Hasta el 6 de marzo

Una ambiciosa exposición en el MNAC rompe mitos sobre Gaudí

La muestra, con 650 piezas, desde planos hasta el reconstruido recibidor de la Pedrera, desmonta la imagen de un genio incomprendido, tocado por la inspiración divina y aislado de la sociedad y el mundo del arte de su época

Anna Abella

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Es una foto minúscula, de autor anónimo, tomada en 1920 delante de la Sagrada Família. Junto al músico Lluís Millet camina un tipo que se cubre la cara con el sombrero para evitar que capten su imagen. No le gusta que le fotografíen. Es Antoni Gaudí (1852-1926), seis años antes de morir tras ser arrollado por un tranvía. Con esa histórica instantánea promociona el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) la ambiciosa exposición que le dedica al genial arquitecto y artista catalán, en la que a través de una revisión crítica se rescata su auténtico rostro, que ha sido distorsionado por mitos y tópicos y convertido en un gigantesco icono turístico. 

Una ambiciosa exposición en el MNAC rompe mitos sobre Gaudí

Juan José Lahuerta, comisario de 'Gaudí', explica la ambiciosa exposición en el MNAC. / Ferran Nadeu

"Son mitos y leyendas que hablan de un genio aislado e incomprendido, un santo que vive al margen de su época y encerrado en sí mismo, que saca sus extraordinarias y excéntricas formas artísticas de su interior como si estuviera tocado por la inspiración divina, la providencia o por ciencia infusa", detalla, antes de empezar a desmontar todos esos tópicos que rodean a Gaudí, Juan José Lahuerta, comisario de una muestra de gran formato que reúne más de 650 objetos arquitectónicos, de diseño y mobiliario, obras de arte, documentación, planos, postales, prensa y fotos originales, algunos de la colección del museo, otros muchos prestados por 74 instituciones y colecciones nacionales e internacionales. 

A la izquierda, retrato de Antoni Gaudí de 1878. A la derecha, tapándose el rostro con el sombrero, en 1920 ante la Sagrada Família.

MUSEO DE REUS / ORFEÓ CATALÀ

"Queremos enseñar la otra cara del mito, no el Gaudí de luz y colores sino el que tiene muchos pliegues y que nos ayuda a entender la historia de una Barcelona que tampoco es ‘flors i violes’", añade. "Si era tan desconocido e incomprendido como se dice, ¿cómo es que era el arquitecto preferido de la alta burguesía de Barcelona, con clientes tan influyentes como Eusebi Güell, los Comillas, los Batlló o los Milà, y también de la Iglesia de la ciudad y la de Mallorca?", rebate el comisario y director de la Cátedra Gaudí de la Universitat Politècnica de Barcelona.

Si era tan desconocido e incomprendido como se dice, ¿cómo es que era el arquitecto preferido de la alta burguesía de Barcelona, con clientes tan influyentes como Eusebi Güell, los Comillas, los Batlló o los Milà?

— Joan José Lahuerta

"Siempre se ha dicho que heredó la tradición artesana de generaciones de caldereros; que era un niño enfermizo que observaba los pájaros y los árboles en la casa de campo de la familia [en Riudoms, cerca de su Reus natal], y que allí aprendió las formas que luego llevaría a sus obras; que despreciaba las enseñanzas académicas y que desconocía lo que otros artistas estaban haciendo en las grandes capitales artísticas europeas", continúa Lahuerta. "Gaudí no fue calderero como su abuelo y su padre sino arquitecto, enviado a estudiar a la Escola d’Arquitectura, donde comparte debates y discusiones con sus compañeros y tiene la visión del mundo de un intelectual. Su genialidad no viene de su aislamiento sino del ambiente artístico y arquitectónico de su época, donde ve el papel de la naturaleza en el arte en relación con el que se ve en la Europa del momento". Y le interesan e influyen, como él mismo escribe, creadores como Geoffroy-Dechaume, Viollet-le-Duc, Thomas Jeckyll, William Morris o Auguste Rodin, algunas de cuyas obras dialogan con las de Gaudí en la muestra. 

Una imagen de la gran exposición sobre Gaudí en el MNAC.

