Crítica de libros

Crítica de 'La felicidad del lobo': la felicidad nómada

El protagonista es un montañero que se instala en un pueblo alpino tras una relación fallida

Paolo Cognetti

Paolo Cognetti / Jordi Cotrina

Valèria Gaillard

Valèria Gaillard

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Tras el éxito de 'Las ocho montañas', Paolo Cognetti (Milán, 1978) sigue estirando el hilo de una literatura que explora el vínculo entre el hombre y la naturaleza en 'La felicidad del lobo' (La Campana/ Random House). Sumándose al auge del "nature writing", el autor italiano narra un año de vida de Fausto, un cuarentañero que deja atrás una relación amorosa fallida y una ciudad que lo asfixia, Milán, para volver a la zona montañesa de su infancia: es cuestión de empezar de cero.

El pueblo alpino -e inventado- de Fontana Fredda le acoge con el calor que tienen las cosas discretas y auténticas. Escritor de profesión, se pone a trabajar de cocinero en el bar más popular del pueblo, El Festín de Babette. Aquí confluyen una serie de personajes -Silvia, la joven camarera inquieta de la que se enamora; Santorso, un forestal tosco, pero de buen corazón, o Elisabetta alias Babette, la savia dueña del local- que componen un microcosmos que vive al ritmo de las estaciones.

Cognetti sabe vestir su libro de referentes potentes, como la célebre obra de Karen Blixen o las estampas del Monte Fuji de Hokusai, que dan empaque a un tipo de relato que rezuma el murmullo de los bosques y se estremece con la brisa alpina. La prosa se mimetiza con la historia y fluye límpida y sencilla como las miosotis que describe. Más que una historia de amor, el relato llega a los cuatro mil -como los montañeses que coronan el Monte Rosa- en la reflexión final motivada por el regreso de los lobos a la zona -recibidos con los brazos abiertos, pues ahora son una especie en extinción- acerca de la búsqueda de la felicidad, y cómo esta pasa por el nomadismo, por el afán de ir siempre más allá.

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