Crítica de libros

'Els irredemps, de Cristina Garcia Molina: un tríptico elegíaco y desbordante

La autora catalana sirve tres relatos independientes marcados por la oscuridad de Bacon y la melancolía de Chéjov

Cristina Garcia Molina

Cristina Garcia Molina / LAIA SERCH

Valèria Gaillard

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En el panorama de nuevas voces de la narrativa catalana sobresale por su contundencia la de Cristina Garcia Molina (Granollers, 1975), profesora de lengua y literatura con relativamente poca obra publicada, cuentos en antologías y en la revista digital 'Paper de vidre', los textos infantiles 'Plou...pero quin sol!' (La Meceua, 2013) y también ganó en 2014 el Premi Literari Ciutat de Badalona con el volumen de cuentos 'Silenci a taula' (Viena Edicions, 2014). Ahora presenta no una novela al uso sinó lo que define como un "tríptico", 'Els irredemps', que los editores de LaBreu comparan con buen ojo con uno pictórico de Francis Bacon. La forma de la narración refleja una aproximación personal a la literatura y adopta un carácter de tipo experimental. La autora yuxtapone de hecho tres relatos que funcionan de manera independiente, pero que comparten una misma paleta de colores: 'Solar', 'Linòleum' y 'Moll'.

Estamos ante tonos oscuros y rojizos, con algún salpicón de blanco, una gama amplia de la desesperación y la descomposición de las formas. Los personajes de cada uno de estos paneles literarios, tal como marca el título, son irredimibles, están perdidos, sin salvación posible, atrapados en una existencia hostil en la que el lenguaje se da por derrotado. En 'Solar', el relato que abre el tríptico y el más extenso, Garcia Molina sitúa en una escuela unos profesores que deben acoger en unas condiciones deplorables unos alumnos que tienen nombres de letras. Solo tienen el solar, que es pura intemperie, y poco a poco las dificultades pedagógicas se hacen insoportables. No hay que pensar en un relato realista, sino más bien apocalíptico, casi elegíaco. Garcia toca allí donde duele, la escuela símbolo del progreso ilustrado, para describir una sociedad desintegrada y sin esperanza.

Un prodigio de lenguaje

En 'Linòleum' los irredentos son dos hermanos. Ella cuenta la historia de la "extraña" familia que transita por el tríptico de la crucifixión de Bacon, con un padre erudito que se queda afásico y una madre enloquecida que los deja con "lo que más duele": una cita de Chéjov. El autor ruso habita estas páginas como una divinidad por el que se jura como por Alá, Dios y Rama. En 'Moll' toma la voz narrativa un voluntario del Museo Cívico, que se enamora a distancia de una visitante, un testimonio de la imposibilidad del amor platónico en un entorno rodeado de arte. Este "muelle" de ciudad siempre invita a hacer un paso más.

Hasta aquí tenemos, de manera sintética, el qué. Y lo que destaca en este libro es el cómo, es la fuerza magnética que consigue emanar con una prosa hiperbólica, con un lenguaje que se retroalimenta de forma prodigiosa. Anáforas, enumeraciones, elipsis, hipérbatos y metáforas, la prosa de Garcia Molina, profesora también en la Escuela del Ateneu Barcelonés, es también lúdica con el propio lenguaje, consciente del juego de significados y de insignificados, una prosa que esgrime con agilidad el filo de las frases. Raya en la poesía. "Hablamos mucho sobre la muerte, pero nadie nos prepara para la poesía" dice con lucidez uno de los personajes.