Crítica de teatro

'El pare': el laberinto de la memoria

Josep Maria Pou firma en el Romea otro remarcable papel en la adaptación de uno de los textos más populares del circuito internacional

Josep Maria Pou y Rosa Renom, en una escena de 'El pare', en el Romea.

Josep Maria Pou y Rosa Renom, en una escena de 'El pare', en el Romea. / TEATRE ROMEA

Manuel Pérez i Muñoz

Manuel Pérez i Muñoz

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A Josep Maria Pou lo hemos visto haciendo de rey Lear, de Falstaff, de Sócrates, de Orson Welles; personajes universales muy carismáticos que se acoplan a su físico opulento, su voz rasgada y a esa exuberante forma de interpretar. Por contraste, ahora, en 'El pare', lo vemos en la piel de un hombre sencillo, casi anodino, pero portador de una tragedia universal. Andreu es un hombre mayor que está perdiendo la memoria -el diagnóstico de Alzheimer no aparece en ningún momento, quizás para subrayar que existen otras enfermedades que comportan ese deterioro cognitivo-, y su hija (Rosa Renom) intenta afrontar el cuidado de un hombre que se pierde en un laberinto de confusión. 

'El pare' es una de las obras más elogiadas y populares del circuito internacional. Estrenada en 2012 en París, las adaptaciones han dado la vuelta al mundo, incluso se filmó una película protagonizada por Anthony Hopkins con dirección del propio autor, Florian Zeller, una de las voces más representativas del actual dramaturgia francesa. El texto tampoco es la primera vez que se estrena en el Romea, la versión en castellano con Héctor Alterio data de 2016. La diferencia del nuevo montaje es la inquietante atmósfera que ha conseguido plasmar la dirección de Josep Maria Mestres, más cercana al misterio de Hitchcock que al tono jocoso que también admite la lectura del texto. 

Farsa trágica

Definida por su autor como farsa trágica, la destacada aportación de 'El pare' pasa por representar el punto de vista del enfermo. Como en el teatro más experimental de Caryl Churchill, la acción y el argumento se pierden entre situaciones repetidas, saltos de escenas y personajes que cambian de cara. Un territorio rizomático que contagia la desorientación mental del protagonista. El público también acaba perdido en la niebla sin poder saber lo que es verdad o lo que simplemente se ha olvidado. 

La elegancia operística del espacio escénico de Paco Azorín va desdibujando su consistencia como la memoria de Andreu. Recordando su elogiado éxito 'L'oreneta', la dirección de Mestres vuelve a poner el acento en la contención, y así el montaje crece hacia una resolución que cuesta alcanzar y llega de repente. Pou tiene todo a su favor: abraza su personaje de forma honesta sin buscar la lágrima fácil. Rosa Renom como su hija refleja la vulnerabilidad del otro drama, el de los familiares que cuidan. La acompaña un reparto muy bien alineado para remarcar las aristas de un drama que, por cercano, golpea con fuerza.  

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