Entrevista

Paco Ibáñez: “Estamos en una Siberia cultural”

El trovador resurge con la gira ‘Nos queda la palabra’, que recalará el 27 de abril en el Palau, dentro del Festival Mil·lenni, mientras prepara un nuevo álbum, ‘Érase una vez’, anuncia la esperada reedición de ‘En el Oympia’ y colabora en el disco de canciones suyas que está elaborando Soleá Morente

Paco Ibáñez, en la foto oficial de la gira

Paco Ibáñez, en la foto oficial de la gira / A Flor de Tiempo

Jordi Bianciotto

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En estos dos años de pandemia ha ofrecido algunos recitales. ¿Cómo ha vivido esta época?

Pues he estado mucho en el taller, haciendo mis tonterías, mis fantasías, y poniendo un poco de orden, o desorden, yo qué sé... No estoy nunca de brazos cruzados. He estado ocupado con la madera, haciendo compases. Pero como no tengo ganas de ser rico... Si fuera como un futbolista, que dando patadas a un balón se puede enriquecer, estaría haciendo compases todo el día y no estaría aquí preguntándome si voy a cantar.

‘Nos queda la palabra’ fue el título de unos recitales que dio en 2007, en salas como el Liceu (a partir del poema ‘Me queda la palabra’, de Blas de Otero). ¿Por qué recuperar ese enunciado en estos momentos?

Porque las cosas han ido a peor desde entonces, y la palabra es lo único que no nos pueden quitar. Con la palabra se hacen las cosas, o se deshacen, y hay esperanza de que podamos cambiar el rumbo respecto a toda esta porquería que nos está invadiendo. Porque hoy no tienes donde poner los pies, ni la cabeza, con ese bajón cultural, de exigencia, que sufre el ser humano, en lugar de tratar de parecerse menos a las ovejas y las vacas. Y venga el botellón, y las canciones que son basura, y el fútbol, y la televisión... Gente que hace deporte sentada en un sillón. Te encuentras con alguien a quien se le ha muerto el padre o la madre y te dice “pero nuestro equipo ha ganado”, y eso le calma. A esto hemos llegado. Las propuestas artísticas se dirigen a analfabetos. ¿Qué propuesta de canción hay hoy en día? Dime, ¿qué se ha hecho de la canción con contenido, la de Raimon, Lluís Llach, Pi de la Serra, y la de Mikel Laboa, y Xabier Lete, y Luis Pastor?

El cantautor se ha transformado, y los tiempos son otros.

No busquemos culpables: ¿qué pasa hoy? ¿Llueve, hace frío? Estamos en una Siberia cultural. Esto no se puede aguantar. Y los ministerios de cultura, ¿qué han hecho? La gente está a mil kilómetros de la cultura. La cultura del botellón, eso sí. Estamos en un túnel y no puedes quedarte callado. Estas propuestas culturales que presentan como si fueran transgresiones... ¿Transgresiones de qué? Si coges una canción como ‘Le parapluie’, de Brassens, cuando al final ella se va por un lado y él por el otro, “y yo la vi toda pequeñita, partir alegremente hacia mi olvido”... Una expresión como esa no la paras ni tú, ni yo, ni nadie. Va hacia el infinito.

Que no nos toquen más los 'collons' con esto del catalán

Pero tenemos, por ejemplo, a Soleá Morente, que prepara un disco con adaptaciones de canciones suyas, en el que usted colabora.

Tiene muy buena voz y una gran sensibilidad, y es muy maja. Estaba ensayando ‘Palabras para Julia’ con su padre cuando falleció. A Enrique Morente yo lo quería mucho. Los flamencos deberían reconocer que le deben cómo colocar la voz en el cante. Él no era gitano, pero lo asimiló muy bien y abrió un camino. Y Soleá es hija de su padre, no hay duda.

Usted también prepara su propio disco, ‘Érase una vez’, con canciones “para niños de todas las edades”.

Surgió hablando con Frederic Amat, que hace las ilustraciones del álbum. Tiene temas con textos de Lorca, como ‘El lagarto está llorando’ o ‘Mi niña se fue a la mar’ en una nueva versión.

Y una pieza en gallego, ‘Pomba’, de Antonio García Teijeiro, y otra en catalán, ‘Barques de paper’, de Salvador Espriu.

