Hotel Cadogan

Los libros recomendados por Olga Merino: la otra cara de 'Downton Abbey'

Periférica publica ‘Nunca delante de los criados’, una radiografía agridulce de la servidumbre en la época victoriana

En 1891, un millón y medio de personas trabajaban como empleados domésticos en Inglaterra y Gales

Dontown

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Olga Merino

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La otra tarde, la señora Danvers, el ama de llaves honorífica del Cadogan, le echó un rapapolvo tremebundo a una de las doncellas porque la madera de la escalera noble, la que lleva a las habitaciones de los huéspedes, no brillaba lo suficiente, cual espejo venenoso, como a ella le gusta. Tiene establecido que la limpiemos peldaño a peldaño en días alternos, a base de estropajo, jabón de lino y asperón, una arenisca que te deja las manos en carne viva. Qué tiparraca la Danvers; deambula por las estancias del hotel pasando el dedo por barandillas y estantes para ver si hemos olvidado una mota de polvo… Bah, en cuanto se da la vuelta, le hacemos muecas. Lo bueno de ser fantasmas, como lo somos, es que los huesos ya no duelen.

Aparte de muertos, estamos muy contentos, sobre todo ahora que Periférica acaba de editar, por primera vez en español, ‘Nunca delante de los criados. Retrato fiel de la vida arriba y abajo’, nuestro libro de cabecera desde ya. El autor, Frank Victor Dawes, un periodista británico cuya madre había trabajado como empleada doméstica, publicó un anuncio en el ‘'Daily Telegraph’ en abril de 1972 donde solicitaba testimonios de quienes hubiesen conocido desde dentro el mundo de la servidumbre en el periodo victoriano y eduardiano. Pues bien, esperando recibir apenas un puñado de cartas, recabó más de 700, que acabaron articulando una obra jugosísima. Misivas casi todas tristes. En 1877 una viñeta en la revista ‘Punch' de George du Maurier —abuelo de nuestra queridísima Daphne (‘Rebecca’)— satirizaba los apuros del servicio mediante una dama que aleccionaba así a su criado: «¿Ve usted este pobre gatito que han encontrado los niños? No tiene madre. ¡Traiga leche, Thomas! ¡Maúlle como su madre!». La vida perra. Sobre todo, para las doncellas: un embarazo suponía el despido inmediato.

Entre mayordomos, cocineras, batallones de mozos de cuadra, cocheros, jardineros, lacayos de librea, despenseras, institutrices y otros, el censo de 1891 establecía que casi millón y medio de personas servían en casas particulares en Inglaterra y Gales (¡sobre una población de 29 millones!). Ah, el viejo clasismo... Si naciste para criado, del cielo te caían los cepillos. El estallido de la primera guerra mundial, que rompió tantas cosas, descompuso también aquel submundo, cuando se reclutó a tantas mujeres para trabajar en las fábricas. Había muchas más serpientes de las que aparecen en ‘Downtown Abbey’. Ojo, que hay nueva peli.

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