Obituario

Muere Núria Feliu, 'la nostra' Liza Minnelli

Cinco discos de Núria Feliu que merecen un rescate

Feliu: «La plaza donde vivo es un pueblo dentro del pueblo de Sants»

Reacciones al fallecimiento de la artista

Icono de la canción catalana y símbolo del barrio barcelonés de Sants, la cantante ha fallecido a los 80 años tras haber sufrido un ictus en 2021

Elena Hevia

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Si Núria Feliu hubiera nacido en Estados Unidos es seguro que hubiera tenido un espacio fijo en uno de los casinos de Las Vegas y su nombre como el de Liza Minnelli figuraría en letras luminosas. Pero no, la diva menestral de la canción catalana que acaba de morir a los 80 años, nació en Sants, un barrio, popular por supuesto, del que fue estandarte y embajadora y tuvo que conformarse con otros escenarios más prosaicos. La prueba del algodón de su conexión con el barrio fue el hecho de que uno de los Gegants de la colla del barrio representara precisamente a la polifacética artista. La figura se creó en 2015. Lamentablemente, la cantante no ha podido superar el ictus que la postró a principios de 2021.

Feliu pertenece a esa raza de artistas catalanas como Mary Santpere o Guillermina Motta, que no son solo meros intérpretes también se cuelan en tu memoria sentimental a base de llaneza y simpatía. Feliu, la Feliu, era la ‘tieta’ que nos cantaba. El título no es despectivo porque fue una supertía de las hijas de su hermano, que como mandan los antiguos cánones del artisterío, le ejercía de 'manager'. Fue uno de los iconos de la Canço Catalana, signifique eso lo que signifique, porque recuperó antiguos boleros y cuplés de la antigua tradición cabaretera que cantó con una intención picaresca al viejo estilo y sin mordiente crítico o sexual. Pero, además de buena voz, voz de negra, aportó y, esto hay que reconocérselo, un gran aliento internacional con las versiones en catalán de un amplio repertorio de estándares jazzísticos e incluso de country, gracias a su letrista habitual Josep Maria Andreu. Feliu se atrevía con todo desde Burt Bacharach –más acorde a su estilo- hasta Leonard Cohen. En este sentido ecléctico hay que destacar sus colaboraciones con Tete Montoliu, uno de los grandes intérpretes locales del género que lograron romper fronteras en los años 60, y con Lou Bennett, en un álbum colectivo. En los últimos tiempos su acompañante habitual fue el pianista Lucky Guri.

Su primera vocación no fue la música sino la interpretación. Por eso empezó como actriz en el Orfeó del Canigó y de Sants, y aunque abandonó pronto esta faceta –su amigo Ventura Pons la recuperará brevemente en las películas 'El vicari d’Olot' y 'Any de Gràcia'- su naturalidad y sus tablas fueron decisivas para conectar con el público. Su debut profesional como cantante se produjo en 1964, siempre en catalán, en el grupo Els  Quatre Gats, siguiendo los aires de renovación de la Nova Canço abiertos por Els Setze Jutges y Josep Maria Espinàs, llegando a grabar con artistas como Joan Manuel Serrat. 

Buena parte de la Nova Cancó se decantó por una vertiente más autoral y de protesta política en la que Feliu nunca militó, por eso sufrió una cierta condescendencia por parte de la intelectualidad de los últimos años de franquismo. Juan Marsé, por ejemplo, en uno de sus acerados comentarios, mencionó que el peor castigo que podía imaginarse era escuchar a Núria Feliu dos horas seguidas. Sin embargo no hay que olvidar que su versión de ‘The partisan’ de Leonard Cohen tuvo problemas con la censura.

Vinculaciones políticas

Trabajadora infatigable, que jamás quiso crear una familia -"una soledad escogida y maravillosa", alardeaba-, la artista se mantuvo décadas sobre los escenarios siempre en contacto con un público fiel. Y sorprendentemente consiguió añadir a sus plateas público joven, al militar por el independentismo con la llegada del Procés (durante tres años abordó recitales de ‘Poemes patriotics’ con la ANC). Una acción del todo consecuente pues siempre fue uno de los rostros visibles de la antigua Convergència.

De hecho, ese apoyo ya había despertado no pocas críticas cuando en el 2001, en el último gobierno Pujol, se hizo pública que recibía un salario anual de la Generalitat del equivalente actual a 37.000 euros anuales como responsable de un plan de cultura popular paralelo al oficial (otros asesores fueron Josep Laporte y Baltasar Porcel, que se llevó el doble que la cantante). Cuando saltó la noticia, los dirigentes del partido nacionalista defendieron sin rubor esta iniciativa que se había mantenido oculta. Más tarde, en el 2011, responsables de la extinta Convergencia Democràtica de Catalunya reconocieron que una gira de la cantante había sido pagada secretamente con fondos desviados del Palau de la Música.

Conexión con los jóvenes

En 2007, dos años después de anunciar su retirada de los escenarios, Núria Feliu reunió en un libro-disco las sardanas catalanas más populares con motivo del centenario del estreno de la emblemática 'La santa espina', con letra de Àngel Guimerà y música de Enric Morera. Pero eso no le impidió saltarse la jubilación, cuando en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona celebró 50 años de carrera y su 70 cumpleaños con el espectáculo colectivo "Núria Feliu 50/70" en el que artistas como Serrat, Marina Rossell, Companyia Eléctrica Dharma, Peret o Sílvia Pérez Cruz le rindieron homenaje.

Su conexión con las nuevas generaciones se reafirmó cuando ya no lo esperaba con el álbum 'La pols i la era' que Els Catarres grabaron con la mirada puesta en ella. Eso le permitió volver acompañar a Òscar Dalmau al escenario del Canet Rock, donde adolescentes se acercaban a ella para preguntarle si era famosa.

En 2015, la cantante publicó sus memorias, donde recogió los recuerdos sentimentales de las plazas y las calles de su barrio, con calzadas de adoquines, colmados tristes y niños jugando al aire libre. Allí la pequeña Núria, la hija de los tenderos del mercado de Sants, la chica que no tuvo estudios, aparecía sentada en una sillita, contemplando la fiesta mayor de Sants, entre los barrotes del balcón de su casa. "Cuando me cansaba de ver y oír aquellas músicas maravillosas que procedían de todos los lugares del mundo, me iba a la cama, a soñar que un día u otro bailaría con un chico guapo y con la música de fondo de la plaza me quedaba dormida".

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