Crítica de cine

Crítica de 'Tros': rondas nocturnas

El debutante Pau Calpe convierte el paisaje rural leridano en un personaje más en un filme donde afloran los rencores y las tristezas en una relación condicionada por el lugar, la climatología y los delitos de sangre

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Quim Casas

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El somatén fue una especie de organización parapolicial creada en Catalunya, un cuerpo armado de protección civil, que durante la dictadura de Primo de Rivera se extendió por toda España. Durante la República sobrevivió solo el somatén catalán, pero el régimen franquista volvió a instaurarlo en todo el país y funcionó hasta 1978. Somatén son también los campesinos leridanos que aparecen en 'Tros', interpretados por actores no profesionales con la excepción de Pep Cruz y su hijo en la ficción, Roger Casamajor. Sus rondas nocturnas están destinadas a paliar las carencias policiales e impedir que los ladrones sigan asaltando sus granjas y molinos. Pero ésta es solo la tensión general que muestra 'Tros', un filme contenido pese a su acento trágico, rodado en formato cuadrado en unos parajes rurales invadidos por la densa niebla leridana que humedece a unos personajes ariscos y desarraigados.

La tensión es mayor, casi atávica, entre el padre y el hijo, por lo que sucedió en un pasado que poco a poco se nos va desvelando, y por lo que ocurre en el tiempo presente, cuando una de estas rondas nocturnas termina con una muerte que podría haberse evitado. Los protagonistas huyen en la noche y afloran los rencores y las tristezas en una relación condicionada por el lugar, la climatología y los delitos de sangre. El debutante Pau Calpe convierte ese espacio en un personaje relevante más.

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