Crítica de música
Rigoberta Bandini, más grande que sus canciones en el Palau
Paula Ribó arrasó con la celebración de su personaje y pese a un repertorio todavía en construcción en el que brillaron cartas como ‘Perra’ y ‘Ay mamá’

Puesta en escena ‘amateur’ y un repertorio corto y con altibajos, pero nada de eso frenó la ‘ola Rigoberta’ y su efecto exprés de identificación con el público que este miércoles agotó las entradas del Palau. Concierto breve (hora y cuarto), salpicado por algunas dinámicas musicales ocurrentes y por ‘gags’ risueños, con el que la Bandini, Paula Ribó, demostró que lo suyo está lejos de deshincharse más allá del revés del Benidorm Fest.
El concierto del Festival Mil·lenni, que se programó mucho antes de la preselección eurovisiva, nos proyectó a una artista segura de su personaje, con su falda plisada, sus altas botas y su aspecto de chica de instituto del curso 1969-70, capaz de cantar con propiedad, de recordarnos que es una actriz (y una dobladora de precisa dicción) y de moverse entre la pulsión feminista y el distanciamiento irónico. Tres danzarinas deslizando estéticas no normativas y otros tres efectivos en tareas musicales: sus primos Belén Barenys (coros) y Juan Barenys (percusión electrónica), y su pareja, Esteban Navarro (teclados). Asunto de familia y mucha complicidad doméstica en el ambiente: “això és molt fort!”, exclamó ella ante la vista del Palau en pie en la primera canción, ‘In Spain we call it soledad’.
A cuatro patas
Noticias relacionadasRigoberta se deleitó en sus bases de electro-pop con deslizantes prefijos ‘Euro’ e ‘italo’, como en ‘Fiesta’, un tema cuyo ‘la-la-la’ coral habría hecho feliz a Abba (como el estribillo de ‘Julio Iglesias’), y, ya en el tramo final, en la deslenguada ‘Perra’, una de sus cartas más inspiradas, culminada con una celebrada coreografía a cuatro patas. Otros puntos del repertorio, aunque fueron resueltos con esa simpatía natural, resultaron menores, incluida las versiones de ‘Qualsevol nit pot sortir el sol’ (Sisa), ‘Corazón contento’ (Palito Ortega vía Marisol) y el villancico ‘El tamborilero’, esta con vistas al viejo electroclash y el concurso de la barbuda ‘performer’ Tadashana.
Por ahora, la figura de Rigoberta Bandini es más grande que su cancionero, y a la espera de que logre llenarla de mayor contenido (musical), nos quedó un reducido racimo de hitos que insinúa un camino a seguir. Con su clímax en ese ‘Ay mama’ de arrolladora complexión, que señoreó en el Palau sin llegar a descubrir pechos terráqueos ni sujetadores, camino de un número pop más convencional, ‘A ver qué pasa’, y del fundido introspectivo de ‘Too many drugs’. Pese a las visibles carencias, aquello fue una fiesta. Y a todo esto, ¿qué importa ya Eurovisión?
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