Discos de la semana

'Mr. Morale & The Big Steppers': Kendrick Lamar conjura sus demonios (y los de la humanidad)

El rapero californiano entrega otro álbum mayúsculo a cuenta de sus traumas íntimos y de sus objeciones al papel modélico que corresponde a las celebridades

Los nuevos elepés de Camellos, The New Raemon, David Cordero & Marc Clos, Blood Quartet y Trueno, también reseñados

Lamar

Lamar

Rafael Tapounet
Jordi Bianciotto
Ignasi Fortuny
Roger Roca
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Con álbumes como ‘To pimp a butterfly’ (2015) y ‘Damn’ (2017), Kendrick Lamar se convirtió en punto cardinal de ese renovado canon pop que gravita en torno a la música urbana afroamericana: la herramienta verbal del rap y amalgamas familiarizadas, en su caso, con el soul y el jazz. Grandes expectativas preceden a este ‘Mr. Morale & the big steppers’, cuya foto de portada funde el recogimiento familiar y el dolor del alma; la caricia y la corona de espinas.

Una foto indicativa de este álbum sufrido, en el que Lamar atraviesa sucesivas capas de brumas tratando de encontrar “algo de paz mental en esta vida”. Así lo expresa en el tema de apertura, ‘United in grief’, con su rap trabalenguas y su percusión con ecos de batucada. Nos prepara para una obra que deja poso a través del monólogo poético y la descripción de demonios interiores, tanto en clave personal como colectiva. Álbum que Lamar ha puesto en circulación sin previo goteo de ‘singles’ (el que salió el lunes, ‘The heart part 5’, no está incluido en el disco) y entendiéndolo como una obra compacta.

Asuntos de familia

Repertorio con 18 canciones (doble álbum) en el que Lamar dispara a diestro y siniestro configurando una especie de catálogo universal de conflictos mentales y sociales. Reproches a la figura paterna (‘Father time’) y críticas a la elevación del famoso como guía (‘Savior’); defensa de la pareja ‘trans’ frente al rechazo de la Iglesia (‘Auntie diaries’) y cuestionamiento de la cultura de la cancelación y de los protocolos anti-covid (‘N95’). Ahí juega Lamar con el contraste entre su voz a menudo airada y el sereno riego de los arpegios de piano, que dan forma a un distintivo hilo conductor a lo largo del álbum, clave neoclásica acentuada por ocasionales marejadas orquestales. El momento más extremo: ‘We cry together’, orgía de intimidades de pareja, regada por insultos mutuos, en histérico diálogo con la actriz Taylour Paige.

Lamar se erige en ‘Mr. Morale’, el ciudadano consciente de centrar miradas necesitadas de modelos de comportamiento, un rol que no parece hacerle feliz, dadas las muestras de fragilidad que esparce a lo largo del disco. El punto más delicado llega con ‘Mother I sober’, en la que evoca sus traumas infantiles y fracturas familiares con pulso notarial y donde Beth Gibbons (cantante de Portishead) da la réplica con una estrofa temblorosa en la que se limita a repetir: “Ojalá fuera alguien / Cualquiera menos yo”.

Y al final, ‘Mirror’, la pieza pop más canónica, arroja luz con la mención a su hija, y tras dejarnos claro que “todo es tóxico”. Cierre de un álbum que ofrece una sesión de terapia a corazón abierto y donde Kendrick Lamar eleva una voz propia sobre la memoria de toda una tradición musical, la que le conecta con tótems del calibre de Gil Scott-Heron, Nina Simone o Marvin Gaye. Jordi Bianciotto

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Un año después de aquel debut entre brumas, ‘A los que nazcan más tarde’ (2021), el trío desarrolla con sereno esplendor su lenguaje de capas electrónicas flotantes y riqueza percusiva, entre los vestigios post-punk y una mística ambient. Dando forma a cada canción, la voz de Ramón Rodríguez, pulcra y mayestática, cantando a la disidencia y al inconformismo, preguntándose “en qué año murió el mundo” y bajándose del tren: “hay combate, pasemos al ataque”. Otra forma de canción protesta. J. B.

Con Blood Quartet todo es siempre un poco turbio. En el sentido de inquietante, de tenso. Su música huele a callejón, a lugar abandonado. Oscura en todas las acepciones de la palabra, es como una banda sonora para algo chungo que haya ocurrido hace poco. O peor, que esté a punto de pasar. En Root 7 mandan las guitarras cortantes y reverberantes, pero el misterio realmente se dispara cuando entra en juego la trompeta de Mark Cunningham. Un asunto turbio, en el mejor de los sentidos. Roger Roca

A sus (aún) 20 años, Trueno presenta su segundo álbum y, a la vez, una sólida candidatura a capo del rap argentino. El disco tiene la esencia de sus inicios en el 'freestyle' y el decoro que ha ido adquiriendo como fenómeno musical estos últimos años. El de Buenos Aires divide el álbum en dos: una mitad más combativa, con mucha carga política, y otra en la que se quita el cuchillo de entre los dientes, más ligera. Lo más destacable: la carga ideológica, el afilado retrato de un país y su voluntad de remover cimientos. Ignasi Fortuny

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