. Éste es un trampolín que, si lo aprovechas, te ayuda a conseguir objetivos mayores”, reconoce el cantante, que duerme de mañana y vive de noche.

Su rutina es sencilla: tras levantarse, estudia y cuida su garganta. Esa es la única fórmula para mantener a tono su instrumento de trabajo. En los ratos libres, pasea con la familia. A veces, también, retoma las melodías que dejó pendientes. Y, terminada la comida, empieza a arreglarse para otra jornada: “Tengo un amor especial por Benidorm. Quiero morir aquí”.

Elvis y el fenómeno fan

Simon Patrick es uno de los veteranos. Nació en Reino Unido hace 45 años, de los que 17 los ha pasado en la metrópoli alicantina. Hasta entonces, era jugador profesional de fútbol. Y, más tarde, mensajero. Dos oficios que amó, pero que le impedían cumplir su gran sueño: actuar en la Rock & Roll House. “Me di cuenta de ello en unas vacaciones. Entré y, de inmediato, supe que quería estar ahí”, reconoce el solista, conocido por su aplaudido tributo a Elvis Presley. Cada día, pone en pie la sala con propuestas específicas según el tipo de clientes. Lo que no cambia es la pasión con la que aborda al personaje: meterse en su piel es, quizá, lo más costoso.

No sólo a escala interpretativa, sino estética: a la ropa y el maquillaje, hay que sumarle la expresión corporal. Por eso dedica tantas horas a prepararse: “Él es mi ídolo desde que soy un enano. Le debo tanto que no puedo encarnarlo de cualquier guisa. Voy al gimnasio para mantenerme en forma y descanso la voz para dar el máximo”. Una entrega que los 250 asistentes que caben en el icónico local agradecen en especial: hacer bien 'Can’t Help Falling In Love', 'You’re The Devil In Disguise' y 'Always On My Mind', sin caer en la parodia, no está al alcance de todos.

Simon Patrick nació en Reino Unido hace 45 años, de los que 17 los ha pasado en la metrópoli alicantina.

Simon Patrick nació en Reino Unido hace 45 años, de los que 17 los ha pasado en la metrópoli alicantina.

Esta situación ha derivado en un fenómeno fan de calado en Benidorm: bandadas de personas que siguen a sus ídolos de un lado para otro durante las épocas que pasan en la urbe. Incluso después: cuando salen de gira al extranjero. A ellos se suman los curiosos que aterrizan y se dejan llevar por la masa. “Éste es un lugar lleno de ideas increíbles, pero siempre debes aspirar a lo más alto que puedas”, apunta Simon. Eso, igualmente, ha incentivado la competencia en un mercado pequeño, pero con atractivos frutos: “Tienes que aprender a cuidar tu materia prima. No complazcas a nadie: siempre debes mirar por tu belleza y tu frescura”.

No obstante, se ha instaurado un sentimiento de camaradería en un gremio que no para de crecer: tal es el compromiso que, ante las dificultades, la cuadrilla sale al auxilio. La calle Gerona, la playa de Levante, el callejón de los Gatos y la avenida de Mallorca saben bastante de ello: son cuatro de las principales áreas de ocio, donde lo normal es ver profesionales cargando instrumentos de un lado para otro. Asimismo, es habitual localizarlos en las llamadas Zona Inglesa o Zona de los Vascos, dos ejes repletos de discotecas tan afamadas como Red Dog, Hipódromo, Bahamas y Beachcomber.

Cien euros por concierto

Al la par que se celebra el Benidorm Fest, la ciudad no se apaga. Al contrario: la actividad se intensifica para demostrar que la cultura es parte de su ADN. Aunque Alejandro, Marco y Simon no puedan competir por representar a España en Eurovisión, sí que juegan en la misma liga: en ambos casos, el fin es vivir de la música. Algo que ellos tres ya han logrado. Y no son los únicos: Julia Ramos lo lleva haciendo los últimos siete años de la mano de Swag, el trío que montó junto a su marido y su hermano.