Una imagen de la gran exposición sobre Gaudí en el MNAC. / Ferran Nadeu

Una de ellas, una maqueta de yeso de ‘La puerta del Infierno’ llegada del museo Rodin de París no desentona junto a una de la fachada de la Sagrada Família en una sala en la que se han restaurado y reproducido piezas y vaciados de yeso del taller de Gaudí, el "obrador", incendiado durante la Guerra Civil. Antes de llegar a ella, el recorrido conduce al visitante por sus primeros dibujos y esbozos siendo estudiante, como su proyecto de fin de carrera, un paraninfo universitario, y sus primeros trabajos, como la abeja que era el emblema de la cooperativa L’Obrera Mataronense y piezas de mobiliario urbano como soportes para anuncios, farolas o quioscos de prensa. 

Fotografía del Park Güell para la exposición de parís de 1910

Càtedra Gaudí. ETSAB. UPC

Había llegado Gaudí de Reus a la Barcelona de 1868, "una ciudad vacía, que era una ‘tabula rasa’ que hacía poco había derruido las antiguas murallas y tenía un Eixample aún por construir. Una sociedad en plena transformación y crecimiento y de formación del arte moderno, de la segunda revolución industrial y del capitalismo triunfante. Supo captar las necesidades de su sociedad produciendo obras e imágenes que perduran hoy", señala Lahuerta. 

Eusebi Güell, su gran mecenas

Aquel "artista de raíz bohemia" halló sus clientes entre la entonces "optimista burguesía", a los que impuso sus gustos y con los que llegó incluso a enfrentarse. A sus primeros encargos arquitectónicos -la Casa Vicens y los pabellones Güell de Pedralbes- siguieron los proyectos para su gran mecenas, Eusebi Güell -el Palau, en la actual Nou de la Rambla, el Park Güell y la iglesia de la colonia-, y las casas Calvet, Batlló y Milà del Eixample. Destacan en la exposición dos de los tres singulares muebles que diseñó para el Palau Güell: un bello tocador para la mayoría de edad de la hija y una ‘chaise longue’ que lucía en un íntimo rincón del dormitorio matrimonial.

Tocador para el Palaud de la familia Güell.

Colección familia Güell.

Impresiona también el montaje del espectacular mueble de madera que cubría las paredes del recibidor del piso principal de la Pedrera, que fue desmontado en los años 60 y cuyas piezas se habían dispersado. El equipo del MNAC ha logrado volver a reunir arquibancos, armarios, columnas y puertas correderas que se han montado siguiendo las fotos de la época. Cerca, los planos del edificio que presentó al ayuntamiento, mucho más atrevidos de como llegaron a hacerse realidad, con todas las habitaciones con forma oblonga. 

También se ha rescatado una enorme columna de basalto para la iglesia de la Colònia Güell, que no llegó a ser utilizada, o las fotografías del Park Güell que formaron parte de la exposición de París de 1910 dedicada a Gaudí y que no se habían vuelto a exponer. 

Uno de los enormes tapices de Jujol para los Jocs Florals de 1907, restaurado para la muestra.

A. A.

Junto a las de Gaudí, no faltan numerosas piezas de Josep Maria Jujol, quien le acompañó en muchas de sus obras: entre ellas, rejas, candelabros, un mueble espejo, un archivador o uno de los tres tapices gigantes que hizo para los Jocs Florals de 1907, que ha requerido un titánico trabajo de restauración. 

La ciudad de las bombas

Clientes de Gaudí fueron también los impulsores de la idea de la Sagrada Família, la Asociación de Devotos de San José, concebida como un templo expiatorio donde entonces solo había un campo vacío. Recibió el encargo con 31 años y desde entonces estuvo ligado a ella. Se alzó, dice el comisario citando los artículos de Joan Maragall sobre la obra, como 'redentora de una ciudad, el fango de cuyas calles es amasado con sangre’, "porque debía expiar la violencia de la lucha de clases que rasgaba la convulsa ‘ciudad de las bombas’, la Rosa de Foc". Ejemplo de su "arquitectura simbólica comprometida con la Barcelona popular y revolucionaria" es una de las esculturas de la capilla del Rosario de la Sagrada Família que reproduce una gran foto en la muestra. Sujeta con la mano, ofrecida por el demonio como si fuera la manzana de Eva, una bomba Orsini como la real, expuesta en una vitrina contigua, que no llegó a estallar en el sangriento atentado anarquista del Liceu de 1893.

Todo el equipo del MNAC, recuerda su director, Pepe Serra, lleva cuatro años, dos de ellos de covid, trabajando intensamente en esta muestra, que ha tenido un coste de producción de 940.000 euros y que podrá verse hasta el 6 de marzo de 2022. Después viajará, algo reducida, al Musée d’Orsay de París. A través de un código QR, el visitante puede realizar el recorrido escuchando los textos de sala narrados por el actor Josep Maria Pou