Abrupta purificación

La anticanción del verano (y 14): ‘Águas de março’, de Antônio Carlos Jobim

El autor brasileño proclama el fin de la estación estival sin servirse de la melancolía sino invocando la sacudida catártica, el torrente que se lo lleva todo por delante e impone la obligada regeneración. Un tema que alcanzó difusión universal en la voz de Elis Regina

Antonio Carlos Jobim y Elis Regina

Antonio Carlos Jobim y Elis Regina

Jordi Bianciotto

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Tenue ritmo de bossa nova, sosteniendo la esbelta melodía, en contraste con el accidentado recorrido que propone la letra de ‘Aguas de março’: “es el palo, es la piedra, es el final del camino”, comienza diciendo esta canción en la que Antônio Carlos Jobim retrata el fin del verano no tanto como un ejercicio de melancolía, recurso habitual, sino como una sacudida catártica, dando a entender que ese momento del año es un metafórico torrente por el que todo rueda montaña abajo sin contemplaciones, como una fuerza natural irrefrenable y una invitación forzosa a la regeneración.

Marzo es, en Brasil, el mes que marca el ocaso del verano, y Jobim se acogió a él para construir este tema cuyo texto viene a ser un ‘collage’ de imágenes que invocan el brusco cambio de tiempo. Ese momento del año trae consigo “la noche, la muerte, el lazo, el anzuelo” y “el misterio profundo, quieras o no”, dice el tema con un lenguaje provisto de una vaga mística y que alude a imágenes reconocibles en la cultura brasileña: la ‘garrafa de cana’ (con la que beber ‘cachaça’), la ‘peroba do campo’ (árbol nativo) y el ‘matita pereira’ (pájaro de mal agüero), figuras estas que desaparecieron en la versión del tema en inglés que realizaría el propio Jobim. Las ‘águas de março’ apuntan al tránsito intempestivo hacia la muerte, a la vez que abren “un horizonte precioso’ (juego con el nombre de la ciudad Belo Horizonte) y “una promesa de vida en tu corazón”.

Lejos de la gran ciudad

Jobim, el más trascendental autor de la bossa nova, se había entendido con poetas y letristas como Vinícius de Moraes en los clásicos ‘Garota de Ipanema’, ‘Corcovado’ o la bautismal ‘Chega de saudade’, pero aquí firmó tanto la música como la letra de la pieza. La escribió en su nueva casa de Poço Fundo, en un ambiente rural, a varias horas de Río de Janeiro, lugar en el que quiso marcar distancias con los divertimentos mundanos propios de la gran ciudad. Como si la mansión estuviera predestinada, acabaría siendo arrasada por la madre naturaleza, en un devastador episodio de tormentas en 2011, 17 años después de la muerte del compositor.

Aunque Jobim grabó pronto su propia versión, en 1972, la toma que alcanzó una mayor repercusión fue la que ese mismo año registró Elis Regina en el álbum ‘Elis’, que vino seguida por la de ‘Tom & Elis’ (1974), cita de ambos talentos en los MGM Studios de Los Ángeles. Versión esta que gozó de amplia difusión mundial y que Frank Sinatra llegó a calificar como “lo más cercano a la perfección”.

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