Opinión | La caja de resonancia
Periodista
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Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
Paral·lel 62: ampliar, no sustituir
La sala hasta ahora conocida como Barts afronta una oportunidad histórica para expandir la noción de música en vivo, sin superioridad moral, y demostrar la viabilidad de un proyecto comunitario más allá de la consigna política
![Interior de la nueva sala Paral.lel 62, ex sala Barts.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/2ab2862c-2556-4716-81c0-0872f2ab2102_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
Interior de la nueva sala Paral.lel 62, ex sala Barts. / Jordi Cotrina
La sala Barts se ha convertido en Paral·lel 62, y no estamos ante un simple relevo nominal o una sustitución de operadoras sin mayores consecuencias: se trata de un cambio de marcha en la gestión de un escenario de referencia. Giro estratégico con el que el Ayuntamiento, propietario, desea introducir otras maneras de hacer, entendiendo que la música es más que la oferta manejada por las promotoras del circuito comercial. Esa es la teoría, y el desafío.
Cerrado el ciclo de Barts, a cargo de la promotora The Project, las cooperativas L’Afluent y Quesoni, y la sala Upload van a tener ahora ocasión de demostrar que es posible programar, en una sala importante de Barcelona (no en un ateneo o centro cívico de barrio) con un talante presumiblemente más social o comunitario. Para quienes no estén familiarizados con este debate, con visos de guerra cultural, se trata de girar la vista a los márgenes, a las expresiones asociativas, al trabajo con entidades y a la expresión musical no necesariamente vinculada a la idea de negocio. Pero, ¿el principio es que, en la música, hay también vida fuera del ‘show business’, o que solo hay vida fuera del ‘show business’?
Introduzco este matiz porque a veces, en esos ámbitos, se ha podido percibir el lánguido aroma de la superioridad moral, tratando a la agenda musical hegemónica de perversa ‘per se’, y a las iniciativas más apartadas de la industria, de genuinas, incorruptas o puras. No va por ahí el tono expresado estos días por Dani Granados, delegado de Derechos Culturales del Ayuntamiento, que ha hablado de “ampliar” encuadres, más que de pretender sustituir un orden por otro. Suena bien: música lo es todo, en efecto.
Oportunidad histórica
De hecho, la programación de Paral·lel 62, anunciada, por fin, después de seis meses de transición de perfil bajo, es continuista y no cuadra demasiado con la literatura comunitaria: mucho concierto del Festival de Jazz y del Guitar BCN (de The Project, precisamente), y hasta la repesca de ‘El petit príncep’. Parece que articular proyectos propios está costando: nos dicen que habrá que esperar a entrado 2023.
Pues veremos entonces si hay capacidad de aprovechar esa oportunidad histórica y de demostrar que palabras como horizontal, inclusivo, intercultural, permeable y transformador tienen contenido palpable y viable más allá de las consignas. Y si el alegre clásico ‘There’s no business like show business’, de Irving Berlin, se revela definitivamente corto de miras para explicar donde empiezan y acaban los límites de la música.
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