Crítica de concierto

El Palau brilla renovando el repertorio de la mano de Kopatchinskaja

La violinista, el Orfeó Català y la Sinfónica de Bamberg, todos dirigidos por Jakub Hrůša, triunfan sin tirar del repertorio más trillado

Patricia Kopatchinskaja, el Orfeó Català y la Sinfónica de Bamberg, todos dirigidos por Jakub Hrůša

Patricia Kopatchinskaja, el Orfeó Català y la Sinfónica de Bamberg, todos dirigidos por Jakub Hrůša / Antoni Bofill

Pablo Meléndez-Haddad

Pablo Meléndez-Haddad

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Pärt, Stravinsky y Dvorák llenaron el Palau: una gran noticia. El programa del concierto del jueves en el auditorio modernista, dentro de la temporada Palau 100, fue todo un éxito, y eso que en los atriles no estaban los siempre aclamados Mozart, Beethoven o Bach. Quizás funcionó en el reclamo la popularidad de la ‘Sinfonía Nº 9, Op. 95, del Nuevo Mundo’ que se ofrecía en la segunda parte -en una interpretación impresionante-, la actuación del Orfeó Català o la presencia de la aclamada violinista Patricia Kopatchinskaja, una intérprete virtuosa y excéntrica que acostumbra a tocar descalza. O tal vez ayudó la presencia del más que consagrado director Jakub Hrůša, líder de los Bamberger Symphoniker y que en 2025 será director musical de la Royal Opera House de Londres. El caso es que todo sumó, y en el escenario las obras brillaron gracias a unas lecturas memorables.

La velada comenzó con la ‘Berliner Messe’ (‘Misa berlinesa’, 1990) de Arvo Pärt, en su versión para coro mixto y orquesta de cuerdas. Con un Orfeó Català pletórico, espléndidamente preparado por Pablo Larraz, la obra consiguió una lograda comunión con la Sinfónica de Bamberg, emotiva y reflexiva, que Jakub Hrůša pulió al detalle. La pieza, minimalista a la manera de Pärt -el compositor contemporáneo más popular del momento-, está concebida en el particular estilo del ‘Tintinnabuli’ creado por el compositor de Estonia que el Orfeó Català hizo suya sin mayores problemas. En el 'Agnus Dei', sutil y delicado, se apreció en detalle la ductilidad del coro y la afinidad con este repertorio.

Patricia Kopatchinskaja compareció descalza y vistiendo una copia de uno de los vestuarios de un ballet de Stravinsky, cuyo ‘Concierto para violín en Re mayor’ interpretó con esa intensa capacidad comunicativa que caracteriza a la violinista moldava. La obra, de gran riqueza rítmica y estrenada en 1931, fue coreografiada en dos ocasiones por Balanchine, y Kopatchinskaja, con su traje, parecía rendir homenaje tanto al compositor como a la historia de la propia obra. Ya desde la 'Toccata' inicial la solista ofreció una mezcla explosiva de virtuosismo y rigor académico, con una afinación fantástica ante una pieza que es todo un reto. En el ‘Capriccio’ conclusivo, la orquesta se lució en la cuerda, la madera y, especialmente, tanto el trompa como el fagot solista, consiguiendo una acción de conjunto muy convincente mientras la solista llegaba con excelente proyección a las notas imposibles que le exige el compositor.

Ovacionada y ante la falta de una cadencia del concierto de Stravinsky para el lucimiento del solista, Kopatchinskaja regaló una sorprendente propina contando con la complicidad del concertino.