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La maldición de A-ha: cómo sobrevivir al gran hit de los 80 mientras te tiras los trastos por la cabeza

Un nuevo documental que se estrena el día 8 arroja luz sobre el legado de la banda y el precio que pagaron por 'Take on me', su tempranísimo éxito

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Nando Salvà

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Artistas como Morrisey y Kanye West y bandas como Coldplay y Keane son admiradores confesos de su música. Juntos han vendido más de 55 millones de discos en todo el mundo y reunido a nada menos que 198.000 espectadores en un mismo concierto, el que celebraron en el festival Rock in Rio en 1991 y les valió un lugar en el Libro Guinness. Varias de sus canciones, además, siguen estando entre las más solicitadas en los karaokes. Y nada de eso, en todo caso, ha impedido que los miembros del trío noruego A-ha se odien mutuamente o, al menos, que aparenten con gran convicción hacerlo.

"Tengo que juntar a tres individuos que a menudo no quieren estar juntos", se queja a ese respecto su fotógrafo oficial en una escena de 'a-ha: La película', el documental dirigido por Thomas Robsahm y Aslaug Holm que arroja luz tanto sobre el legado de la banda como sobre el precio que pagaron por su tempranísimo éxito, y en el que se da a entender que, más que un fotógrafo, necesitan un terapeuta.

Reproches

Los reproches, propios y ajenos, planean sobre los tres componentes del grupo. El guitarrista, Pål Waaktaar-Savoy, es una presencia arrogante y dictatorial. El teclista, Magne Furuholmen, se siente infravalorado como compositor. El cantante, Morten Harket, está cansado de desempeñar siempre el papel de rompecorazones, gracias al que su imagen pasó los años 80 forrando las carpetas de casi tantas adolescentes como las de Tom Cruise o George Michael. "Un ‘crescendo’ eterno de ruido" es la expresión que Harket, aún hecho un pincel, utiliza para describir lo que le supone ocupar permanentemente el centro de atención. Como deja claro en la película -fue rodada antes del covid-, después de cada uno de sus encuentros con las fans se rocía las manos con desinfectante.

A esas quejas, además, hay que añadir el sentimiento de culpa y autodesprecio que lleva demasiado tiempo enquistado en el seno de la banda, y que hasta cierto punto resulta comprensible. Cuando decidieron hacer música juntos -Furuholmen y Waaktaar-Savoy habían sido vecinos de infancia, y antes de conocer a Harket formaron parte del cuarteto Bridges- aspiraban a parecerse a Led Zeppelin, The Doors y Uriah Heep; en cuanto lograron su primer contrato discográfico, sin embargo, accedieron a ser categorizados como ídolos de quinceañeras y protagonizar humillantes sesiones fotográficas para revistas juveniles.

En efecto, la publicación del disco de debut ‘Hunting High and Low’ (1985) adjudicó a A-ha una fama que nunca han podido sacudirse de encima, y eso es así porque en él se incluye la que sin duda es una de las mejores canciones pop de aquella década: ‘Take On Me’, combinación de sintetizadores y cajas de ritmo perfectamente diseñada para las pistas de baile que alcanzó el número 1 en países como Estados Unidos y Alemania. Compuesta a medias por Furuholmen y Waaktaar-Savoy -su autoría, claro, es motivo de conflicto irresoluble entre ellos-, su lanzamiento como ‘single’ fue acompañado de un videoclip que sigue siendo uno de los más vistos y premiados de la historia, y en el que el director Steven Barron mezcló acción real y animación de dibujos a carboncillo para contar una historia de amor entre un chico y una chica atrapados en sendas dimensiones paralelas. El chico, claro, era Harket.

Bendición y maldición

Aquel irresistible tándem canción-videoclip resultó ser una bendición y una maldición a partes iguales para la banda. Su incapacidad para lanzar inmediatamente al mercado otra canción de pegada similar hizo que muchos se apresuraran a categorizarlos como flor de un día, y sus intentos de cambiar la impresión que el público tenía de ellos fueron ignorados. Desesperados por recuperar el éxito en el mercado estadounidense -en Europa su popularidad se mantuvo más estable-, usaron sus discos posteriores alternadamente para tratar de ser tomados en serio como artistas y para recuperar su imagen de ‘boy band’, pero no llegaron a lograr ni lo uno ni lo otro. 

Viendo la película, eso sí, se hace difícil empatizar con su drama, en parte porque queda claro que la vida les ha sonreido y en parte porque los tres dan muestras de ser unos narcisistas. "Todos aquellos que trabajan con nosotros acaban hartos", confiesa Furuholmen en una escena; en otra, la película recuerda que el compositor John Barry lo pasó tan mal mientras trabajaba con ellos en la grabación de ‘The Living Daylights’ -tema central de la película de James Bond ‘Alta tensión’ (1987)- que los acabó apodando “la juventud hitleriana”.

Después de 40 años de carrera, durante los que han publicado 10 discos de estudio y cuatro álbumes en directo y entretando han protagonizado tanto rupturas y reconciliaciones como aventuras musicales en solitario, los miembros del grupo dan la sensación de seguir actuando juntos por obligación. El tiempo no ha curado las viejas heridas; las ha hecho más profundas. "A-ha nunca se ha basado en la amistad", afirma Harket en un momento del documental. Y suena convincente, aunque no tanto como Furuholmen cuando, tras ser preguntado sobre la posibilidad de que la banda grabe un nuevo disco, responde tajante: "No". ¿Por qué? "En el fondo, lo que todos queremos es partirnos la cara mutuamente".

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