En el Palau quiero cantar otra canción en catalán para que los catalanes estén contentos y orgullosos de su idioma: ‘Molt lluny d’aquí’, de Màrius Torres, con la música de Xavier Ribalta. “Sé una ciutat, molt lluny d’aquí, dolça i secreta /, on els anys d’alegria són breus com una nit...” Y termina diciendo: “El seu record fa un ròssec de recança al meu pas / Torna a la meva espatlla la mà greu del meu pare”. ¡Qué potencia tiene esta canción! Y qué ternura, y sabiduría poética. Una maravilla. Cantarla es decir “esto es el catalán, os presento a Catalunya”. Es una poesía inalcanzable, que se te escapa de las manos. La cantaré, claro que sí, y que no nos toquen más los 'collons' con esto del catalán.

Aquella noche en el Liceu llegó a cantar en ocho lenguas.

Ahora, en principio, también cantaré en varios idiomas, como el italiano: ‘Quando l’alber comincia a fiorire’. Una canción popular, en la que un estúpido deja a su guapa novia en Italia para irse a vivir... ¿A dónde? ¡A Estados Unidos! ¡Hay que ser cretino!

Era nuestro Madrid, el que resistió a los fachas hasta el final, el que no es amigo de los curas que bendijeron el bombardeo de Gernika

Además de este álbum, ‘Érase una vez’, anuncia más discos con poemas de Góngora, Quevedo, Samaniego, Bécquer, Storni, Neruda, Lorca...

Canciones que he cantado en recitales pero que nunca he grabado, u otras que son inéditas, terminadas, y que nunca he cantado en público...

Empezó esta gira el 4 de abril en el Teatro Coliseum, de Madrid. ¿Cómo fue?

Pues se portaron muy bien, los madrileños. Por lo menos demostraron que están vivos. Qué energía tienen, no sé qué será, si el cocido madrileño o qué. Algo impresionante. Cuando salí al escenario sentí como un estallido. Noté que la gente vino con rabia, una rabia sana, unas ganas de oír algo que le llenara el cuerpo y el alma. Era nuestro Madrid, aquel Madrid que resistió a los fachas hasta el final, el que no es amigo de los curas que bendijeron el bombardeo de Gernika.

¿Sigue vetando los teatros públicos de ayuntamientos del PP?

Hombre, eso es sagrado.

¿Alguna propuesta ha tenido?

Casi ninguna. Ellos hacen igual: “Recital de Paco Ibáñez, ni uno, ¿eh?”. Así que coincidimos. Se agradece.

Mira lo que un ‘hijo de Putin’ puede hacer. Y lo que le dejan hacer, vamos

El presidente ucraniano, Zelenski, habló hace unos días de Gernika. ¿Qué sensación le produjo la comparación?

Pues fue justa y exacta con lo que está pasando. Mariúpol ya no existe... Ese desgraciado de Putin, que tiene un vacío por dentro, ha tenido esa ocasión de destrozar un país e intentar hundir el mundo, y en esas estamos. Mira lo que un ‘hijo de Putin’ puede hacer. Y lo que le dejan hacer, vamos. No he estado nunca en Ucrania, pero sí en Moscú. Actué allí, a través del Instituto Cervantes, hará unos 15 años. Y antes había estado en Leningrado, San Petersburgo, pero el recuerdo se me borró, poco a poco... En París conocí a Bulat Okudzhava, que era el Brassens o Ferré ruso. También conocí a Vladímir Vysotski, georgiano que cantaba en ruso, marido de Marina Vlady.

En el Palau contará con Mario Mas (guitarra), Joxan Goikoetxea (acordeón) y Pep Pascual con sus “efectos especiales”. ¿Saldrá dispuesto a improvisar con el repertorio, como es habitual en usted, más que siguiendo un guion?

Yo siempre voy sobre la marcha, más o menos, pero ahora sé con qué canción empiezo: ‘Me queda la palabra’, de Blas de Otero. Antes empezaba más suavemente, con ‘Mi niña se fue a la mar’, creando ambiente. Ahora, no. Voy directamente. Lo que uno propone es ensanchar el campo cultural. Que la gente tome conciencia de que estamos en peligro, que esto no se puede aguantar, hombre.

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