Crítica de cine

'Cantando en las azoteas': la vieja escuela del Raval

La historia de Love, el último transformista del Barrio Chino barcelonés, es también la crónica de una forma de vida irrepetible en un barrio que ha mutado por completo

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Quim Casas

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Mezcla de documental y representación de una ficción que pudo ser realidad, 'Cantando en las azoteas' surge de la estrecha relación que mantienen el director Enric Ribes y el transformista Gilda Love desde que hicieran en 2017 la micro-pieza de idéntico título, extraído de las últimas estrofas de la 'Canción del mariquita' de Federico García Lorca.

Love puede considerarse el último transformista del Barrio Chino barcelonés, por lo que el filme tiene también mucho de elegiaco, de crónica de una forma de vida irrepetible en un barrio que ha mutado por completo. Pero lo interesante es el personaje en sí mismo, la historia de ficción que Ribes teje a su alrededor con la presencia de una joven y su hija, la familia que nunca pudo tener. 

De este modo, la película converge en direcciones distintas, del melodrama a la crónica de barrio, del filme de archivo -con interesantes imágenes de las actuaciones en la célebre Bodega Bohemia- a la idealización de una existencia inalcanzable. Surge, por supuesto, de la capacidad del director para hacer que este 'drag queen' de la vieja escuela del Raval se sienta cómodo y se exprese con naturalidad ante la cámara, siendo él mismo y, al mismo tiempo, el protagonista de una invención mediante la cual la cámara captura una realidad pura, sin ambages.

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