Crítica de música

García-Tomás entra en el espíritu de Bach

La compositora catalana triunfa con su estreno, con la OBC, de su 'Suite of myself', inspirada en la obra bachiana

La compositora catalana Raquel García-Tomás en el estreno de su 'Suite of Myself'

La compositora catalana Raquel García-Tomás en el estreno de su 'Suite of Myself' / May ZIRCUS

Pablo Meléndez-Haddad

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El concierto de este fin de semana de la OBC contaba con un atractivo particular, el estreno absoluto de 'Suite of Myself' de la compositora catalana Raquel García-Tomás, obra encargo del Auditori compuesta en gran parte durante el confinamiento e inspirada en obras de Bach y en una selección del inmenso poema 'Song of Myself' de Whitman.

Como para preparar el espíritu, la velada comenzó con Bach, una adaptación para teclado del 'Cuarto concierto de Brandenburgo' reconvertido en el 'Concierto para clave en Fa mayor, BWV 1057' (1738), aquí interpretando al piano por Pavel Kolesnikov junto a las ‘flauti d’echo’ de Christian Farroni y Beatriz Cambrils. La pequeña plantilla demostró complicidad, sobre todo en los dos primeros movimientos, ya que en la gran fuga final hubo falta de transparencia, pero la maestría de los solistas, ayudados por Giedrė Šlekytė desde el podio, devolvió todo a su cauce.

La obra de García-Tomás se inspira en momentos de la 'Pasión según San Juan' y en otras obras bachianas, con acento definitivamente espiritual. Ayuda, y mucho, el tono del poema de Whitman, de gran trascendencia. El tratamiento vocal, a cargo de un nutrido El Cor Canta (integrado por más de un centenar intérpretes aficionados), es casi siempre al unísono, como en las corales protestantes, lo que subrayaría un hipotético carácter introspectivo que se contradice –sabiamente– con una instrumentación brillante, aspecto que incrementa la celesta, el ‘piccolo’, el arpa y una abultada sección de bronces. En la interpretación faltó un mayor trabajo en los contrastes, ya que todo sonó siempre tirando a 'forte', con un resultado plano, pero ‘decibélicamente’ impresionante. La obra y la autora, que también cantó en el coro, fueron ovacionadas.

En la segunda parte reinó Anton Bruckner y su 'Tercera Sinfonía en Re menor, WAB 103’ (en su tercera versión), un monumento inmenso que demuestra por qué Mahler y Wagner (a quien está dedicada la obra) fueron de los pocos defensores contemporáneos de las creaciones del compositor (más allá de las referencias que el genio de Bayreuth vio en esta pieza). Giedrė Šlekytė pudo aquí demostrar su capacidad ante una orquesta inmensa y bien controlada, con la obra fraseada y trabajada al detalle, aspecto apreciable sobre todo en el segundo movimiento en que se alcanzó la magia.

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