Tú y yo somos tres
La crítica de Monegal: La tele comienza a señalar sus propias infamias
HBO Max aborda en una serie de tres episodios el 'caso Arny', la supuesta prostitución de menores que sacó lo peor de la pequeña pantalla
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
De los tres capítulos que HBO Max acaba de presentar sobre el llamado ‘caso Arny’, aquel suceso de 1995 sobre supuesta prostitución de menores en ese ‘pub’ de Sevilla, es resaltable la mirada que el director de este documental, Juan Moya, ha dedicado al devastador y canallesco tratamiento que algunas cadenas, algunos programas de tele, dedicaron al asunto.
Es bastante novedoso –y lo celebro– que la propia industria televisiva –en este caso una plataforma de pago– comience a señalar la lapidación mediática que sufrieron unos encausados, y que finalmente resultó que eran víctimas de una infame operación. Se trataba de nombres muy atractivos para construir un gran morbo nacional televisivo. Jesús Vázquez, Jorge Cadaval y Javier Gurruchaga, fue el tridente sobre el que se edificó el espeluznante y mezquino ‘show’. Los periodistas, los juristas, los analistas que han participado en este documental han denunciado ahora, 25 años después, la perversión y mala ‘praxis’ de algunos medios.
Todo por la audiencia
Han contado cómo productoras, cadenas y presentadores y presentadoras de programas se cebaron en busca de audiencia y de negocio sin ningún escrúpulo. Han señalado incluso, sacando imágenes de aquella época, a los ‘Mississipis’ y ‘Pelícanos’ de Pepe Navarro, las ‘Crónicas marcianas’ de Sardà, los programas de Canal 9 de Valencia que producía el entonces marido de Nieves Herrero... Fueron muchos meses en que la industria televisiva, en su versión más ruín, llenaba los platós cada noche, cada día, de muchachos que salían a explicar que habían sido carne de cañón –prostitución de menores– por parte de los famosos que visitaban el Arny.
Contaba Jesús Vázquez, hilo conductor de este documental: «Pagaban dinerales a estos chavales. Ellos decían ‘pagadnos bien y decidnos lo que queréis que digamos’. Mentían a cambio de que les comprasen droga». Y luego, al cabo de muchos meses, cuando comenzó a descubrirse que el caso era un montaje, nuevas sesiones televisivas con estos mismos jóvenes desdiciéndose de lo que habían dicho. ¡Ah! Todo alimenta el negocio del circo.
Es una rareza estimable, les decía, que desde un documental televisivo se reflexione, se señale y se enfoque lo vil y mezquina que puede llegar a ser la tele misma. Son necesarios este tipo de ejercicios. Lo infame, sigue.
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