Novela histórica

Niklas Natt och Dag: "La neutralidad sueca encerraba una gran cobardía frente a Rusia"

El escritor sueco, autor de una tremebunda trilogía ambientada en el siglo XVIII, cierra la serie con '1795'

Niklas Natt och Dag

Niklas Natt och Dag / Kiefer Lee

Elena Hevia

Elena Hevia

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Aristócrata y con pinta de salir directamente de una revista de moda masculina, no hay nada en los modales educados y escrupulosamente pulcros del escritor sueco Niklas Natt och Dag que haga sospechar las simas de crueldad y abyección que es capaz de imaginar en sus novelas. Se dio a conocer con ‘1793’, una novela histórica con momentos tremebundos, casi de gran guiñol, que lo lanzó al estrellato del best-seller histórico bien documentado, a las que siguieron ‘1794’ y, claro, ‘1795’ (todas en Salamandra y Proa) con el concluye, de momento, su trilogía. La novela estará el jueves, día 2 de junio, en las librerías.

Sade lo sabía

El autor se pasea una soleada tarde de mayo por su ciudad, Estocolmo, donde no han vivido en absoluto los rigores de la distancia social y las medidas anticovid (la mascarilla nunca fue obligatoria aquí), mostrando las localizaciones de sus ficciones. En estas calles del presente es difícil reconocer la ciudad del siglo XVIII, un lugar en el que prácticamente no se ha salido de la edad media en términos de salubridad al tiempo que las nuevas ideas de la Ilustración llaman a la puerta. “Lo que he querido demostrar -dice el autor-  es que la razón, pese a ser deseable, no supone una moral implícita, que es algo que sostenía el marqués de Sade. Hoy un ejemplo sería la bomba atómica, que durante décadas sirvió como una forma de garantizar el fin de todas las guerras y que hoy la historia y la guerra de Putin nos están diciendo que ya no es algo disuasorio sino muy, muy peligroso”.

‘1795’ es, de hecho, la continuación de la novela anterior, que nos dejaba a su villano Tycho Ceton -un psicópata capaz de obligar a hacer una autopsia a alguien vivo, que se dice pronto- huyendo de los protagonistas de la saga, el veterano de guerra Mickel Cardell y el colaborador de la policía Cecil Winge. El tono folletinesco no invalida una obsesiva plasmación de la época: “En mi primera novela la documentación exhaustiva me servía como una muleta para mi falta de práctica en la escritura, pero dos novelas más tarde, eso ya se ha convertido en una característica mía con la que me siento muy cómodo”.

Sucias y sangrientas, la novelas de Natt och Dag (literalmente, Noche y Día) huelen mal, contienen momentos de tensión dramática y un exceso gore que puede dejar noqueado al lector menos avisado. “Leí libros sobre los místicos, donde se hablaba de los estigmas de Cristo de una forma casi erótica, en la que equiparaban la herida de su costado con una vagina. Me planteé así una de las escenas más terribles de la novela en la que crucifican a un muchacho y trabajé mucho en la manera en que iba a contar eso de una forma aceptable para el lector, evocando más que haciendo explícita la penetración”, explica el escritor con una distante elegancia que hiela la sangre.

Regreso al tablero bélico

El encuentro con el autor en la capital sueca tiene, los tiempos obligan, su contrapunto político. Esa misma tarde, en el centro histórico de Gamla Stan el rey sueco Carlos Gustavo se reúne con el presidente finlandés Sauli Niinstö en ocasión de la solicitud de entrada en la OTAN de ambos países. Amparados en una cómoda neutralidad de décadas, la amenaza rusa es algo que hoy preocupa mucho a los suecos. Rusos y suecos, de hecho, han sido enemigos a lo largo de los siglos, como bien ilustra ‘1795’. “Se podría hacer un paralelismo entre los hechos históricos de la novela, la guerra sueco-rusa, y la actualidad, aunque en aquel caso fuimos nosotros los suecos los que nos portamos mal. Gustavo III, el rey déspota, fue quien inició la ofensiva contra Rusia por mera vanidad, algo que podría equipararle a Putin. Aunque Gustavo ganase la guerra, se perdieron miles de vidas y fue un desastre económico. Y eso es algo que lamentablemente se está repitiendo”.

¿Cómo viven los suecos este momento tenso que los devuelve a un tablero bélico del que se creían excluidos?  “Con una cierta crisis de identidad porque siempre nos hemos ufanado de ser un país neutral. Personalmente creo que esa postura ha tenido un gran componente de cobardía frente a Rusia que, además, nos ha beneficiado económicamente. Ahora nos debatimos entre muchos sentimientos. Tenemos unas  fuerzas armadas apenas testimoniales y la entrada en la OTAN supondría un cambio sustancial en este terreno. Luego está el hecho, no menor, de que la decisión se ha tomado de una forma tan veloz que posiblemente haya chocado frontalmente con las reglas del juego democrático. Son tiempos muy difíciles”.  

Suscríbete para seguir leyendo