Crítica de ópera

Una gris ‘Dama de picas’ liceísta

La sensacional ópera de Chaikovsky no alcanzó a alzar el vuelo en su regreso al Liceu

La dama de Picas

La dama de Picas / Enric Fontcuberta/EFE

Pablo Meléndez-Haddad

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La historia reciente de ‘La dama de picas’ de Chaikovsky en el Liceu ha estado plagada de cancelaciones por los problemas de salud de algunos de sus intérpretes. Sucedió tanto en 2003 como en 2010, durante las reposiciones de esta producción de Gilbert Deflo estrenada en el antiguo Gran Teatre en 1992 y que ahora ha regresado en plena pandemia, aunque sin tener que lamentar bajas por enfermedad. La función se ofreció en memoria de Jordi Maluquer, crítico, periodista y gestor que fue administrador del coliseo catalán y que falleció recientemente.

La suntuosa propuesta teatral del ‘regista’ belga es uno de los montajes más caros del fondo de armario liceísta, y una vez más funcionaron el vestuario y los decorados de William Orlandi realzados por la iluminación de Albert Faura. El montaje explica con claridad la trama sin renunciar a lo mucho que tiene la ópera de costumbrista, con grandes escenas de baile coreografiadas por Nadejda Loujine, pero también explora el subtexto de una obra que va más allá de la ludopatía, con la avaricia y la muerte rondando en la vida del protagonista -mejor German que Hermann, por muy alemán que sea en origen-, cargado de obsesiones. La ‘regia’ de Deflo cumple con cada escena y presenta un adecuado acercamiento a los personajes, moviendo a los intérpretes con adecuación. La partitura mira de frente a la tradición europea con escenas propias de la ‘grand-opéra’ y fascina por su melodismo.

Pero a pesar de contar con todos los elementos para conseguir un triunfo, este estreno acabó sumergiéndose en un mar grisáceo. El Coro del Gran Teatre no tuvo su noche; su canto por momentos pareció emitirse casi con sordina y fueron muchas las escenas en las que falló la cuadratura (le secundó con pericia el Coro infantil Veus-Amics de la Unió de Granollers). ¿Necesitaba Dmitri Jurowski más ensayos para que la masa coral no se le escapara? En todo caso, la Simfònica del Liceu le respondió con eficacia ante este bellezón de ópera que requiere de una lectura en la que la tensión teatral no esté reñida con el buen desempeño de los intérpretes tanto en las páginas más oscuras como en las más líricas, sin olvidar los momentos con guiños a la música rusa y cortesana.

Para Yusif Eyvazov probablemente el de German sea el papel de su vida; el tenor lo expuso con gallardía subrayando los acentos más dramáticos. Tendría, en todo caso, que hacer más caso a las indicaciones del ‘regista’, ya que en varios momentos cantó a oscuras al ignorar las posiciones marcadas por las luces. La Lisa de Lianna Haroutounian -reemplazando a la anunciada Sondra Radvanovsky- convenció sobre todo en una sensacional escena final, mientras que la Condesa de Elena Zaremba hechizaba por la rotundidad de su voz.

El amplio equipo de comprimarios se movió con entera corrección, destacando entre ellos la deliciosa Polina de Lena Belkina y, en su aria, Rodion Pogossov, a quienes se unieron unos efectivos Łukasz Goliński, Ivo Stanchev, David Alegret, Antoni Lliteres, Mireia Pintó y Mercedes Gancedo.

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