Crítica de cine

'Matadero', de Santiago Fillol: el cine como revuelta

Un filme inclasificable visto a través de la mirada disruptiva de un cineasta norteamericano que llega a la Pampa, a mediados de los 70, para dirigir una película sobre el conflicto violento entre unos trabajadores y sus patronos

Un fotograma de 'Matadero', de Santiago Fillol

Un fotograma de 'Matadero', de Santiago Fillol / EPC

Quim Casas

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Más de una década después de su debut, ‘Ich bin Enric Marco’ (2009), mezcla de ensayo, no ficción y falso documental en torno al hombre que falsificó su biografía en los campos de concentración nazis, Santiago Fillol, cineasta argentino afincado en Barcelona, donde ejerce también la docencia cinematográfica, regresa a la dirección con ‘Matadero’. Es otro filme inclasificable, sobre el papel una vuelta de tuerca a la variante genérica del cine dentro del cine.

Es también un relato político, pero alejado de las convenciones del denominado cine político, nada que ver ni con Costa-Gavras ni con el Bertolucci de ‘Novecento’. Porque como este gran fresco del siglo XX, ‘Matadero’ también habla de la lucha de clases, de las ilusiones y las revueltas. Lo hace a través de la mirada disruptiva de un cineasta norteamericano que llega a la Pampa, a mediados de los 70, para dirigir una película sobre el conflicto violento entre unos trabajadores y sus patronos. Rodaje y realidad, ficción y fabulación, se entrecruzan a través de la toma de conciencia de los intérpretes del filme ficticio, titulado precisamente ‘Matadero’, que se debaten entre su trabajo creativo y la militancia clandestina durante la dictadura. La puesta en escena es concisa, y Fillol armoniza muy bien –excelente trabajo con la luz– lo que ocurre en el rodaje y lo que transcurre en la violentada vida cotidiana argentina de la época.