Crítica de cine

‘La fotógrafa de Monte Verità’: la búsqueda de la felicidad

Un personaje ficticio le sirve al director suizo Stefan Jäger para contar la historia de una famosa comuna anarquista de principios del siglo XX

Monte veritá

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Quim Casas

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‘La fotógrafa de Monte Verità’ coloca a un personaje de ficción en un lugar y un contexto reales. A principios del siglo XX se creó en la colina denominada Monte Verità, en el cantón suizo del Tesino, una cooperativa fundamentada en las ideas del socialismo primitivo, el anarquismo y la práctica vegetariana y nudista, reconvertida poco después en sanatorio. Por allí desfilaron Herman Hesse, Paul Klee, Isadora Duncan y Carl Gustav Jung. Varios de estos personajes aparecen en el filme, pero su protagonista absoluta es la ficticia Hanna Leitner, una joven burguesa que escapa de su marido e hijas, y de la domesticada y adocenada existencia a la que se ha visto sometida –mostrada mediante flashbacks de trazo algo esquemático– para hallar en el sanatorio un nuevo sentido a su existencia.

 El filme muestra de este modo el proceso de regeneración vital de un personaje formado en las más estrictas convenciones burguesas que, poco a poco –la primera vez que ve a la gente practicando el nudismo se escandaliza–, libera su mente y cuerpo y acepta una nueva existencia. El título hace referencia a las fotografías que empieza a realizar en el lugar: el director Stefan Jäger fantasea con la idea de que algún personaje parecido al de Hanna fuera quien tomó las pocas instantáneas que se conservan de esta comunidad y edificio convertidos hoy en sala de conferencias y museo. Pese a algunos momentos de narrativa algo morosa y ciertos subrayados sobre la debilitada salud de la protagonista, la película muestra bien la confrontación entre dos mundos e ideologías y la búsqueda de la verdadera felicidad.

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