“Queríamos tener una vida mejor que en Brasil, así que pusimos rumbo a España. No nos costó demasiado encontrar nuestro sitio: paso a paso, fuimos enamorando al barrio guiri. Y eso nos permitió llegar a más y más oídos”, relata la intérprete sobre sus inicios en el Lucky Rock. Su propuesta es sugerente: revisitan el pop de los 70 con un toque carioca. Lo que les ha catapultado a fiestas, fincas, bodas…: “Nuestra dedicación es al 100%. Tenemos una programación buena que nos permite estar tranquilos. Ahora bien, el público sólo ve la parte final de nuestro trabajo y no conoce el esfuerzo que suponer subirse al escenario: desde las canciones hasta los ensayos. Es complejo, pero en este punto merece la pena”.

Julia Ramos lleva siete años al frente de Swag, el trío que montó junto a su marido y su hermano.

Julia Ramos lleva siete años al frente de Swag, el trío que montó junto a su marido y su hermano.

La popularidad que han cosechado les ha obligado a salir de su zona de confort. Y, en la actualidad, también son una sensación al alza en la comarca. De hecho, no es extraño verles anunciados en pueblos cercanos. Además, participaron en un programa de À Punt que les colocó en un nuevo disparadero. “Nos sentimos queridos. En la pandemia, por ejemplo, sufrimos mucho… Hicimos varias actuaciones desde casa por iniciativa de nuestro seguidores, quienes nos realizaban aportaciones a través de un código QR. Se preocuparon por nosotros”, reconoce Julia, que acaba de cumplir 36.

¿El siguiente escalón? Quién sabe. Por el momento, respiran calmados: “Ganamos bien y podemos permitimos dos días de descanso”. He aquí una de las grandes dudas: ¿cuánto dinero mueve este mercado? La respuesta no es fácil, ya que varía según la experiencia, el repertorio y la trayectoria. En cualquier caso, el mínimo gira en torno a los 100 euros por concierto. “He escuchado a compañeros quejarse las condiciones de algunos establecimientos. Pero yo, personalmente, cuando me llaman y me proponen algo que no comparto, rechazo la oferta. Me voy a otro lado donde me den lo que quiero”, afirma Inés Vera. Esta vocalista de heavy metal lleva cuatro meses en Benidorm tras haber arrasado en los musicales 'History Of Rock' y 'Rapsody Of Queen'.

Inés Vera ha arrasado en los musicales de la talla de 'History Of Rock' y 'Rapsody Of Queen'.

Inés Vera ha arrasado en los musicales de la talla de 'History Of Rock' y 'Rapsody Of Queen'.

Lo sigue haciendo, aunque durante los fines del semana. El resto de jornadas las dedica a los clubs que tanto la reclaman. Sin perder de vista su debut discográfico, que publicó de la mano de un sello italiano. “No está mal pagado. Ganamos por encima de un sueldo básico español. El problema es que hay quienes están cobrando menos, lo que provoca que el estándar de precios baje”, asegura.

Natural de Argentina, ha importado una interesante fusión de estilos que ha revolucionado la noche benidormí. Entre vítores y aplausos, cierra cada uno de sus shows. Es una sensación particular: a sus 40 no había pensado dedicarse a ello, pero no le va nada mal. Aquí, es una estrella. Y ese pellizco no se lo quita nadie: “No pienso en el futuro. Vivo en un apartamento grande. Tengo mi curro al lado. Estoy cerca del mar. E ingreso pasta. Por ahora, me quedo”. Al bajarse de las tablas, esquiva la soledad. Benidorm sigue brillando con fuerza aún sin las luces encendidas. Es una especie de faro que, aunque pase más desapercibido, siempre está ahí: mimando a aquellos músicos que, en busca de una última oportunidad, confían su último cartucho al 'La, La, Land' español.