La gran remontada de la música en directo

¿Voy a Rosalía o a Christina Aguilera? ¿A Iron Maiden o a Iggy Pop? La imposible agenda de conciertos del verano

La programación bulle y dibuja una recuperación plena tras el parón pandémico, con numerosos solapamientos de actuaciones destacadas en un mismo día

Voces del sector expresan dudas sobre la capacidad de absorción de tanta oferta por parte del público en un momento en que se ha ralentizado la venta anticipada

Combo icult

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Jordi Bianciotto

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El sábado 2 de julio, Kiss detonará su pirotécnico ‘show’ de despedida en el Rock Fest de Can Zam mientras, en paralelo, esa misma tarde-noche, Destroyer y alt-J encabecen el desfile ‘indie’ en el Vida Festival (Vilanova i la Geltrú), Canet Rock oficie el rito de la verbena catalana hasta que salga el sol, Crowded House plante su pulcro pop en Pedralbes y Marisa Monte brinde sus delicias cariocas en Porta Ferrada. Es solo un ejemplo. Otro sábado, el 23, se solaparán en la agenda Rosalía (primera de sus dos noches en el Palau Sant Jordi), Christina Aguilera (Cap Roig), Ben Harper (Sons del Món), Simple Minds (Porta Ferrada) y Diana Krall (Pedralbes).

La temporada 2022 de la música en directo luce avasalladora. ¿Demasiado? Extraeremos conclusiones una vez haya terminado y se proceda al recuento de éxitos y daños (si los hay), pero abundan las voces que, desde el mismo sector, advierten del peligro de que el volumen de entradas puestas a la venta exceda la demanda. “Este verano se suman los conciertos previstos en un año normal con los acumulados después de dos años de pandemia, pero no solo ocurre aquí, sino en toda Europa”, hace notar Albert Mallol, director artístico de Porta Ferrada. Entre las giras finalmente activadas tras haber sufrido aplazamientos pandémicos están las de artistas como Dua Lipa, Iron Maiden, Nick Cave and the Bad Seeds, Ben Harper o Alan Parsons.

Un fenómeno anunciado

Es tiempo de bonanza climática, con apetito acumulado de música en vivo a granel y ‘festivalitis’ aguda (con su culto al gran evento, allí donde “hay que estar”), y el circuito de salas es el que más acusa la densidad de la programación, como observa Lluís Torrents, presidente de la ASACC (Asociación de Salas de Concierto de Catalunya) y codirector-gerente de Razzmatazz. A su juicio, “hay un exceso de oferta clarísimo”, si bien eso se veía venir y se trata de capearlo como se pueda entendiendo que remitirá de cara a 2023. “Tras dos años de parón, sabíamos que pasaría y no es culpa de nadie. La mayoría de los artistas viven actualmente del directo, y es lógico que ahora todos quieran salir de gira”.

Las reservas de las salas superan incluso las de 2019, apunta Torrents. “No hay fechas libres en Barcelona”, y hay dudas sobre si el público responderá. “Hay incluso promotores que se ven haciéndose la competencia a sí mismos, programando dos conciertos el mismo día y del mismo estilo, porque dicen que no pueden decirle que no al agente internacional. ¡Pues quizá habrá que empezar a decirlo!”.

Estos días se registran algunas cancelaciones en el circuito de clubs, como la de Pussy Riot, el colectivo activista ruso, que debía actuar este miércoles en Razzmatazz y cuyo concierto cayó por la “escasa venta de entradas”, según luce sin rodeos el comunicado. “Un bolo que iba a coincidir con la fiesta de apertura de Primavera Sound en el Poble Espanyol y con Dua Lipa”, observa su promotor, Xavi Manresa, a cargo de la empresa Cap-Cap, que ve “sobreoferta” en el ambiente. “Y cuando te has gastado 250 pavos en un fin de semana de festival no te pueden pedir que gastes mucho más dinero en otros conciertos”. Manresa habla de “cuello de botella” ante tanta banda girando, y eso ocurre cuando “desde marzo no se están vendiendo tantos ‘tickets’”. Vista la marabunta de este verano, él prefiere apearse y “pensar en el próximo invierno”.

Compra al último minuto

Así como, hace un año, tras la cuarta (y débil) ola covid, cierta euforia ciudadana se tradujo en una ansiedad por comprar entradas, ahora el comportamiento es más contenido. El encarecimiento de la energía y la inflación han transmitido prudencia al público, que tiende a pensarse más si afronta ciertos gastos. Precisamente ahora que la oferta es gigantesca.  “Este año la gente compra las entradas más tarde, más al último minuto”, observa Albert Mallol, que reconoce un ritmo general de ventas más suave que en otras temporadas. “Conciertos de los que se deberían haber vendido 300 o 400 entradas y que llevan 200”, reconoce. Ahí hay que hablar de la brecha que separa a los grandes nombres de los demás. “Hay artistas de calidad que no son ‘superventas’ a los que está costando vender entradas. El sota, caballo, rey es lo que funciona en este mar de conciertos”.

Y ahí están, por poner otro ejemplo, Red Hot Chili Peppers, afrontando un Estadi Olímpic (quedan entradas) el mismo día, 7 de junio, en que se desplegará el Primavera Ciutat y arrancará Pedralbes con James Blunt. O las coincidencias del Sónar (16-18 de junio) con Patti Smith, Marc Anthony, el ‘show’ de ‘Eufòria’, Raphael y Milton Nascimento. O el viernes 29 de julio, que concentra los conciertos de Iron Maiden, Iggy Pop, Serrat y Pablo Alborán, así como el festival punk ‘Barna’n’roll’, la ópera de Rufus Wainwright… El balance, en septiembre.

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