Crítica

Leonskaja, una vez más aclamada por su maestría

La legendaria pianista debutó en la temporada de la Franz Schubert Filharmonia interpretando a Mozart

La Orquesta Franz Schubert Filharmonia en el Palau de la Música.

La Orquesta Franz Schubert Filharmonia en el Palau de la Música. / EPC

Pablo Meléndez-Haddad

Pablo Meléndez-Haddad

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La Orquesta Franz Schubert Filharmonia continúa fichando a grandes nombres de solistas para su exitosa temporada de conciertos itinerantes con parada en el Palau, aunque en el podio sigue reinando su titular, Tomàs Grau. El lunes se contó con una nueva invitada extraordinaria, la admirada Elisabeth Leonskaja, quien se puso al frente del ‘Concierto Nº 12 para piano y orquesta núm. 12, KV 414’ de Mozart.

Fiel a la partitura hasta las últimas consecuencias desde siempre, la pianista georgiana nacida en 1945 propuso una lectura ágil, delicada, con un 'Allegro' inicial radiante, demostrando desde los primeros compases una total complicidad con la orquesta, implicada y generosa. Tomàs Grau la secundó con maestría, consiguiendo un diálogo fluido y natural mientras Leonskaja impresionaba con su digitación virtuosa, fraseada, esculpida en todos sus detalles y brindando, como acostumbra, gran claridad a las diferentes voces. El 'Andante' fue un regalo de emociones y el 'Allegretto' un ejercicio de buen hacer, siendo premiada con un caluroso aplauso. Generosa, Leonskaja regaló una propina.

La obra de Mozart estuvo ‘rodeada’ de Schubert, porque si tras ella se ofreció una sinfinía del compositor austríaco, antes se pudo asistir al estreno absoluto de ‘Meeresstille’, de Joan Magrané, pieza puramente instrumental inspirada en el ‘Lied’ ‘Meeres Stille, el Nº 2 del Op. 3, D. 216’, de Schubert. La obra de Magrané se mostró cargada de claroscuros, intimista y ambiciosa de colores. Tímbricamente la plantilla de cuerdas, trompas y corno inglés funciona de manera ideal en la creación de atmósferas y de una profunda desesperanza, todo muy adecuado al carácter de la pieza en la que se inspira, tanto el poema de Goethe como en la música de Schubert, ambos igual de inquietantes. El conjunto orquestal se lució en estas sonoridades exigentes tanto de afinación cómo de rítmica, llegando a emocionar.

Schubert reinó en la segunda parte, cuando se escuchó una vibrante versión de su ‘Sinfonía Nº 5, D. 485’. Y es que la orquesta tarraconense sigue caracterizándose por su compenetración y ganas de hacer música, funcionando a la perfección en una obra de estructura clásica, pero de marcado perfume romántico como esta. Una frescura, la que emana de la orquesta, que alimenta.

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