Entrevista

Brendan Fraser: “Fue complicado introducirme en el cuerpo de otra persona y quitarme su piel cada día"

Darren Aronofsky recupera a Brendan Fraser en 'La ballena', la historia de un hombre de más de 300 kilos que ha supuesto el renacimiento del actor en Hollywood.

Brendan Fraser

Brendan Fraser

Beatriz Martínez

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Hay películas que generan un shock instantáneo, que impactan con un solo golpe de vista. Y eso es lo que ocurre con 'La ballena'. Desde el primer momento que vemos a Brendan Fraser convertido en un hombre de más de 300 kilos la conmoción es inevitable. Pero ahí se encuentra el quid de la cuestión, porque precisamente de lo que habla, entre muchas otras cosas, la última obra de Darren Aronofsky es sobre la forma en la que la sociedad se encuentra condicionada por la imagen física. ¿Por qué nos incomoda ver a un hombre que no se ajusta a los parámetros convencionales? ¿Somos capaces de mirar más allá de su peso?

El director nunca pone las cosas fáciles al espectador. Sus películas están ligadas al dolor y al cuerpo, al sufrimiento a través de lo físico y sus travesías se convierten en auténticos calvarios, para algunos, casi al borde del sadismo, aunque él siempre defienda la humanidad de sus personajes embarcados en un camino de redención. No es de extrañar que se enamorara de la obra de teatro de Samuel D. Hunter después de verla en Broadway. Fue hace diez años y desde ese momento ha estado intentando levantar el proyecto para adaptarla al cine.  

La película está nominada a los Oscar en tres categorías: Mejor actriz secundaria (Hong Chau), mejor maquillaje y peluquería y mejor actor para Brendan Fraser, que consiguió la Copa Volpi en el Festival de Venecia por este papel desgarrador.

'La ballena' cuenta la historia de Charlie, profesor de literatura que imparte clases online con la cámara de la pantalla apagada para que sus alumnos no puedan ver su aspecto. Hace unos años perdió a su pareja, que se suicidó, un hombre que lo quería pero que se encontraba profundamente atormentado por ser gay después de haber pasado toda su vida en una secta a la que pertenecía su familia.

Desde entonces, Charlie cayó en una profunda depresión y comenzó a comer. Sabe que su organismo no resistirá mucho más, pero antes de morir, quiere reencontrarse con su hija, Ellie (Sadie Sink) a la que no ve desde hace diez años, desde que abandonó a su madre (Samantha Morton). Solo lo acompaña en su tortuoso devenir cotidiano Liz (una magnífica Hong Chau), la hermana de su chico fallecido. 

Con unos cuantos personajes y el espacio reducido de una casa, Aronofsky compone una película repleta de capas que habla de la fe, del fundamentalismo religioso, de la soledad, de la homofobia, de la depresión y el refugio en la adicción (en este caso, la comida) y la derrota existencial. “La película trata de muchos temas, sí, y sé que muchos piensan que mi voz autoral está presente en ella, pero a mí lo que me interesaba era mostrar personajes complejos, que estén llenos de contradicciones, de virtudes y de errores, porque así somos en la vida real”, cuenta el director. “Una de las cosas que menos me gusta de buena parte del Hollywood actual es que los personajes son unidimensionales, o son buenos o malos y eso convierte las películas en poco o nada profundas”, añade. 

Y es que, de alguna manera, tanto Darren Aronofsky como Brendan Fraser se han convertido en francotiradores de la industria. Las obras del primero son demasiado retorcidas para el público convencional, aunque ha tenido algunos éxitos, como 'Cisne negro' y el segundo ha tenido que cargar con la losa de haber sido apartado de Hollywood después de denunciar que había sido víctima de acoso por parte de Philip Berk, ex presidente de la Asociación de la Prensa Extranjera (que otorga los Globos de Oro), lo que le llevó a caer en una enorme depresión.

“Es muy fácil ponerle a la gente etiquetas que de alguna manera sirven para condenar y estigmatizar. Por eso empaticé desde el primer momento con Charlie. Sabía que era un reto interpretarlo, pero también me dio la oportunidad, de alguna forma, de emprender mi propio camino de redención a través de la interpretación”, cuenta el actor. “Me alegra decir que nunca me he ido, pero que estoy contento de volver”. 

En efecto, el que fuera el protagonista de películas de aventuras como 'George de la jungla' o la saga de 'La momia' y considerado un sex symbol en los noventa, ha tenido que reinventarse y eso le ha dado la oportunidad de demostrar unas dotes interpretativas al alcance de muy pocos y que nacen del propio sufrimiento, lo que convierte la película en una experiencia más impactante por la inevitable identificación entre actor y personaje. “En el cine hay siete emociones fundamentales: alegría, tristeza, miedo, desprecio, enfado, rabia y sorpresa y la obra de teatro era capaz de conjugarlas todas. Lo alucinante es que también Brendan Fraser fuera capaz de representarlas, incluso solo con la mirada, y eso solo lo hacen los grandes actores”, dice Darren Aronofsky. 

Horas y horas de maquillaje

Además de decirlo todo con la mirada, el actor tuvo que someterse a horas y horas de maquillaje para transformar su aspecto por completo. “Fue un trabajo complicado, tenía que introducirme en el cuerpo de otra persona y quitarme su piel cada día. Me ponían correas de peso en la cintura y los tobillos para dar una sensación de lentitud”, continúa Fraser. “Para mí, la clave de la película está en un momento en el que Charlie intenta coger una llave y no puede. Y tú puedes sentirlo, ese esfuerzo. Rodar escenas de persecuciones de coches está bien, es divertido, pero a mí me interesa más ese pequeño movimiento que cuesta un mundo”, añade Aronofsky.

Por último, hay que señalar que 'La ballena' no se llama así por el peso del protagonista, sino por el amor que este le tiene a 'Moby Dick', la novela de Herman Melville que se convierte en el leit motiv de una narración en la que las palabras, aquello que se dice y lo que no, adquiere un sentido fundamental. "Ese es otro de los prejuicios que se tienen con la película. No se trata de un chiste peyorativo, es una referencia literaria que tiene un componente simbólico emocionante y muy poético, y que tiene que ver con el amor y la belleza".