Entrevista

Bobby Gillespie (Primal Scream): "La mejor música sale siempre de la opresión"

El cantante del grupo escocés Primal Scream retrocede hasta sus orígenes en 'Un chaval del barrio' (Ed. Contra; traducción de Ibon Errazkin), libro en el que explica su abducción por la cultura punk, el establecimiento de su conciencia política y el proceso que condujo al clásico 'Screamadelica' (1991)

Gillespie

Gillespie

Jordi Bianciotto

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Los editores estuvieron persiguiéndolo durante diez años para que escribiera su libro de memorias. ¿Qué le hizo decidirse?

Originalmente les dije que no, porque no quería hacer el libro del cantante que siente que es un gran tipo o un supertalento, y explicar sin más la historia de Primal Scream. Lo que me hizo cambiar de parecer fue ir más allá de esa idea y explicar lo que ha habido siempre detrás del grupo, todo el bagaje cultural y político. Me apeteció hacer un libro sobre eso.

El relato reposa sobre la conciencia de clase. ¿Eso lo explica todo?

Seguramente mi despertar cultural fue con el punk rock, aunque antes ya estaba expuesto a ideas políticas. Lo que he querido es documentar y celebrar esas influencias, porque es fácil pensar en mí como ese tipo que hizo con Primal Scream un álbum de fiesta y de club como 'Screamadelica', cuando ahí detrás hay una concepción política radical que va más allá del rock’n’roll hedonista. Me pregunté de dónde venía todo eso, y está claro que del sistema de clases que rige el Reino Unido, del déficit de educación y de la falta de expectativas que había para un chico de clase obrera en los años 60 y 70. Quise escribir de todo eso. Si no me hubiese expuesto al punk rock, a todo lo que me enseñaron Malcolm McLaren, Johnny Rotten, Joe Strummer, Paul Weller o Siuoxsie, no me habría configurado como la persona que soy. Fue un privilegio.

Bobby Gillespie, en la imagen que aparece en la portada del libro 'Un chaval de barrio'

Bobby Gillespie, en la imagen que aparece en la portada del libro 'Un chaval de barrio' / Editorial Contra

¿La rabia de clase fue entonces la gasolina de las bandas punk y pospunk, como The Jesus and Mary Chain y Primal Scream?

El libro refleja la ira de quien no disfrutó de oportunidades, con un ataque al sistema educativo y de clases británico, a cómo los chicos de clase trabajadora éramos considerados como unos inútiles en aquel paisaje dominado por el paro. Primal Scream surgió de ahí, de esa rabia de clase. Una banda de barrio trabajador, con una conciencia social, que demostró que la cultura obrera puede ser poderosa, inteligente y poética. Se ha intentado avergonzar a la gente por ser parte de la clase trabajadora, y yo quiero celebrarla.

¿Sentía que, a causa del aura lúdica y lisérgica de ‘Screamadelica’, un álbum trascendente en el lenguaje musical de la cultura de club, debía desmontar alguna preconcepción equivocada sobre la banda?

No, solo se trataba de contar la historia desde mi perspectiva, y celebrar lo que significaron The Jesus and Mary Chain, y el sello Factory, y Alan McGee con Creation, y Siouxsie, y The Specials, y The Clash, y de resaltar la importancia del sindicalismo. He querido hablar de los riesgos que tuvimos que tomar y de que debimos estar preparados para fracasar, algo que, cuando eres joven, resulta devastador. Pero sentíamos un compromiso con nuestro arte y seguimos adelante, dispuestos a volver a fracasar y a hacerlo mejor.

A propósito de eso, relata cómo a principios de 1990, cuando ‘Louded’, el primer ‘single’ de ‘Screamadelica’, ya estaba a punto, estaban de gira por Europa en salas casi vacías. Incluyendo conciertos en España.

Recuerdo uno en Italia, creo que fue en Florencia, con una carpa enorme sin público. Robert ‘Throb’ Young tocaba su hermosa guitarra Flying V de color amarillo nuclear e hicimos nuestro mejor ‘show’, pero la situación era desoladora. Nos preguntábamos adónde íbamos con todo aquello. Al final de la gira, en Valencia, conocí a una chica llamada Mar, y deserté del siguiente concierto, donde nos esperaban veinte personas o algo así. Creo que en aquel momento preferí el sexo al rock’n’roll.

La escena de ‘Madchester’ dominaba el paisaje británico con The Stone Roses, Happy Mondays y otras bandas, y Primal Scream estaba fuera de foco, tras varios cambios de estilo y sin encontrar su camino. En el barcelonés KGB tocaron versiones de MC5 y The Stooges. ¿Vivió luego el reconocimiento como una venganza?

Esa sensación de venganza siempre está ahí. Había mucha insatisfacción en el grupo, y de repente los medios se interesaron por nosotros, y las chicas, y pasamos de ser unos marginados a los reyes del mambo. Sí que hubo ese sentimiento.

Andrew Weatherall, fallecido hace dos años, aparece como una pieza crucial de ‘Screamadelica’, encarnando la simbiosis perfecta del mundo del rock y la electrónica; un gurú del ‘sample’ que era fan de Thin Lizzy.

De Thin Lizzy, y de Psychic TV, y de Bow Wow Wow, y de The Clash, y del funk, el soul, la música disco… Una persona con una gran curiosidad, carismática, inteligente y con un gran sentido del humor que contagió a la banda. También era un gran idealista. Teníamos mucho en común. Formamos un gran equipo.

Un joven Bobby Gillespie

Editorial Contra

El libro recorre una era en que el Reino Unido era una factoría de tendencias musicales. ¿Cree que sigue siéndolo?

Sigue habiendo cosas buenas, sobre todo las que tienen un bagaje obrero, políticamente explícitas, y hay mujeres que vale la pena seguir, como Cate Le Bon o Kelly Lee Owens.

¿Ve el rock definitivamente alejado del centro de gravedad de la música?

Para mí, el rock es Thin Lizzy y Deep Purple, y si pensamos en esas bandas, o en The Stooges o en Johnny Thunders, eso ya no existe. Hay una música ‘indie’ que no es rock, porque le han extirpado su parte de blues, su ritmo y su sexualidad. Es difícil interpretar la situación de la música en estos momentos porque hay una gran diversidad, pero creo que las tendencias más futuristas, ya sea en torno al grime, el rap o el trap, son en realidad formas de música negra contemporánea, y que la música blanca va por detrás, tiene más que ver con el pasado y quizá se haya aburguesado.

¿La música negra, que es de uso y disfrute blanco y universal, marca entonces el signo de los tiempos?

La mejor música sale siempre de la opresión: reggae, funk, soul, música disco, techno, grime, rap, dub… Y sí, toda esa música negra tiene una base más proletaria, surge de la precariedad y de la rabia, y tiene historia, y sexo, y drogas, y habla de vidas muy reales. Así ha sido siempre, cuando el house salió de Chicago o el sonido ‘disco’ surgió de Filadelfia y de Nueva York. Ocasionalmente, también el rock’n’roll con The Stooges y MC5, pero creo que actualmente si buscas lo que es relevante debes dirigirte a la música negra.

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